HISTORIA DEL NOMBRE DE ALGUNAS CALLES MOTRILEÑAS
Si bien tenemos bastantes libros y artículos que procuran retratar el pasado y acontecimientos importantes de Motril, la realidad es que tenemos poca información acerca de lo sucedido en la calles de nuestra ciudad. No solemos conocer la historia de nuestras calles, desde cuando existe una determinada calle, cuando se le dio en nombre, porque se le eligió uno y no otro, si se le ha cambiado en algún momento… Son datos importantes que nos ayudan a conocer la historia de Motril y su evolución en el tiempo. Los nombres de las calles nos pueden contar mucho sobre la historia y cultura y no son aleatorios, sino que representan señas culturales de Motril y su historia.
Por tanto, los nombres de las calles de una cuidad también forman parte de su patrimonio histórico, ya que suelen recordar los nombres de las personas que en algún momento vivieron en ellas, las profesiones que en ellas se ejercieron, los grupos sociales que las habitaron, las construcciones, etc. y por eso suelen ser un recuerdo de épocas pasadas que se debe conservar con mucho cuidado como memoria y tradición en la historia de la ciudad. En Motril tenemos muchas calles con nombres que nos hablan de épocas pretéritas de nuestra historia local y cuyas denominaciones se han mantenido durante siglos.
En este artículo recojo algunos, hay bastantes más, de esos nombres de calles motrileñas que aún conservan sus nombres antiguos y que puedes servir como ejemplo de identificación como memoria histórica del lugar que en un momento determinado les dio vida.
Alquitranaderos
El nombre original es calle del Alquitranadero que se iniciaba en pago tierras de secano del mismo nombre a desembocar en la placeta del Cuerno, hoy plaza del Autonomía. Ya se llamaba así esta calle desde el siglo XVII. La denominación debe hacer referencia a que en esa zona de Motril debió existir una casa o instalación fabril dedicada a producir alquitrán y alquitranar o embrear cuerdas, maromas, lienzos, jarcias, etc.; usados en la pesca o en los ingenios azucareros e incluso para calafatear barcos. Es posible, también, que el nombre provenga de algún vecino de la calle que ejerciera esta profesión de alquitranar. Durante alguna época fue conocida popularmente como calle Espejo, por una familia de este apellido que vivió en esta calle.
San Miguel
En el siglo XVII se le conocía como rambla del Alquitranadero y es una calle prácticamente paralela a la anterior y en su origen constituirían las dos una sola rambla proveniente del barranco de Montenegro al norte de Motril que desembocaría en la Rambla de Capuchinos. Ya en el siglo XVIII se le conoce con el nombre que aún tiene la calle en la actualidad y que, seguramente, proviene de la enorme casa principal y molino de aceite (aprox. 1.300 m2) que en este siglo tenía el canónigo de la Iglesia Mayor Miguel Moreno, conocido como el “Molino de San Miguel”. Existieron en esta calle en 1752 dos casas de blanqueo de azúcar; una del canónigo, Juan Fernández Montero de unos 400 m2 y otra perteneciente a la Iglesia Mayor de unos 300 m2.
Chispas
Comunica la calle Enrique Montero con la Calle Nueva. El nombre actual de esa popular calle motrileña tiene su origen en el siglo XVIII, ya que en esta calle tenía su taller de cerrajería en 1752 José Gómez, maestro cerrajero, conocido por el apodo de “Maestro Chispas” que era, además, soldado de Infantería. La calle se le denominó durante bastante tiempo como calle del “Maestro Chispas”.
Mercado Alto
El nombre originario es calle del Mercado de los Cabos, ya que esta vía se situaba la casa donde se vendían los cabos de las cañas de azúcar que servían de comida para los animales. Ya se conoce con este nombre en el siglo XVII. 15 vecinos vivían en esta calle en 1786, entre ellos Juan de Martos o Agustín Guerrero. En la calle Mercado Alto se estableció en las primeras décadas del siglo XIX un gran almacén de algodón que se aún conserva en la actualidad. En 1752 la gran casa del Mercado de los Cabos tenía una extensión de unos 1.000 metros cuadrados y ocupaba toda la manzana entre la calle de la Marca, Mercado Alto, Enrique Montero y Cartuja, pertenecía a la vecina de Granada Ana de Zenzano y en estas fechas del siglo XVIII ya estaba en ruinas.
Calle de la Marca
Curioso nombre para una estrecha calleja que comunica la calle Mercado con la Calle Cartuja. Recibe este nombre porque aquí estuvo la oficina o dependencia municipal donde se marcaban las formas cerámicas donde se cuajaba el azúcar en los antiguos ingenios motrileños, es decir el cono cerámico donde se cuajaba azúcar se señalaba con una marca que tenía estipulada el Concejo Municipal y que hacía conocer que el azúcar que contenía procedía de Motril. El Concejo trata en 1607 de unificar el tamaño de las formas, adecuándolas a la “marca” que Motril tenía desde “ynmemorial tiempo”. Los dueños y aviadores de ingenios, en los primeros años del siglo XVII años, habían empezado a cuajar sus azúcares en formas demasiado grandes. Tras realizar unas probanzas, el Concejo ordenó que los alfareros hiciesen las formas según la “marca” bajo la pena de 10.000 maravedíes; prohibiéndoseles, además, que hiciesen greda con las formas y cántaros rotos y que no entrase a la villa ninguna forma forastera, sino era de la misma “marca”. Lo normal es que las formas que utilizaban los ingenios motrileños, tuviesen una cabida de 5-6 arrobas de melaza en punto de azúcar. De cada forma se obtenían aproximadamente 2’5 arrobas de azúcar de pilón, 2 arrobas de miel prima y media arroba de quebrados. Esta calle es la última que conserva su enlosado de piedra original y que debería conservarse.
Pósito
Calle situada a espaldas de la Plaza de España y que comunica la plaza del Teatro Calderón o plaza Bellido, con la calle San José y antigua placeta de Cárcamo. Recibe este nombre porque desde el siglo XVI hubo en esta calle un importante edificio municipal de dos plantas de altura sobre un solar de casi 200 m2 llamado Casa del Pósito que era un almacén de cereales que había sido concedido a Motril por los Reyes Católicos y cuya función principal era acopiar y guardar trigo para realizar préstamos a los panaderos, molineros y a los vecinos necesitados de Motril en época de escasez. La Casa del Pósito, edificio de bastante capacidad, se construyó en la primera mitad del siglo XVI por al maestro alarife Juan de Luciana, estaba unido a su espalda con la casa de la Alhóndiga que tenía su entrada por la actual la Plaza de España.
Carretas
Comunica la Rambla de Capuchinos con la calle Fray Ángel de Sagastume, antiguamente calle del Barrio Nuevo. El nombre original en el siglo XVIII era calle de las Carretas de Luque, debido a que aquí tenía Francisco de Luque, gañan vecino de la zona, una casa con corral donde guardaba las tres carretas que poseía con sus correspondientes yuntas de bueyes, dedicadas al trasporte de mercancías.
Monsú
Antiguo barrio y calle que en la actualidad comunica la calle Rubio Reina con la placeta del Algarrobillo. Se llamada así desde a fines del siglo XVII. Cronistas antiguos de Motril decían que el nombre venía de un supuesto Padre Monsú que construyó casas en esta zona de la ciudad. No hemos encontrado referencias a tal personaje, pero sí que en el siglo XVIII la calle y callejones aledaños se conocían como la calle del “Blanqueo de Monsú” un edificio industrial de unos 1.100 m2 incluidos los corrales donde se blanqueaban y refinaban los azucares que salían de los ingenios y trapiches de azúcar y que era propiedad en 1752 de Melchor de Herrera.
Postigo de Beas
En uno de los nombres de calles más antiguas de Motril, aunque en realidad hoy ya no existe en el callejero de la ciudad a ser sustituido el nombre desde principios del siglo XX por el de plaza de José Canalejas, aunque aún se conserva la placa del antiguo nombre de la calle. El Postigo de Beas fue una de las entradas de las murallas que rodearon parte de Motril en la Edad Moderna situado en lo que hoy sería la entraba de calle Comedias. Un postigo es una apertura en la muralla de menor entidad que una puerta, que servía fundamentalmente para el paso de personas. Era un arco de medio punto de ladrillo y bóveda de cañón que ya existía en 1517 y que fue reparado en 1538 para que pudiese permitir la entrada de un hombre a caballo y una carga de leña. Sufrió daños en el terremoto de 1804 y para 1832 está muy modificado. En el terremoto de 1884 se cayó en parte y fue finamente derribado. Debió este nombre a Domingo de Beas, repoblador motrileño de 1510 y sus sucesores, como Pedro de Beas, que tenía un horno junto al postigo o Francisco de Beas el Mozo que a principios del siglo XVI compraba tierras en el Magdalite al morisco Mateo el Hadid. La familia Beas también poseyó en molino de harina junto a los Bates. También se le conoció en el siglo XVII con el nombre de Postigo de los Mesones, porque cerca de él estuvo el mesón de Pedro García. Al mediar este citado siglo, también se le denomina con el nombre de Postigo de Santiago, porque se le construye una tribuna dedicada al Apóstol Santiago. En 1752 el famoso mesón de la plaza del Postigo de Beas era de un edificio de unos 550 metros cuadrados de solar y pertenecía a doña María de Cota y Alejo.
San Medel
Se conoce con este nombre a la calle que comunica la rambla del Manjón con la rambla del Cenador. La denominación viene porque en esta calle motrileña vivió en el siglo XVII Francisco Herrero de San Medel que fue durante años administrador del ingenio de la Palma. En esta calle en 1752 tuvo su gran casa principal el diacono Antonio Gallegos, capellán de coro de la Iglesia Mayor, seguramente en el lateral sur de la parte más ancha de la calle que, en alguna época, se conoció como placeta de las Campaneras.
Fundición
Calle que comunica la calle Nueva con la rambla de Capuchinos. El nombre es del siglo XVIII ya que en la calle tenía su taller de fundición el maestro fundidor Francisco Blanco. En esta calle existió a mediados del siglo XVII una famosa bodega propiedad de Diego de Trivilla. En esta época la condesa de Donadío tenía en esta calle dos casas, una de ellas, también, era bodega. Después de la Guerra Civil se le dio el nombre de calle del Coronel Manuel Baturone, comandante militar de Motril en 1937; aunque en los años 80 del siglo XX se le volvió a denominar con su nombre tradicional.
Calle Ramón y Cajal (Calle Fina)
Es una de las calles más conocidas de la ciudad y que, también, conecta la calle Nueva con la Rambla de Capuchinos. Desde mediados del siglo XVII se llamó calle del Trapiche, ya que prácticamente casi todo su lateral norte lindaba con el ingenio del Trapiche que fue una fábrica de azúcar que existió en Motril entre los siglos XVII y XVIII. Estaba, el Trapiche, situado en la Rambla de Capuchinos, lindando con la citada calle Fina y una calle que hoy no existe, pero que hasta el siglo XIX corría paralela entre la calle Nueva y la Rambla. El Trapiche debió iniciar sus labores manufactureras de azúcar en la temporada de 1635-36, ya que se le asigna por parte del Ayuntamiento sitio para cortar leña para sus hornos. Era administrador Andrés de Carrasquilla y sus dueños Pérez de Olivera, Juan de Lazarraga y su mujer, Margarita Chirino de Salazar. Con ocasión de la concesión del premio Nobel de Medicina a Santiago Ramón y Cajal en 1906 el Ayuntamiento acordó darle el nombre de este investigador español a la calle de Trapiche, denominación oficial que aún hoy perdura. Entre 1927-1928, durante la alcaldía de Carlos Castillo, fue la primera calle de Motril que se asfaltó y popularmente empezó a ser conocida como calle Fina, por lo liso y parejo de su pavimento.
Plaza de Panaderos
El nombre de esta pequeña plaza situada al final del barrio del Manjón se remonta al siglo XVIII, aunque en esa época se llamada plazuela de Panadero seguramente porque vivía en este sitio un panadero llamado Leonardo Lorenzo. Todos las referencias parecen señalar que el solar que hoy ocupa de la plaza y los edificios construido fue desde el siglo XV una fábrica de azúcar de origen musulmán llamada Aduana Nueva. En 1493 Ali Alazaraque, moro vecino de Motril pero de origen valenciano, la vendió a Fernando de Jiménez, criado de Francisco Ramírez de Madrid, secretario de los Reyes Católicos. En 1557 la Aduana Nueva aún funcionaba y era de propiedad de Diego Ramírez de Haro, señor de Bornos y alcaide de Salobreña. No parece que fuese una instalación manufacturera muy pequeña. Tenía patio, donde las cañas se troceaban en unos bancos de madera antes de llevarlas en espuertas a los alfarjes o molinos de piedra. El edificio tenía salas bajas y altas. En las bajas, perfectamente diferenciadas, estarían la sala de los molinos, cocina donde estaba los hornos y las calderas, la fogata, sala de las prensas de vigas, un cuarto para los tinajones donde se trasvasaba el azúcar después de cocerla; tenía banco, es decir una sala o palacio donde se colocaban las formas cónicas de barro sobre porrones para ser llenadas con melaza en punto de azúcar y efectuar después el blanqueo y el gran edificio del cuarto de las prensas de vigas. A fines del siglo XVI parte de sus edificios se hayan ya en ruinas. En siglo XVII empezaron a construirse algunas casas en el solar que había ocupado la aduana y para fines del siglo XVIII solo se conservaba en pie el cuarto de vigas que se parece mucho en localización y dimensiones al antiguo edificio que se conservó hasta hace no mucho tiempo en el lateral norte de la plaza y que muchos conocimos como la “Fábrica de Fideos”. El marqués de Algarinejo poseyó tres casas en esta plaza hasta mediados del siglo XIX.
Calle San Francisco
Originariamente era la ruta principal de entrada a Motril desde el camino de Salobreña. Su nombre le viene por ser la vía que llevaba desde la Puerta de Granada hasta el convento de la Concepcion, construido por la orden de San Francisco a mediados del siglo XVII en las inmediaciones de la Casa de la Palma. En época morisca estuvo incluida en el arrabal del Manjón y en ella hubo una mezquita llamada Aljemia Arrabat que tenía seguramente su entrada por la actual placeta de Casado. En estos años de principios del siglo XVI pudo ser la llamaba calle de la Cantarería, porque debió haber alguna alfarería. Existió hasta mediados del siglo XVI un ingenio de azúcar frontero con la rambla del Cenador propiedad del conde de Bornos y también tuvieron casas los marqueses de Algarinejo. A mediados del siglo XVIII la casa principal que había en esta calle pertenecía a Antonio Travesí, dueño de la fábrica de azúcar llamada Trapiche Nuevo. Esta casa tenía de superficie unos 450 metros cuadrados y sus cuartos altos se usaban para guardar granos y azúcar. Travesí la tenía arrendada al gobernador político y militar de Motril Carlos Macarthi. En el siglo XVIII existieron en la calle San Francisco una tienda de mercería de Francisco de Rojas y una herrería de Antonio Cortes. Por el Ayuntamiento en los años 20 del siglo pasado se le dio el nombre de Eduardo Cazorla, director de Colegio Politécnico, aunque prevaleció su tradicional nombre que se conserva en la actualidad.
Matadero Viejo o Tercia
Esta calle que enlaza la plaza Bustamante con la calle Nueva, recibió indistintamente a lo largo de su historia los dos nombres e incluso en el siglo XVIII se le denominó como calle de la Cruz Verde.
El más antiguo es el de la calle del Matadero o de la Casa de Matanza ya que por el Concejo se estableció en este sitio fuera de las murallas, el primer matadero que conocemos que tuvo Motril. En 1607 el Ayuntamiento arrendó perpetuamente un solar a Martín Sáez de Arana, vecino de Bilbao y poseedor de las propiedades del mayorazgo del capitán Lezcano; con la intención de ampliar el matadero que estaba colindante.
Recibió también el nombre de calle de la Tercia, porque hasta fines del siglo XIX existió en esta calle una gran casa de unos 860 metros cuadrados de solar conocida como la “Casa de la Tercia” que alindaba con la plaza de la Aurora y con el Matadero. En esta casa se guardaban los azucares que se recaudaban de los diezmos. Fue derribada en 1896 y en su solar se dieron algunas corridas de toros, quizá fuese en lo que al principio del siglo XX se conocía como “Corralón de Castro”.
Las calles de cualquier lugar y de Motril no adquieren pleno significado hasta que llevan un nombre consigo que las distingue de las de al lado. Es entonces cuando dejan de ser un simple camino para convertirse en un recuerdo del pasado. En definitiva, calles, plazas o avenidas que más que un nombre tienen una historia. Conocerla es ahondar en todo aquello que la ciudad vivió y que terminó marcándola.