TONTOS
Entre espías patrios, políticos 6.0 que llegan tarde a inscribirse para las elecciones andaluzas, alicantina vestida de faralaes que se llama a sí misma andaluza, que seamos la provincia con las peores valoraciones de Andalucía en restauración, playas y alojamientos, o que en cualquier momento el descerebrado de Putin nos facture un pepinazo sin acuse de recibo, les pediría unos minutos de reflexión sincera, para analizar si somos tontos de capirote, como nos llamó el presidente de Iberdrola y presunto delincuente, Ignacio Sánchez Galán, o no lo somos tanto.
La chulería y prepotencia con la que el multimillonario «eléctrico» se refirió hace unos días a sus clientes, es propia de una élite de este país, que lleva generaciones sintiéndose por encima del bien y el mal y tratando a sus conciudadanos, como molestos borregos de un rebaño a su servicio.
Al escuchar al «listo» de Galán nos sentimos insultados, ninguneados y por supuesto indignados. Las redes sociales bramaron. Los medios de comunicación se alinearon en las críticas y en las conversaciones de amigos y familiares, quien más quien menos, se acordó de los muertos del «iberdrolo», pero la pregunta es ¿De verdad somos tontos. Diría más, tan tontos?
Les propongo que hagamos un ejercicio de autocrítica elemental para saber hasta que punto somos tontos, o si es que no lo somos en absoluto.
A día de hoy Iberdrola es la segunda empresa del Íbex-35 (solo superada por Inditex) y tiene 9.000 empleados directos. Durante 2021 Iberdrola obtuvo beneficios históricos, alcanzando la cifra de 3.855 millones de euros. Y también en 2021, Sánchez Galán se convirtió en el directivo que más aumentó su sueldo, embolsándose 12 millones de euros. Convendrán conmigo que Sánchez Galán debe ser mucho más listo que sus clientes, para levantarse semejante pastizal sin ser futbolista, youtuber o influencer. Pero sobre todo deberíamos empezar a pensar que lleva razón y somos tontos de babero, cuando una semana después de su rebuzno, no nos hemos dado de baja en su compañía por millares.
En el Gobierno también deben pensar que somos tontos. Pruebas hay por docenas, aunque en las dos últimas semanas hemos tenido una nada menor, con el descalzaperros a cuenta del «espionaje» estilo Mortadelo y Filemón, que se ha cobrado la cabeza de la directora del CNI, aunque su jefa y ministra de Defensa, Margarita Robles, también nos haya tomado por imbéciles, insistiendo en que no se trata de un «cese», sino de una «sustitución» en la dirección de los espías hispánicos.
Debemos ser bastante «tontos», cuando la alicantina Macarena Olona, candidata por Granada a las elecciones autonómicas del 19 de junio y aspirante a la presidencia de la Junta de Andalucía, decía ayer en el Congreso de los Diputados que «el feminismo atenta contra el reloj biológico de las mujeres». La hija del testaferro de Jordi Pujol, debe imaginar que somos estúpidos, porque mientras se despachaba con semejante majadería, imaginaba que nos habíamos olvidado de que su partido ha votado en contra de subir el Salario Mínimo, de medidas para la concilia