A MOTRIL LE GUSTA EL FLAMENCO

Autor: Kiko Rodríguez

A MOTRIL LE GUSTA EL FLAMENCO

Noche de flamenco en el Teatro Calderón.

Sí, así de claro. A pesar del desapacible tiempo que hacía ayer viernes, noche de chimenea y mosto, los motrileños quisieron vivir un rato de arte, de cante y para eso colmaron la platea y la mayoría de los palcos. La cita era en el Teatro Calderón, a las ocho y media de la noche. El plantel, “Pureza”: la velada flamenca de Julio Fajardo y Miguel Ochando.

Sobre las tablas del teatro, Miguel Ángel Muñoz, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Motril, agradecía a los presentes su asistencia y el esfuerzo que habían hecho al desplazarse hasta el Calderón, en una noche tan “fea”. De igual manera, ofrecía unas palabras de agradecimiento a Julio Fajardo, por el compromiso de realizar la Velada Flamenca, a pesar de haber perdido a un hermano muy recientemente.

Comenzaba la velada con un torrente de armonía. Las seis cuerdas de la sonanta de Miguel Ochando, venían cargadas de momentos, de sonidos que inundaron cada rincón del señero enclave motrileño. Ochando, acometía una “granaína” dejando claro la maestría, sabiduría y raza que le acompaña.

Una vez en silencio, nos venían sonidos de chasqueo marcando el compás. Desde el fondo del escenario, Julio Fajardo se acercaba hasta la misma embocadura ofreciéndonos aromas gitanos, olores a Sevilla que los Pavón supieron repujar en la historia. Julio, por “martinete, toná y debla”.

Llegó el tiempo del compás, del ritmo y, como no podía ser de otra manera, el cantaor se fue a la “Tacita de Plata”. De la mano de Chano Lobato, nos sumergía en unas “Alegrías de Cádiz”.

Más tarde, el aceite, “de la primera prensá”, nos lo untaba Julio Fajardo recordando a Rafael “el Gallina” que desde Andújar nos dejó una “Caña”, son sus matices y compás de soleá.

Fajardo, quería ofrecer un recuerdo, un mensaje de cariño y admiración hacia su hermano, recientemente fallecido y que le acompañó tantas y tantas veces. El cantaor, brindó al cielo una “Guajira”, del conocido Luis de Córdoba, que tanto le gustaba a su hermano.

Llegaba el tiempo de recordar las fechas en las que estamos inmersos. Fajardo, para esta ocasión, quiso irse a la tierra del oloroso, del palo cortao de Jerez de la Frontera. Los “Campanilleros” de Manuel Torre y que tantas veces escuchamos a la Niña de la Puebla, hicieron vibrar al teatro y a su público.

Le siguieron un ramillete de pétalos de Huelva acariciando algunos de sus palos. Julio acometía un recital de “fandangos”.

La noche continuaba con un cante que nos trae reminiscencias gallegas y que hacía el de Puente Genil, Fosforito. Julio Fajardo nos la dejó caer en brazos una “farruca”, aliñada con la sonanta de Miguel Ochando que derramaba almíbar en cada uno de sus acordes.

Acto seguido, el cantaor, se volvió a acordar de Fosforito. “tengo lastimaítos todos los huesos de mi cuerpo…”: Una “soleá apolá”, cante grande, serio, nos estaba anunciando que la velada estaba acariciando su final.

El colofón de este recital, de la velada flamenca que nos tenía preparada Julio Fajardo y Miguel Ochando, nos traía aires granadinos, aires albaicineros, aromas de los Morente: “Si yo encontrara la estrella que me guiara/Yo la metería muy dentro de mi pecho/Y la venerara/Si encontrara la estrella/Que en el camino me alumbrara…” Julio Fajardo cantaba “La Estrella” de Enrique Morente.

Y así se guisó la velada flamenca que había preparado la Concejalía de Cultura para una noche cualquiera. No tiene que ser festivo, ni día señalado. El flamenco, como patrimonio de la humanidad, como plato tradicional, se puede saborear en cualquier momento. Una noche de arte, redonda.

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