LOS PLANOS DEL SIGLO XVIII DE LAS FUNDACIONES EDUCATIVAS DEL CARDENAL BELLUGA EN MOTRIL. UN DOCUMENTO DE GRAN VALOR HISTÓRICO
El cardenal Luis Belluga y Moncada nació en Motril el 30 de noviembre de 1632 y murió en Roma el 22 de febrero de 1743. Fue lectoral de Zamora durante dos años (1687-9) y durante dieciséis de Córdoba.
En 1705 Felipe V le hizo obispo de Cartagena, como siempre con residencia en Murcia, región que, en aquellos días enconados de la Guerra de Sucesión, era una encrucijada entre la Andalucía partidaria del Borbón francés y el país valenciano que lo era del archiduque austríaco. El obispo Belluga tomó fervorosa y aguerrida parte por el primero, incluso militar hasta la batalla de Almansa y, por algún tiempo, fue capitán general de Valencia y Murcia. A pesar de esos intensos ligámenes con el trono triunfante, al romper Felipe V con la Santa Sede y expulsar al nuncio, por haber ésa reconocido al archiduque como soberano del territorio por él efectivamente ocupado, Belluga defendió la postura pontificia.
Su reconocimiento, además de por su labor como estadista, militar y religioso, ha de tenerse en cuenta por las pías fundaciones que legó a la posteridad en Murcia y en su ciudad natal: Motril.
No esperó el humanitarismo del cardenal Belluga la hora de la muerte para ceder en beneficio de la sociedad lo que aquella le impediría disfrutar, sino que, llevado de su altruismo, en vida y por diferentes escrituras de donación se desprendió de una gran fortuna constituida por sus bienes patrimoniales y de unos inmensos terrenos en Murcia, que, gracias a su espíritu emprendedor, de pantanosos e insalubres, convirtió en 40.000 fértiles tahúllas de regadío, casi 85.000 marjales de tierra.
Las pías fundaciones de Belluga, por la diversidad de sus fines benéficos son bastante complicadas de desarrollar aquí y estaban basadas en tres fundamentales escrituras de donación:
1ª. Otorgada en Roma el 8 de diciembre de 1729
2ª. Otorgada en Roma el 6 de mayo de 1739
3ª. Otorgada en Roma el 18 de septiembre de 1741
El patrimonio de esas fundaciones se basaba fundamentalmente en las 40.000 tahúllas de tierra de riego en las vegas de Murcia. Lorca, Alicante y Orihuela. Los productos económicos de ese patrimonio se dividirían en cuarenta porciones que habrían de aplicarse, en mayor o menor cantidad, al sostenimiento de las diferentes instituciones que creó el Cardenal.
En la cláusula número 36 de la escritura de 1729 es donde primero aparece la fundación que para la ciudad de Motril hizo Su Eminencia, dotándola con los productos de dos partes y media de las cuarenta totales, cantidades que habían de ser enviadas anualmente a Motril para ser administradas por el vicario y el Cabildo de la Iglesia Mayor de la Encarnación.
Las instituciones que, con ese dinero, habrían de mantenerse en nuestra ciudad eran las cátedras de Filosofía, Letras y Teología de un seminario llamado de “San José”; dotación y ayudas al estudio de los parientes motrileños del Cardenal y para los alumnos pobres naturales de Motril que estudiasen en un futuro colegio que se denominaría “San Luis de Gonzaga” que se le concedería a la Compañía de Jesús.
Además, en la cláusula 64 de la misma escritura se le aumenta a Motril media parte más de las cuarenta totales, dividiendo los productos de las tres partes que hasta aquí resultaban, en treinta porciones que se aplicarían en su mayoría al mantenimiento del citado colegio de Jesuitas y nuevas ayudas a estudio para jóvenes motrileños que tuviesen que sufrir exámenes de aptitud antes el tribunal de ingreso en la Universidad de Granada. El resto las aplicaba al sostenimiento del convento de Nazarenas y para el hospital de “Santa Ana”.
Por último, en la escritura de 1741, aparece dejando ya a Motril cinco partes de las cuarenta mencionadas, es decir, el 12,50 % de cuanto haya producido y produzca la dote total de las Fundaciones Belluga.
Estas nuevas partes son destinadas al sostenimiento de la capilla de Nuestra Señora de los Dolores fundada en la Iglesia Mayor, creación de una escuela de Música, un montepío de ayuda para los labradores pobres, una escuela para niñas necesitadas y la fundación de varias memorias pías en la ya citada Iglesia de la Encarnación.
En los cabildos de 15 y 16 de diciembre de 1728 se propuso por el Gobernador Político y Militar de Motril, marqués de Campoverde, el establecimiento en la ciudad de un colegio de Jesuitas y se acordó escribir sobre ello al cardenal D. Luís de Belluga y Moncada, natural de la ciudad, para que interceda ante el rey y concediese la fundación del citado institución educativa (Archivo Municipal de Motril. Libro de Actas Capitulares nº 72. 1728).
La repuesta del cardenal fue la de aceptar la petición de los motrileños y, desde 1737, el cardenal manifiesta abiertamente su intención de fundar un colegio regido por los Jesuitas en su ciudad natal.
En agosto de ese año escribe al arzobispo de Granada para que se compre la llamada “Casa de los Herreras” situada al sur de la población, plaza del Tranvía actual, para el seminario de “San José”, ya que a juicio del prelado era la mejor que había en Motril y que además tenía un bellísimo salón para iglesia. La compra se efectúa en noviembre del mismo año (Archivo de la Curia de Granada. Cartas del cardenal Luís de Belluga al arzobispo de Granada para la compra de la casa de los Herrera. Roma 14/8 y 25/11 de 1737).
Sobre 1738 se iniciarían las labores educativas con la presencia de los Jesuitas en Motril que habían aceptado el encargo de Belluga, aunque la escritura de fundación no se firma hasta marzo de 1740 y ella la orden religiosa se obliga a mantener dos escuelas gratuitas para los familiares del Cardenal y para niños pobres de Motril y Salobreña donde se enseñaría las primeras letras, Latinidad, Filosofía, Teología Eclesiástica y Moral; sirviendo, además, las cátedras del citado seminario de “San José” que contaba con una de Filosofía, otra de Teología y dos de Jurisprudencia. Dotó Belluga esta fundación con un capital de 31.000 ducados, afectos a la quinta parte de la masa total de sus fundaciones pías en Murcia.
Para el Colegio el cardenal ordenó comprar las casas principales pertenecientes al vínculo de Juan de Aguilar que estaban situadas al levante de la placeta de los Herrera, también actual plaza del Tranvía y en el mismo lugar que hoy ocupa el convento y colegio de las Madres Dominicas. Pagó por estas casas 41.700 reales y 17.500 reales por las obras de adaptación para el colegio.
Compró, además, unas casas y un huerto de 7 marjales que eran de Catalina Martín, viuda de Pedro Berben que lindaban con el mesón de rambla de Castil de Ferro, que baja del Postiguillo de Beas, hoy calle de la Muralla; y otras casas en la plaza Castil de Ferro, actual Jardinillos, que adquirió de Francisco Rivera y su mujer Antonia López en precio de 1.850 reales y que lindaban con las casas que había comprado para el colegio. El mesón sería adquirido algún tiempo después y ya aparece en el Catastro de Ensenada de 1752 como propiedad del colegio motrileño de los Jesuitas.
Prácticamente toda la manzana comprendida entre las calles de la Muralla, José Felipe Soto, avenida de Salobreña, Narciso González Cervera y calle de la Carrera, pertenecieron a las fundaciones del cardenal Belluga en Motril.
Andando el tiempo, las fundaciones de Belluga en Motril y en el resto de las ciudades murcianas, fueron desamortizadas y vendidas en pública subasta, con ello las instituciones creadas por el Cardenal desaparecieron y a fines del siglo XIX nada quedaba de las rentas destinadas a Motril y de los edificios que se habían adquirido para el seminario y el colegio. La casa de los Herrera pasó a ser propiedad del Estado y en ella se estableció la Aduana de Motril. A principios del siglo XX perteneció a la familia Jiménez Caballero que la reedificó y quemada durante la Guerra Civil.
Las casas del Colegio, huertas, noria, etc., fueron desamortizadas durante el Trienio Liberal y compradas por Ruperto de la Cámara en 1822 y posteriormente vendidas en 1837 a Francisco de Paula Micas (Ortiz del Barco, J.: “Batiborrillo”, en Rev. La Alhambra. Granada 1911).
Es difícil con las descripciones de las escrituras notariales conocer cómo eran y donde estaban exactamente estas propiedades de Belluga, pero por suerte se han conservado en el Archivo Histórico Nacional una serie de planos de la segunda mitad del siglo XVIII donde se ve perfectamente la situación y distribución de todos estos edificios que compró el Cardenal. Son los planos más antiguos de un sector urbano que se conocen, por ahora, de Motril y un documento de un enorme valor histórico, puesto que nos permiten conocer una parte de la ciudad hoy desaparecida.