Autor: Francisco Romacho
El liderazgo intelectual y moral de Antonio Ramos, fallecido ayer, empujó el viento fresco de la autonomía y la descentralización que ha cambiado la faz de Andalucía
El jueves vi cómo un excelente periodista, al que le tengo afecto vital, era arrastrado por las nuevas reglas del negocio a ponderar las virtudes de un mejunje de naranja. Me acordé de ti, de aquel admirable exabrupto que repetías de Baudelaire (no comprendo cómo una mano inocente puede tocar algunos periódicos sin convulsionar de asco). Me acordé de que hacía muchos meses que no te había ido a visitar porque me negaba a verte prisionero del olvido. Me acorde de ti porque estaba preparando un vídeo sobre el 28-F y estos son los días de sol de plomo helado de tu territorio. Me alivió la certeza de que la coraza del olvido te estuviera protegiendo de este así llamado andalucismo moderno, que viene a ser casi el mismo de la pandereta pero en pijo. Me escribió Manolo ayer sábado que te acababan de sedar. Y, un mucho entre lágrimas, me di cuenta de que habías perdido la memoria pero en ningún caso la determinación de morirte cuando era menester, reclamando tu paternidad insobornable sobre la blanca luz y el verde viento. Lo que sigue es el texto del último día, naturalmente entre lágrimas, que te abracé.
Querido Padrino: te dice Paco Portillo, el secretario general del PCE que acabó de guardacoches, sin pasar más facturas que las heridas recibidas en su cuerpo, te dice el día después del año de la agonía del dictador: “Aquella noche soñé que era mentira”. Costó tanto dolor, tanto sufrimiento, que parecía imposible su final.
Querido Padrino: muchas veces, en estos tiempos convulsos que parecen darse la vuelta con sus viejas amenazas reaccionarias y sus nuevas mentiras convertidas en verdades paralelas, en estos tiempos de vergonzante amnesia moral, he pensado en ti y en nosotros. En ti y en tu campo de trabajo y represión para volver a cerciorarme de lo duros que fueron aquellos años de plomo y reivindicar tu protagonismo intelectual y profesional haciendo frente a una dictadura que se moría golpeándote con saña insaciable, incluido un Consejo de Guerra.
Querido Padrino: pienso en ti, en tu compromiso radical contra la dictadura y te reivindico más que nunca y me indignan más que nunca esas relecturas de la sedicente nueva izquierda sobre una transición azucarada, pactada entre bambalinas, banalizando así el sufrimiento, la cárcel, cuando no la muerte de aquellos que se lanzaron a las calles y a los tajos a luchar por la libertad.
Querido Padrino: todos los nombres que son tus nombres y los recito de tus labios, los recito de la memoria de oírtelos escribir, Francisco García Lorca contigo en su casa de Madrid, Manuel Fernández Montesinos, fusilado días antes que su cuñado, Rafael Alberti en el barranco junto al olivo, Angelina Cordobilla con Federico en las últimas horas y aquel su dolor de vientre, su dolor de madre que tanto te conmovió. La figura de Isabel contada por Antonina Rodrigo como infatigable guardiana de la memoria. Los cinco de la comisión primera de la Peña del Realejo, Rafa Fernández Píñar, Antonio Rodelas, Pepe Ladrón de Guevara, Martín Altozano. Todos los nombres que son tus nombres, Gerald Brenam, Carlos Cano, Tico Medina, Melchor Sáiz Pardo, Manuel Gómez Cardeña, Juan de Dios Mellado, Juan Fermín Vilches, Antonio Checa, Ricardo Martín Morales, y los cientos y cientos que vinieron después, cuando ya el tiempo fluía sereno y tu magisterio se extendía en los medios, en los libros y en las aulas,
Querido Padrino: hicimos juntos bajo tu imponente liderazgo un periódico que fue un sueño profesional y un rompecabezas empresarial. En la última página, en el patio de los leones, andábamos Alejandro Víctor, Paco Martín Morales y yo. Una muy vieja y muy franquista todavía justicia granadina se ensañaba a fondo con nosotros, molesta por la frescura de las palabras de la libertad. Hubo un tiempo en el que los tres estábamos procesados y salió de tu boca aquella sentencia memorable: esta página está toda ella en libertad provisional.
Querido Padrino: hoy también es el día para tus propios nombre propios. Para Carmela, para Carmen, para Iván y para Paula. Para Manolo y Ángeles. Desde aquel paseo por los caminos del cortijo de Contreras en los años ochenta donde se hizo firme vuestro compromiso a estas horas en que tu familia que es la nuestra sigue bajo el manto poderoso de tu infatigable protección.
Querido Padrino: la autonomía, la verdiblanca en el aire, el cuatro de diciembre, el 28 de febrero, nada de lo que fue entonces y es ahora se entiende si ti. Es cierto que hubo muchas confluencias, muchos hombres y mujeres, muchos políticos de altura de miras y sin egoísmos partidarios, pero yo y muchos de los que hemos estado a tu lado en todo este tiempo sabemos hasta qué punto tu liderazgo intelectual y moral empujó el viento fresco de la autonomía y la descentralización política que ha cambiado la faz de aquella Andalucía pobre, limpia y alegre que era la caricatura del fascismo.
Querido Padrino: hay algo más profundo, más determinante y sustancial en tu aportación al andalucismo. Me gusta mucho decir, cuando me preguntan o hablo de ti, que gracias a tu coraje, a tu comprensión de la Andalucía indivisible hoy es imposible cuartearla. En aquellos años de blanca luz y verde viento, la vieja derecha granadina se dispuso a liderar un proceso de ruptura que partiera en dos a Andalucía. Y fuiste tú, sobre todo tu, con tu gigante determinación el que cerró aquella brecha que nos hubiera desangrado. Y no hubo más debate que una sola Andalucía. Muchos años después tuve el orgullo de producir bajo tu dirección aquella serie documental “Andalucía es su nombre” que durante años consiguió audiencias hoy inimaginables y que sólo fue posible desde tu visión universal de nuestra tierra y su memoria herida. Antonio Ramos Espejo, hoy más que nunca me gusta decir que Andalucía es tu nombre.
Querido Padrino: tengo el orgullo de hablar en nombre de mis compañeros que son los tuyos, que son incontables, que hemos tenido el privilegio de trabajar a tu lado, de ser corregidos por tu magisterio de más de cuarenta años. Maestro de reporteros, debelador de santeros y papa clementes, director tierno como la espiga y duro como la espuela, escritor comprometido con pasaporte andaluz, profesor de una veintena de promociones de nuevos periodistas. Vengo de Ideal a darte las gracias, vengo de Diario de Granada a darte las gracias, vengo de Córdoba a darte las gracias, vengo del Correo de Andalucía a darte las gracias, vengo de Crónicas de un sueño a darte las gracias, vengo de la gran enciclopedia de Andalucía a darte las gracias. Hoy más que nunca en Fuente Vaqueros, recordando a Blas de Otero, querido Padrino: gracias por tu periodismo verdaderamente verdadero.