HISTORIAS DE MOTRIL. UNOS DIAS DE 1937

 HISTORIAS DE MOTRIL. UNOS DIAS DE 1937

Julio Rodríguez López -Economista-

En febrero las noticias que llegan de Motril están llenas de evocaciones de la tragedia y de los horrores de la “Desbandá”, uno de los episodios más dramáticos de la guerra civil española de 1936-39, sucedido entre Málaga y Almería. En Motril, en la mitad de dicho trayecto, se vivieron intensamente las consecuencias de aquella tragedia. Hubo motrileños que se unieron a aquella trágica marcha y huyeron andando hasta Almería. Las evocaciones de estos días traen consigo los recuerdos de los relatos familiares sobre aquel tiempo de febrero de 1937.

Algunos relatos de los que vieron pasar la desbandá

La familia materna fue espectadora de la columna humana que pasó por delante de su puerta. Vivían y trabajaban en lo que durante muchos años se conoció en Motril como “Bar los Mariscos”, situado en la esquina de la Avenida de Salobreña con la Calle Marjalillo Bajo. El Bar estaba muy próximo a la calle por la que pasaban los vehículos que procedían de Málaga.

Era la tía Encarna López quien recordaba con emoción el aspecto de las gentes que vio atravesar Motril en los primeros días de febrero de 1937. Esas gentes venían andando desde Málaga en dirección a Almería. Ella comentaba que entre la multitud destacaban unos niños que caminaban atados entre sí por una cuerda, que habían debido perder a sus padres. Junto a ellos iba un perro, también atado a la misma cuerda. La tía recordaba sobre todo los rostros famélicos de quienes, más que andar, se arrastraban huyendo hacia Almería a su paso por Motril. Antes de llegar a Motril las lluvias intensas habían dejado a la carretera de Málaga sin puente sobre el rio Guadalfeo. Esa circunstancia provocó más desgracias entre quienes venían huyendo desde Málaga y que pasaron el rio como pudieron, por la fuerza con que el agua bajaba hacia el mar.

Desde la ventana de la cocina del Bar, que permitía ver los vehículos que se aproximaban, vieron llegar a Motril las primeras tropas del ejército de Franco. A la cabeza de los primeros soldados venía un oficial alemán, rodeado de varios intérpretes y ayudantes, que indicaban con un megáfono a los vecinos que tenían que dejar abiertas las puertas de las casas. La puerta trasera del Bar Los Mariscos estaba cerrada y el abuelo Emilio López no encontraba las llaves.

El oficial alemán amenazó con tirar una bomba de mano para lograr abrir la puerta. La cuestión se resolvió subiendo el abuelo la tapia por medio de una escalera y saltando después a un patio interior, cubierto por una espesa yedra. Logró abrir la puerta por medio del cerrojo que la aseguraba. Después de aquella primera avanzadilla, vieron pasar tropas marroquíes. Después llegó un abundante desfile de soldados italianos. El frente quedó fijado en Calahonda hasta el final de la guerra.

Historias de algunos que vivieron por dentro la desbandá

En julio de 1936, mi padre poseía un automóvil marca DeSoto con el que trabajaba en Motril como taxista. Cuando los republicanos controlaron la ciudad entre julio de 1936 y febrero de 1937, el poder político local quedó en manos del Comité del Frente Popular. Este requisó el vehículo de mi padre, que se las debió arreglar para ayudar a mantener a una madre viuda y dos hermanos menores. También estaba allí una hermana, la tía Fermina, cuyo marido luchaba del lado de la Republica, con dos niñas de muy corta edad.

Tras la caída de Málaga en manos de los nacionales al inicio del mes de febrero de 1937, el gobierno de la República, situado por entonces en Valencia, exigió la presencia del coronel Villalba. Este último había rendido Málaga al ejército nacional, aparentemente sin oponer demasiada resistencia. Al llegar a Motril, en pleno ataque de los franquistas, que bombardearon Motril desde los barcos de guerra, el coronel se quedó sin conductores. El Comité del Frente Popular buscó la forma de hacerle llegar a Valencia. Con dicho propósito exigió a mi padre que se presentase ante el mismo, petición que se repitió tres veces, acompañada la última de una clara amenaza.

Al inicio del día 10 de febrero mi padre salió hacia Valencia llevando al citado coronel. A la llegada a Valencia y después de dejar allí al derrotado militar, indicó a las autoridades republicanas su deseo de regresar a Motril, pues su familia le necesitaba. Toda su familia, madre, hermana y hermanos, había huido de Motril andando hacia Almería. Se le indicó que Motril había caído en manos del ejército de Franco. Se le facilitó un vehículo militar para que buscase a su familia en Almería entre los refugiados, debiendo volver después a Valencia.

Encontró a la familia debajo del puente sobre el rio que por entonces cruzaba el centro de esa ciudad. Preguntó por las niñas de mi tía Fermina y la respuesta fue como un latigazo: las niñas habían muerto en el camino durante la huida. Sacó a su familia de Almería y la llevó a un pueblo de la provincia de Granada, Gor, en el que conocía al alcalde. De allí partió de nuevo hacia Valencia, donde se le militarizó en el ejército republicano, en el que había necesidad de conductores.

Se le asignó un camión que llevaba detrás una plataforma con un cañón de artillería. Estuvo conduciendo dicho material hasta el final de la guerra, logrando sobrevivir a los frecuentes ataques de la aviación de Franco, pues la pieza de artillería que transportaba era un lógico blanco militar. Estuvo presente en batallas importantes de la guerra, como fueron la toma por los republicanos de la ciudad de Teruel y la reconquista posterior de esa ciudad por el ejército de Franco. También vivió intensamente la operación militar denominada como “corte” de Vinaroz, en el Mediterráneo, donde los nacionales partieron en dos la zona republicana. Allí consiguió, con gran esfuerzo y riesgo, quedar entre las tropas situadas al sur de esa ciudad. De lo contrario, de haber quedado al norte, hubiese acabado entre los refugiados que pasaron a Francia tras la caída de Cataluña.

El día que trascendió e la rendición del ejercito republicano, en una tarde de fines de marzo de 1939, un comisario político de la columna militar de la que formaba parte (creo recordar que era la de Cipriano Mera) reunió a varios miembros de dicha columna en un lugar próximo a Baños de la Encina (Jaén).  Indicó a los conductores que se les iba a informar después del lugar en el que debían de entregar el material militar que transportaban.  Después inició una arenga a la tropa diciendo que “la junta facciosa de Casado y Besteiro nos ha engañado y entregado al enemigo” [1].

El día siguiente viajó hasta la base de Los Llanos en Albacete. Antes de llegar al destino unos soldados nacionales detuvieron el camión y dos de ellos se sentaron a su lado en la berlina. A la entrega del camión y plataforma le sucedió fue detenido y trasladado a diferentes internamientos, entre ellos algunas iglesias, la plaza de toros de Murcia y un campo de concentración cercano a Abarán (Albacete), del que salió en libertad hacia Motril en septiembre de 1939.

Y toda esta peripecia le sucedió porque dos años y medio antes de recuperar la libertad, el Comité republicano que mandaba en Motril al inicio del mes de febrero de 1937 decidió que llevase hasta Valencia al coronel que había rendido Málaga. La Desbandá le cambió la vida. Nunca comentó como le fue después en un Motril que tanto había cambiado tras su prolongada ausencia. No recuperó el vehículo propio con el que trabajaba y que era su medio de vida antes de la guerra. Al regreso a Motril tenía 24 años.


[1] El coronel Segismundo Casado, jefe del ejército central de la Republica, organizó y dirigió la sublevación contra el gobierno del presidente Juan Negrín, con el objetivo declarado de negociar el fin de la guerra con el ejército de Franco. Casado supero de forma sangrienta la resistencia a su movimiento, pero solo obtuvo de los militares franquistas la rendición incondicional. Julián Besteiro, Catedrático de Universidad, que había sido presidente del Congreso de los Diputados, apoyó el golpe de Casado. No quiso huir de España, siendo detenido y juzgado en Consejo de Guerra, en el que fue condenado a muerte. Se cambió la sentencia por la de cadena perpetua, siendo trasladado a la cárcel de Carmona (Sevilla), donde falleció a los pocos meses.

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