EL FARO
El pasado viernes la ciudad de Motril rendía homenaje público al sacerdote motrileño D. José Montero Vives, acto del que EL FARO ya ha dado buena cuenta y que venía a dar cumplimiento al acuerdo unánime que tomó el pleno municipal en fecha de 16 de abril de 2019. Según su resolución, y a propuesta de los vecinos de la barriada de Santa Adela, se otorgaba su nombre a la plaza ubicada en un flanco del colegio Ave María-Varadero para honrar la figura de su gran benefactor. Diversas autoridades justificaron su distinción y glosaron la figura de D. José Montero, entre ellas, la alcaldesa de la ciudad, Dª Luisa María García Chamorro, el teniente de alcalde de urbanismo, D. Antonio Escámez, el Presidente del Patronato del Ave María, D. Antonio Almendros Gallego, el Director General Académico del Ave María, D. Diego Martínez, y D. Andrés Palma Valenzuela, profesor de la Universidad de Granada, amigo personal del homenajeado y continuador de sus trabajos e investigaciones sobre la figura de D. Andrés Manjón, además de ser patrón de la Fundación Patronato Avemariano de Granada desde el año de 2021. Fue éste último quien en su intervención ofreció a los presentes las pinceladas biográficas de D. José Montero Vives, incidiendo, sobretodo, en la fecunda obra que ha legado a la ciudad que le vio nacer. Por ello, y a propuesta de EL FARO, hemos querido trasladar a nuestros lectores el contenido íntegro de su discurso, dado que da respuesta clara al porqué del homenaje y justifica la resolución tomada por el ayuntamiento de la ciudad para honrar su figura por todo cuanto bueno trajo a la barriada de Santa Adela, donde gracias a su celo y perseverancia “se hizo la luz de la educación”.
JOSE MONTERO VIVES
Motril, 27 de mayo de 2022
Andrés Palma Valenzuela
Universidad de Granada
Nos reúne hoy la figura de D. José Montero Vives.
Quienes tuvimos la fortuna de tratarlo y conocerlo durante años podemos asegurar que, entre otros muchos rasgos, le definían estos: era una persona dinámica y trabajadora, optimista, coherente, emprendedor, inasequible al desaliento, creativo, locuaz, hombre de escucha y acogida, gran creyente, catequista original, sacerdote de cuerpo entero y, sobre todo, y como horizonte general de su vida, sensible y comprometido con los más desfavorecidos. Tal opción le impulsó a adoptar un talante austero y desprendido que le llevó a asumir libremente una pobreza que marcó su vida y su muerte.
Un compromiso que convirtió su existencia en una entrega sin límites a los últimos desde el Ave María, desde su Parroquia del Albaicín y desde la continuas iniciativas que desarrolló en favor de los más necesitados de su tierra motrileña, que mediante este homenaje, le recuerda con tanto cariño. No siendo ello más que un acto de Justicia apoyado por sus autoridades municipales.
Jamás pensé que un día pudiera encontrarme en Motril en circunstancias semejantes; ni menos aún que me vería en la tesitura de hilvanar en público una reflexión sobre mi querido Maestro en tantas cosas. Hijo de Motril hasta la médula, siempre ejerció como tal dejando constancia de sus orígenes en muchas de sus intervenciones públicas que solía acompañar del característico humor y deje motrileño que nunca perdió.
Gracias por haberme invitado. Especialmente al Patronato del Ave María, al que me honro en pertenecer, a toda la Comunidad educativa avemariana presente en Motril, Granada y Albolote. Sin olvidar a su hermano del alma Francisco Montero, también motrileño de pro, que hoy nos honra también con su presencia al igual que diversos miembros de su familia.
Son fruto mis palabras de muchas horas y experiencias compartidas con él, y también con muchos de vosotros, en la ilusionante labor de actualizar la tarea de educar personas como propuso Don Andrés Manjón. El cariño que profesabais a Don José, me emociona e impulsa a reflexionar con atención sobre cosas ya sabidas –no es novedad hablar de Montero en Motril- buscando ofrecer el vino viejo en odres nuevos.
En el marco de este particular acto, quiero recordar en primer lugar que Dios elige sus instrumentos de salvación dónde quiere y como quiere; sirviéndose de hombres y mujeres de todos los tiempos para hacer el bien. Este es el objetivo al que aspiran las Escuelas del Ave María desde su fundación en 1889. La Institución avemariana es a la vez parte de la Sociedad civil y porción concreta del Pueblo de Dios que es la Iglesia. Su Fundador quiso conjugar esta doble dimensión mediante una particular independencia de la autoridad civil y eclesiástica. Decisión que no siempre ha sido fácil de articular en sus 133 años de Historia.
A este noble empeño de educar hombres y mujeres cabales entregó su vida este insigne motrileño que hoy honramos.
Sólo desde tales premisas puede entenderse la actividad de Don José en esta ciudad que hoy le rinde homenaje. Por ello, y en segundo lugar me gustaría esbozar brevemente los rasgos del nexo existente entre Motril y el Ave-María cuyo catalizador fue durante los últimos sesenta años el sacerdote y pedagogo, paisano vuestro,que hoy recordamos.
La primera noticia de este nexo data de 1899. El 1º de marzo de este año, anotó Don Andrés en su Diario: ¡Quien pudiera! De Motril escriben diciendo “¿Es verdad que el Sr. Manjón desea fundar aquí Escuelas del Ave-María? Que venga y le daremos local y cuantas facilidades él quiera”… Hay mies pero no hay operarios, ¡A. M.! Aunque no reseña la identidad del autor de la carta, otros datos del Diario llevan a pensar que la invitación pudo provenir de Mª del Pilar de León y Gregorio, Marquesa de Esquilache (+1915), pero todo quedó en este comentario. Habrá que esperar hasta marzo de 1933 (10 años después de la muerte de Manjón).
Recibe entonces el A. M. un legado de D. Victoriano Aizpiolea Bellido para realizar la fundación del Centro de Esparraguera, que se inaugura dos años después, el 30 de junio de 1935 con la presencia del arzobispo Parrado y los Obispos de Guadix, Medina Olmos, y Almería, Diego Ventaja. Tras el paréntesis del inicio de la Guerra, retoma su actividad en octubre de 1937.
En el acto inaugural de Esparraguera, y tras mostrar su agradecimiento a Motril, expresó el ya Beato Manuel Medina Olmos su esperanza de que «en una época no lejana este noble pueblo vea crecer en sus distintos barrios otras tantas escuelas avemarianas». El sueño tardó en materializarse 24 años (marzo de 1958), siendo su artífice -con el apoyo y asesoramiento de su mentor Don José Jiménez Fajardo-, nuestro querido Don José que sitúa la raíz de su iniciativa en una experiencia que marcó su vida en el verano de 1949, a sus 21 años (Rivera y Don Gerardo Benavides).
Ultimados sus estudios retoma aquella inquietud en el verano de 1956. Tras realizar un análisis de la situación social y educativa de la zona donde se enclava el centro de la Playa de Motril, cuyos demoledores resultados difunde en diversos medios, se embarcó con el apoyo del Patronato en la creación de una nueva Escuela avemariana que, tras muchas dificultades, abrió sus puertas en 1958. La obra se ejecutó en cinco fases, hasta 1986, a costa de su entrega personal y cientos de gestiones y apoyos de toda índole. El capital fundacional fueron las 3.500 pesetas que le regaló la gente de Motril con motivo de su primera Misa (30/10/1956).
Las razones que le llevaron a fundar este centro fueron expuestas por Montero en un artículo inserto en el Faro de Motril del que extracto estas palabras: Las Escuelas del A. M. son la obra de un cristiano consecuente […Seguir el proyecto de Jesucristo supone] que no basta con compadecerse. Se ama con obras y palabras. […] Don Andrés puso en práctica el mandamiento nuevo consagrándose a la educación de los pobres, postergando todas las comodidades y honores que le correspondían como catedrático de la UGR […] Para los pobres nacieron las escuelas avemarianas […] Por eso al contemplar el estado actual de una barriada de pescadores en Motril, he pensado que las Escuelas del A. M. encontrarían un campo adecuado a sus fines.
Concluida la inauguración de Varadero escribió Montero en su Diario aquel día: Bendición de las Escuelas de Motril por el Sr. Arzobispo. Todos me felicitan y me dicen que estaré orgulloso. La verdad es que esto no me ha envanecido lo más mínimo. ¿Qué he hecho? Nada más que lo que tenía que hacer. Tenía un discurso preparado y no lo pronuncié. ¿Sería por miedo o por humildad? La verdad es que no lo sé. Quizá habría algo de las dos cosas. ¡Qué tontos somos los hombres!
No estuvo sólo en esta tarea. Una relación crecida de maestros y maestras, junto a la presencia de las Religiosas Avemarianas desde 1975, le acompañaron.
En el 50 aniversario de la apertura de este centro en 2008, afirmó Montero, tras el descubrimiento de la placa conmemorativa del acontecimiento: Si he servido con ilusión durante 53 años al A. M. no he hecho una gran proeza; simplemente he hecho lo que tenía que hacer (Lc. 17). He cumplido con mi obligación. Y eso no exige la concesión de un premio […] No soy amigo de homenajes a mi persona […] Sólo os puedo decir que después de 53 años de trabajo entusiasta, y habiendo fracasado tantas veces al no cosechar gran cosa, todavía sigo lleno de ilusión…
Transcurridos 64 años de aquella inauguración y 6 del fallecimiento de su mentor, les invito a preguntarse por qué Motril debe recordar a Don Andrés Manjón, y a su continuador Don José Montero. La respuesta nos la dio el ilustre motrileño Don Domingo López Fernández, quien, desde las páginas de El Faro de Motril, afirmaba el 26 de marzo de 2004: Recordamos a Manjón porque […] consagró su vida a la educación de los pobres y aquí en Motril tomó cuerpo la Escuela de la Esparraguera en 1935 […] en un acto al que acudieron 2.000 personas. [Y porque su obra no quedó] paralizada […] Don José Montero continuó el legado de Don Andrés Manjón […] Tras no pocos esfuerzos y un laborioso trabajo Santa Adela tiene su escuela. Hoy, ambos centros constituyen el testigo fiel del pensamiento que un día atesoró Don Andrés Manjón”. Sentenciando en un nuevo artículo de 2008: Se hizo la luz en Varadero….
Querido Don José, querido Pepe que desde el cielo hoy nos acompañas: amigo, compañero y hermano. Rodeado de tanta gente buena de tu familia, de Motril y del A. M. que te quiso y te quiere, no puedo dejar de pronunciar una palabra salida del alma tras cumplir tantas singladuras en las que soy consciente hubo más velas de alegrías que quillas de amarguras.
Tras una recorrido constante, fiel a tu rumbo y con la proa hacia alta mar, no dudo de que en tu encuentro con Dios llevaron remiendos tus velas y astillas tus sueños. Asimismo estoy persuadido de que, tras arriar las velas y atracar tu nave, ya descansas en la Paz del muelle donde su “Luz te ha hecho ver la Luz”.
Llevaste en tus manos un tesoro en vasijas de barro consciente de que todo venía de Dios. Por ello muchas veces te viste atribulado, pero no abatido; perplejo, pero no desesperado.
En el bregar de tu existencia nunca olvidaste tu ser de polvo amasado y, que por amor, fuiste elegido, ungido y enviado a dar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones desgarrados, a proclamar la liberación a los cautivos y a anunciar a los prisioneros su libertad (Is. 61).
Como Jesús fuiste Maestro y no olvidaste, como dijo Don Andrés, que no es el maestro el camino, sino el que lo muestra; no es la verdad, sino el que la enseña; no es la luz sino el que la descubre y revela; no es la vida sino el que la enseña a vivir (Manjón II, 20).
Estoy seguro de que hoy, junto al fulgor radiante de la aurora que no conoce ocaso, y es Cristo resucitado, podrás musitar estas palabras que el poeta avemariano Benítez Carrasco, al caer de la tarde, alumbró desde la besana de la viña, ya cansado de la labor:
Gracias Señor, por haberme elegido labrador de tus campos;
por el trigo evangélico
que pusiste en mis manos;
por la yunta de la Fe y de la Esperanza;
y este ignaciano (avemariano) amor al arado.
Sólo tú sabes si rendí cosechas;
yo sólo sé que puse amor en mi trabajo,
en los cincuenta surcos
que hasta hoy he labrado.
(M.
Benítez Carrasco III, 268)