EL FARO
Domingo, 13 de noviembre de 2022
Antonio Gómez Romera
EN EL 20 ANIVERSARIO DEL “DESASTRE DEL PRESTIGE”
Hace veinte años (miércoles, 2002), se produce el «Desastre del ‘Prestige», petrolero monocasco griego con bandera de Bahamas que sufre una vía de agua por una grieta de 15 metros en estribor durante un fuerte temporal frente a la Costa de la Muerte gallega, con 76.972 toneladas métricas de fuel pesado y 27 tripulantes a bordo. Como se supo más tarde, el “Prestige” llevaba algo más de 2.000 toneladas de fuel por encima de su capacidad, lo que contribuyó a agravar los daños causados por el temporal sobre la estructura del buque. Según expone la organización “Ecologistas en Acción” en el artículo que bajo el título de “19 años del desastre del Prestige, no olvidamos”, fue publicado el 12 noviembre 2021, “Un funesto 13 de noviembre de 2002 se produjo el mayor desastre ecológico de la historia de Galicia. Una terrible noche de temporal, el petrolero monocasco Prestige sufrió una vía de agua cuando navegaba a 28 millas (52 km) del cabo Fisterra. Las autoridades españolas comenzaron un rocambolesco periplo remolcando el barco hasta que se partió en dos el día 19 de noviembre. Como consecuencia de ello, llegaron a las costas varias decenas de miles de toneladas de fuel oíl (chapapote), que luego se extendieron por toda la costa cantábrica y el sur de Francia, produciendo una de las mayores mareas negras de la historia. Las olas de fuel y muerte batieron contra los acantilados de la Costa da Morte, contra las Islas Cíes y Ons, contra playas de alto valor natural y paisajístico”.
El Prestige había partido el miércoles, 30 de octubre, de San Petersburgo (Rusia) con destino a Gibraltar. El propietario del barco es la Compañía «Mare Shipping INC» de Liberia y es explotado por la naviera griega «Universo Marítime». Transporta una carga propiedad de la Compañía petrolera rusa «Crown Resources», con sede en Suiza y va capitaneado por Apostolos Ioanis Mangouras (Karkinagri, isla de Ikaria, Grecia, 30 noviembre 1934), de 68 años de edad y 20 de experiencia en el cargo. El «Prestige» fue botado al mar el lunes, 1 de marzo de 1976 (tenía ya 26 años) en Maizuru (Japón), donde fue construido por la Empresa «Hitachi Shipbuildind Engineering». Tiene 243’5 metros de eslora, 34’4 de manga y 14 de calado con las bodegas cargadas, pero lleva tres años sin pasar ningún tipo de revisión y algunas empresas petroleras ya lo han descalificado, tales como Repsol, en 1997, y BP en el 2000. El miércoles, 13 de noviembre, Ireneo Maloto, primer oficial del “Prestige”, lanza una llamada de auxilio, que es atendida por “Salvamento Marítimo», ya que se encuentra a pocos kilómetros de Finisterre. El petrolero ha interrumpido su travesía desde San Petersburgo hacia Gibraltar tras sufrir importantes daños estructurales en medio de un gran temporal, y en ese momento se encuentra escorado y prácticamente a la deriva. El Capitán Mangouras decide llenar de agua de mar la parte del barco que puede lastrar, el tanque de lastre 3, de babor, para evitar que vuelque completamente. Consigue equilibrarlo a costa de que el barco pese más. Para Juan Zamora Terrés, capitán de la Marina Mercante, doctor en Marina Civil, y fundador del Sindicato Libre de la Marina Mercante en 1.974, «Era la única forma de salvar el buque, y lo salvó».
La tripulación del barco, la mayoría de nacionalidad filipina, es contratada en los Emiratos Árabes Unidos y será evacuada en helicóptero, de forma que sólo quedan en el “Prestige” el Capitán, el Jefe de Máquinas (Nikolaos Argyropoulos) y el Primer Oficial. La coordinación del Gobierno español en el segundo mandato del Partido Popular (2000-2.004), presidido por José María Aznar López, es «confusa» tal y como indica la primera sentencia judicial del caso. El ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos Fernández (Madrid, 1 octubre 1947), impulsa la estrategia de llevar al “Prestige” mar adentro. El capitán Mangouras se niega a remolcar el barco lejos de la costa española y las tareas de rescate se retrasan, por lo que la Capitanía Marítima de La Coruña lo denuncia por obstrucción y desobediencia y es detenido el viernes, 15 de noviembre, y trasladado al Juzgado de Corcubión para prestar declaración. Para el periodista, historiador y doctor en Marina Civil, Juan Zamora Terrés, la detención «forma parte de esos actos poco piadosos de algunos Gobiernos que sacuden sus responsabilidades y atribuirlas al eslabón débil de la cadena». Sobre este particular hay que hacer destacar que un informe preliminar de la compañía estadounidense ABS («Americam Bureau of Shipping»), la misma que había certificado años antes la navegabilidad del buque, destaca que el derrame tóxico podría haberse evitado de acercar el «Prestige» a puerto y haber intentado contener las grietas allí.
El Capitán Mangouras, dos días después, por decisión judicial, es internado en prisión, donde va a permanecer durante 84 días. Para salir bajo fianza, el seguro de protección e indemnización (P&I) de la naviera deposita de forma record la cantidad de tres millones de euros, la más elevada de nuestra historia. Según sus propias palabras, “pasé las fiestas navideñas (tan entrañables para la familia) encerrado en una celda de una cárcel, en un país donde no conocía a nadie, y lejos de mis seres queridos que son mi familia, con un estigma que me acompañará durante toda mi vida tanto a mí como a mi familia. Este estigma mancha y pone en tela de juicio mi capacidad profesional y sentido de responsabilidad. Deseo a quienes son los responsables de mi situación actual que nunca tengan la ocasión de sentir el dolor, la impotencia y la soledad que yo he sufrido y sufro durante todo este desgraciado proceso”. Durante los dos largos años que dura el proceso judicial, se le obliga a permanecer en España, privándole de la posibilidad de regresar a Grecia.
Las oleadas de chapapote empiezan a llegar a las costas gallegas el sábado, 16 de noviembre, tres días después de que se averiara la nave, con un impacto inicial sobre el litoral entre Finisterre y Arteixo. El “Prestige” es remolcado por los buques “Ría de Vigo”, “Sertosa 32” y “Charuca Silveiria”, de la Empresa holandesa “Smit Salvage BV”, que es contratada por el armador para el salvamento del petrolero. La operaciones son coordinadas por el capitán Wytse Huismans, dirigiéndose hacia el Sur, hasta que las autoridades portuguesas indican que no pueden seguir avanzando, por lo que se redirige el rumbo hacia el Oeste. A las 8 de la mañana del martes, 19 de noviembre, tras seis días siendo remolcado mar adentro, a unos 250 kilómetros (130 millas) de la costa de Finisterre, se parte en dos y se hunde, arrastrando el resto de su carga de fuel pesado a una profundidad de 3.850 metros. El infortunio provoca la mayor catástrofe ecológica y medioambiental de España, afectando el vertido tóxico a casi 3.000 kilómetros de las costas española, portuguesa y francesa y a 1.137 playas. Será Galicia la que se lleve la peor parte, quedando gravemente afectadas la pesca de bajura, la acuicultura y la naturaleza.
En un principio, el Gobierno se niega a reconocer los efectos del desastre. El principal responsable político, el Vicepresidente del Ejecutivo, Mariano Rajoy Brey (Santiago de Compostela, 27 marzo 1955), desmiente en incontables ocasiones la gravedad del problema. Y el mismo día del hundimiento afirma que «no habría una catástrofe» y que «todo apuntaba» a que el crudo se solidificaría dentro del barco. Cuando Portugal y Francia comienzan a contabilizar los nuevos derrames de petróleo que asoman en los alrededores del «Prestige», el Gobierno vuelve a cerrarse en banda: afirman, con vehemencia, que no hay vertidos recientes. Tampoco hay consenso sobre la extensión exacta de la mancha. Portugal la acota en unos 50 por 29 kilómetros cuadrados, con varios centímetros de grosor; mientras que la versión oficial española habla de 29 por 19 kilómetros, de un grosor de «20 milésimas de milímetro» y califica las fugas del barco como «hilitos de plastilina». Con el transcurso de los días, la devastación ecológica del vertido se hace cada vez más evidente y salen a la luz varios hechos inquietantes, tales como que el ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa y Martínez-Conde (Cartagena, 23 mayo 1952), admite que se habían planteado bombardear el «Prestige» para hundirlo y quemar el fuel. También, el 27 de noviembre, «La Voz de Galicia» desvela un «informe secreto» del Ejecutivo que confirma que el vertido supera las 20.000 toneladas de petróleo, algo que se sigue negando públicamente. Hay que hacer constar que los medios de comunicación españoles desarrollan un papel importante durante la crisis medioambiental. Desde un primer momento, recogen los datos y predicciones aportados por científicos expertos y cuestionan la gestión del Gobierno, al tiempo que dan voz a los datos que ofrecen instituciones internacionales para contrarrestar el silencio inicial del Ejecutivo.
Consecuencias
El día 1 de diciembre de 2002 tiene lugar una multitudinaria manifestación en las calles de Santiago de Compostela que es secundada por las principales ciudades del país. Exigen claridad en la información oficial sobre el desastre y medidas contundentes para frenarlo cuanto antes. En el mencionado artículo de Ecologistas en Acción, “19 años del desastre del Prestige, no olvidamos”, se precisa que “ante la incompetencia y la falta de medios de Xunta y Gobierno, cientos de marineros se lanzaron a defender las rías, pescando con sus redes y sus propias manos el chapapote. La sociedad civil auto organizada, las cofradías de pescadores, las mariscadoras, las asociaciones, fueron las que dieron respuesta a la catástrofe ante la incomparecencia de las autoridades. Se generó también una ola de solidaridad en todo el Estado y en muchos países. Acudieron miles de personas voluntarias, una marea blanca frente a la marea negra, para limpiar de chapapote las costas gallegas, trabajando durante varios meses. Fueron días de lágrimas y dolor, de mentiras y rabia que despertaron en el pueblo gallego una oleada de indignación que anegó la plaza del Obradoiro seis veces en la histórica manifestación del 1 de Diciembre de 2002”. Los voluntarios se convierten en los protagonistas indiscutibles de la crisis y entre la ciudadanía se impone el espíritu solidario. Decenas de miles de voluntarios proceden a la limpieza del “chapapote” de las playas y en algunas de las poblaciones más afectadas, como Muxía, se registran más de 120.000 personas en total. A los voluntarios se suman la Guardia Civil y la Cruz Roja, que envían a miles de trabajadores sólo en el primer fin de semana.
La limpieza del vertido y sellado del buque tiene un coste de unos 12.000 millones de dólares y solo en los seis primeros meses se encuentran más de 23.000 aves cubiertas por completo de fuel. En el primer año tras la tragedia se retiran casi 100.000 toneladas de arena y petróleo y de las más de 76.000 toneladas que portaba el Prestige se consiguió rescatar una pequeña parte con un valor de 2 millones de euros que recolectó Repsol y que se puso a disposición del Tribunal. Más tarde, se tapan de forma provisional algunas grietas del navío, pero el petróleo siguió escapando. Según “datos oficiales”, el total del derrame ascendió a 63.000 toneladas de crudo que produjeron 170.700 toneladas de desechos. Cerca de 3.000 kilómetros de costa acabaron contaminados de petróleo, de ellos 1.137 playas y 450.000 metros cuadrados de acantilados rocosos. En el fondo oceánico se calcula que unas 526 toneladas de fuel provocaron la muerte de cientos de miles de animales marinos y entre 115.000 y 230.000 aves marinas. La pesca se suspendió durante más de seis meses en la costa gallega, ocasionando unas pérdidas de más de 22 millones de euros. A partir del año 2003, la Xunta invierte 882 millones de euros para «relanzar» Galicia y el Gobierno central duplica el presupuesto destinado a esta Comunidad con el objetivo de paliar los daños que la marea negra ha producido sobre el tejido económico de la región.
Celebrado el juicio, la Audiencia Provincial de La Coruña condena a nueve meses de prisión al capitán del barco por desobediencia grave. Una sentencia posterior (2016) del Tribunal Supremo, corrige esta decisión y lo acaba condenando a dos años de cárcel por un delito contra el medio ambiente, ya que habría actuado «temerariamente y a sabiendas de que probablemente se causarían tales daños». El Tribunal Supremo fijará también nuevas responsabilidades civiles e indemnizaciones que superan los 1.500 millones de euros en algunos casos, a aportar entre el capitán Mangouras, la compañía aseguradora del navío, «The London Steamship Owners Mutual Insurance Association», el Fondo Internacional de Indemnización de Daños debidos a la Contaminación por Hidrocarburos (FIDAC) y la propietaria del buque, «Mare Shipping INC». El dinero se reparte entre el Gobierno español, el portugués y el francés, la Xunta de Galicia y más de 600 personas afectadas individualmente.
Colofón
El hundimiento del «Prestige», dejó imágenes estremecedoras en las costas gallegas cubiertas del negro “chapapote” durante meses y las aves muertas, asfixiadas por el petróleo. También la colaboración ciudadana y la implicación de decenas de miles de voluntarios llegados de todas partes de España y Europa, que se sumaron a las tareas de limpieza y recuperación del ecosistema y que se guardan en un lugar privilegiado del recuerdo colectivo. Las consecuencias del vertido son todavía visibles en muchas de estas playas, como apunta un estudio de “Ecologistas en Acción” y el «Prestige» sigue hundido a varios kilómetros de la costa, con una cantidad indeterminada de fuel en su interior. Dos décadas después de ésta tremenda crisis medioambiental España «sigue sin estar preparada» para afrontar un desastre ecológico de magnitudes semejantes, tal y como ha remarcado la Organización ecologista y pacifista internacional “Greenpeace”.