«LA VIDA NO DEPENDE DE LOS BIENES»
Palabras provocativas las del Jesús picapedrero, que anduvo por la vida despojado de todo lo superfluo y libre de ambiciones… para enseñarnos que no es más rico el que tiene mucho, sino el que necesita muy poco para ser feliz y vivir contento.
Es cierto que el deseo de poseer y de acumular bienes ha estado siempre muy dentro del corazón humano… lo cual tiene mucho que ver con nuestra incesante búsqueda de seguridades.
Lo que ocurre es que la seguridad que nos proporciona el poseer bienes materiales, siempre es engañosa… pues las riquezas desencadenan en nosotros una especie de fantasía que nos hace creer que teniendo más cosas vamos a estar más seguros… pero resulta que eso es mentira.
Vivimos inmersos en un sistema de vida totalmente irracional donde unos pocos acumulan, derrochan y malgastan, mientras que grandes multitudes carecen de lo más indispensable para vivir con dignidad… lo cual es totalmente irracional y de todo punto insostenible…
Pero lo más grave es que este sistema de «desarrollo» cuenta con poderosos mecanismos para engullirnos a todos en un materialismo consumista que nos esclaviza y rompe la fraternidad…
Y no hay nada más triste que ver a dos hermanos peleándose por la herencia…
Que es lo que le dio pie a Jesús para desenmascarar el poder deshumanizador que encierra la ambición y el deseo de acumular riquezas.
Y lo hizo por medio de la parábola del rico terrateniente, que encerrado en sí mismo, solo piensa en tener más, olvidándose de todos… y se dedica a:
– acumular,
– acaparar,
– almacenar y
– aumentar su propio bienestar…
Satisfecho con su cosecha agranda sus graneros, pero no es capaz de ensanchar su corazón ni el horizonte de su existencia…
Acumula bienes materiales, pero no llega a conocer el valor de la amistad ni la alegría de compartir…
Aumenta su riqueza pero empobrece y arruina su vida…
Y sintiéndose seguro y satisfecho en medio de tanta abundancia, habla consigo mismo:
«Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años, túmbate, come y date buena vida».
Y ante estos planteamientos de un mundo moralmente enfermo, el evangelio abre una ventana de emergencia hacia los verdaderos tesoros que pueden dar sentido a la vida, a través de la respuesta a este terrible discurso del rico insensato:
«Necio, esta misma noche vas a morir… lo que has acumulado ¿de quién será?»
Y es que todas las riquezas de este mundo no pueden comprar ni un solo minuto de nuestra vida, cuya verdadera seguridad está solo en manos de Dios.
Todos tenemos unas necesidades materiales que cubrir… y debemos hacerlo lo mejor posible… pero ese no puede ser el único objetivo de nuestra existencia.
El evangelio nos descubre hoy nuevos horizontes…
No porque lo material sea malo en sí mismo, sino porque puede
– separarnos,
– distanciarnos y
– olvidarnos
De nuestros hermanos más necesitados, destinados también a disfrutar, con pleno derecho, de la herencia del Padre.