Autor: Juan Antonio Gutiérrez Montes (El Niño La Nati)
HISTORIAS DE VIDA: VIRTUDES, UNA MUJER QUE SACRIFICÓ SU VIDA POR CUATRO GENERACIONES DE SU FAMILIA SIN ESPERAR NADA A CAMBIO
Virtudes Montes López nació en Melicena (Granada) en el año 1908, hija de Natividad López Sáez e Ignacio Montes Veiro, de profesión pescaderos, siendo la mayor de ocho hermanos. A muy temprana edad se tuvo que hacer cargo de ellos, mientras sus padres se dedicaban a la venta del pescado (su madre por los cortijos y su padre más lejos con un burro). Desde niña ya padecía una enfermedad en la vista que le limitaba su visión, no disfruto de su niñez ni de su adolescencia, por cuidar a su familia nunca tuvo novio.
La familia de Virtudes después de haber vivido en Melicena y La Rábita se mudaron al pueblo cercano Los Yesos donde les cogió la guerra civil, allí se casaron su hermano Andrés y su hermana Rosa y allí también nacieron sus primeros sobrinos. La familia Montes tenían casa propia en Los Yesos pero la casa estaba cerca de la mar y la mar poco a poco se la iba tirando abajo debido a esto la familia Montes se trasladó a Las Alpujarras (Granada) donde sus cuatro hermanos varones, trabajaron haciendo carreteras, un trabajo muy duro, durante su estancia en las Alpujarras Virtudes y su familia pasaron necesidades y mucho frío por carecer de ropa adecuada y no estar acostumbrados al clima, también pasaron hambre hasta el punto de que Virtudes les advertía a sus hermano para que no bebieran mucha agua diciéndoles que con el agua de la sierra entraban muchas ganas de comer y tenían muy poca comida. Cuando terminaron estos trabajos la familia regresó a Los Yesos se encontraron su casa prácticamente destruida por la mar hasta el punto de tener que abandonarla, a consecuencia de ello, cuando terminó la guerra civil la familia Montes decidió trasladarse a El Varadero de Motril; primero lo hizo su hija Rosa con su marido y su hijo que alquilaron una casa en el número 21 de la calle Carrera.
Cuando Rosa se estableció le buscó a sus padres una casa para arrendar, junto a la suya. En cuanto le entregaron las llaves avisó a sus padres y su hermana Virtudes enseguida echó a andar desde Los Yesos hasta El Varadero. Salió de madrugada y llegó a El Varadero sobre mediodía. Cuando su hermana le dio las llaves de la casa no lo pensó dos veces y cogió el camino de vuelta sin haber descansado a pesar de las insistencia de su hermana para que descansara y regresará al otro día, pero Virtudes no le hizo caso ya que lo principal para ella era trasladar a su familia lo antes posible al Varadero, Virtudes llegó a su casa de Los Yesos después de más de veinticuatro horas andando, mal calzada y mal alimentada por aquella carretera imposible. Cuando Virtudes llegó a la casa de sus padres movilizó a toda su familia, cargaron en un carro los cuatro muebles que tenían y cogieron el camino para El Varadero donde buscarse la vida. Los hermanos de Virtudes fueron casándose hasta que Virtudes se quedó con sus padres ya mayores y su hermana Nati la menor, cuando su hermana menor aún era una niña el padre de Virtudes falleció dejando en la pobreza a su mujer a sus hijas Virtudes y Nati de doce años, pero Virtudes a pesar de haberse quedado sola y estar medio ciega se hizo cargo de su hermana pequeña y de su madre también medio ciega, pero no se acobardado, empezó a luchar por su madre y por buscarle un futuro a su hermana.
Virtudes comenzó a vender en su casa carbón y cuatro puñados de fruta y verdura, como no sabía escribir, pues no pudo aprender por sus problemas en la vista, con un trozo de carbón apuntaba signos en la pared para saber lo que daba fiao y que nadie la engañara.
A Virtudes enseguida se le unió al pequeño negocio su hermana Nati que con solo doce años hacia rifas, compraba boniatos los llevaba andando a los hornos de pan de Motril para que se los asaran y después venderlos en el puerto a los pescadores; por lo pronto, con estos trabajos Virtudes, su madre y su hermana fueron saliendo de la pobreza.
Entre Virtudes y Nati con tablas de madera se hicieron un pequeño mostrador y una estantería para vender algunos comestibles, cuando Nati se casó se hizo cargo de la pequeña tienda y Virtudes se dedicó a cuidar de la casa, de la familia y a levantarse todos los días a las cuatro de la mañana para subir andando (con lluvia, vientos, frío..) por el Camino de La Mar hasta la Alhóndiga, para regresar sobre las nueve de la mañana con la fruta y la verdura fresca, que se le traía el carro del Rey de los Higos; cuando descargaba las cajas del carro las colocaba en la tienda, a continuación desayunaba algo pues desde las cuatro de la mañana estaba sin comer, entre otras cosas porque aunque en las proximidades de la Alhóndiga de Motril había bares donde los hombres se tomaban sus cafés y sus copas, estaba mal visto que una mujer entrara a tomarse un café aunque fuera para quitarse el frío. Cuando Virtudes terminaba de desayunar se agarraba a hacer las faenas propias de la casa y a cuidar de su madre, sus sobrinos y de Juan Antonio el marido de Nati, pero a Virtudes eso no le impedía estar pendiente siempre a su tienda. Con el paso del tiempo y a base de mucho trabajo y sacrificios el negocio fue a más, se compraron una pequeña furgoneta que Nati conducía cuando casi ninguna mujer tenía coche, a partir de entonces el marido de Nati todos los días antes de entrar a trabajar en el puerto se dedicaba a traer con la furgoneta los productos de la Alhóndiga, Virtudes ya se dedicaba solo a la casa que no era poco, la vida de su familia mejoró, cuando se fundó la cooperativa de la cadena de tiendas Codemo (Covirán).
Virtudes y su hermana Nati fueron unas de las primeras mujeres socias cofundadoras de la cadena, llegaron a tener dos establecimientos, un año las tiendas de Virtudes y de Nati quedaron en el segundo puesto en ventas de las tiendas de la cadena, en esa época Virtudes vio como sus familia alcanzó un bienestar como el de las familias más acomodadas del Varadero, pero ella nunca quiso lujos incluso cuando ya era mayor y su hermana Nati le proporcionaba una mujer para ayudarle en la casa lo aceptaba a regañadientes pues no le gustaba que nadie le hiciera su trabajo, nunca tuvo propiedades a su nombre porque así lo quiso, en esta imagen se le puede ver en sus últimos años con su sobrina nieta pero siempre con su delantal puesto y las mangas arremangadas.
Virtudes dedicó toda su vida a su familia hasta que no pudo más. Pero Virtudes no fue mandada a un asilo, se quedó en su casa rodeada, cuidada y mimada por toda su gente como ella le decía a los suyos, hasta que un día de la Virgen del Carmen falleció, con toda su familia alrededor y en los brazos de su sobrina Rosa Mari.
Antes de morir dijo estas palabras: Que agustico me tenéis si me da pena morirme es porque ya no os voy a poder ver más. Virtudes solía decir esta frase para iniciar algunas conversaciones: «Nosotros, los pobres…»
Esta publicación se la dedico a la memoria de Virtudes y a todas las mujeres que además de hacer los trabajos propios de su casa, también trabajan fuera.