Domingo A. López Fernández/EL FARO
Fotos: EL FARO
EN EL FARO, ECOS DE NUESTRA SEMANA SANTA: Solemnidad plena para el cortejo del Jueves Santo que anuncia la muerte de Cristo en la Cruz
Dice un viejo refrán español que “tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. Tres días que, desde el punto de vista litúrgico, tienen una gran trascendencia para el cristiano, aunque ahora solo nos vamos al referir al primero de ellos, ese jueves que da principio al Triduo Pascual y que rememora la institución de la eucaristía en la última Cena del Señor. Es un día festivo por excelencia y, en Motril, se hace palpable el sentido penitencial de la jornada, pues tres corporaciones pasionistas salen a la calle para hacer un ejercicio de retrospección interior y recordar los hechos que acontecieron a Jesús en su calvario. Así lo rememoran públicamente los hermanos de Jesús de Pasión, los de Nuestro Padre Jesús Nazareno y los de la cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Las sagradas escrituras refieren que Jesús murió en la cruz un viernes, y así lo confirman los evangelistas, de ahí que la señera corporación pasionista de este día, la del Cristo de la Buena Muerte, efectúe su salida penitencial en la hora que marca el albor del nuevo día. Lo plasma y evidencia la imagen titular, esa impresionante figura de Cristo crucificado tras haber expirado, que fue tallada en el año de 1954 por el insigne imaginero granadino Domingo Sánchez Mesa.
Desde sus inicios, la cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte tiene un marcado carácter penitencial, tal y como aparece reflejado en sus estatutos. Tiene fijada su hora de salida para las 0:00 hrs del viernes santo, pues su imagen titular representa ya a Cristo muerto, y tiene igualmente la particularidad de hacer su recorrido procesional con las calles totalmente a oscuras, la única que lo hace así en la semana santa motrileña. Este sentido de mortificación se complementa, además, con el impresionante silencio que guardan sus hermanos de penitencia y el que hace guardar el público que se apresta en las aceras para contemplar la efigie del Señor de la Buena Muerte, de ahí que la procesión sea conocida popularmente con el nombre del “Silencio”.
El momento de su salida penitencial es verdaderamente solemne en el interior del templo, pues se queda totalmente en penumbra y los hermanos portadores del Cristo de la Buena Muerte entonan una sagrada oración, al tiempo que piden al santísimo por los hermanos fallecidos. Este año, entre otros, la cofradía ha tenido la sensible pérdida del hermano cofrade Antonio Domínguez, antiguo miembro de la junta de gobierno de la cofradía, a quien se ha recordado junto a familiares y costaleros que han dejado el mundo terrenal en los dos años que la corporación no ha podido salir a la calle por causa de la pandemia del Covid-19.
Como se ha indicado, al momento mismo de la salida del Cristo por la puerta norte de la iglesia, el templo Mayor queda en penumbra, pero no exento de fieles. Es momento para la oración, para el rezo, y todos los jueves santos, mientras la cofradía se encuentra en la calle, los adoradores nocturnos permanecen en la capilla del sagrario custodiando el monumento que ha sido erigido en la tarde. Allí, en esa penumbra, encontramos en la noche al presidente de la sección adoradora de Motril, D. José Jiménez Bautista, que lo es desde el año 2009, y que ha querido dedicar unos breves minutos a EL FARO para explicar la misión que en esa noche tienen encomendada. Según nos refiere, durante el tiempo que la procesión se encuentra en la calle, aproximadamente unas tres horas, “los adoradores nocturnos hacemos las lecturas que pertenecen al Jueves Santo, entre ellas un santo Vía Crucis interno con la iglesia totalmente a oscuras. Se guarda silencio, se ora ante el señor, se le reza y cada uno le pide y le da gracias por su mediación. Hay momentos que no se reza con la boca, o las palabras del manual, sino con el corazón, lo que uno sienta en ese momento”. Según nos indicaba, son aproximadamente una treintena de adoradores los que se congregan en la capilla del Sagrario, gente mayor sobretodo, aunque esperan que se pueda añadir juventud e incluso niños, como ocurre en numerosas ciudades de España, donde son conocidos con el nombre de Tarsicios.
Iniciada la procesión, el paso de Cristo parte en modalidad de varal malagueño con la cruz arriada para salvar el dintel de la puerta norte de la iglesia. Fuera ya se encuentran los hermanos en penitencia esperando su partida, quedando desplegados a lo largo de la calle que lleva el nombre de su titular, además de la Rambla del Manjón. El cortejo se organiza en torno a tres secciones de cuerda, la primera va desde los faroles de frente de procesión hasta los farolillos que marcan la segunda sección, y de aquí la tercera, que marca ya el fin de la sección penitencial. En total, treinta hermanos de penitencia por sección. Fiel a la tradición, el paso va exornado con un monte de claveles rojos y cuatro conjuntos florales de iris en las esquinas, en color morado, que pretenden señalar que Cristo ya ha muerto en la cruz. Va portado al hombro por sesenta y cinco hermanos y, este año, tiene como novedad la guardia de honor de cuatro miembros de la policía local en sus cuatro esquinas, en calidad de hermanos mayores honorarios. Esta fina estampa se ha repetido durante todo el día en la iglesia Mayor, pues la imagen del sagrado crucificado ha gozado de guardia de honor junto al guion de la policía local que porta la corbata de la corporación que le fue impuesta días pasados.
Momento indescriptible ha sido el del alzado de la cruz a toque de corneta, que ha interpretado el himno del “Silencio” que señala con honor la muerte del Redentor, a la vez que el cuerpo de policías que acompaña al cortejo han saludado militarmente al Cristo. El cortejo ha quedado formado con dos timbales al frente que hacen señalar el paso de la procesión, al que sigue la cruz guía de madera que muestra en su cruceta la corona de espinas que portó el Salvador en sus sienes. Le siguen los faroles de la primera sección, junto al estandarte corporativo que muestra su título y el emblema pasionista en el óvalo central. A continuación, miembros del grupo joven con capillo bajado y sus correspondientes varas presidenciales, y los hermanos de luz atados a su cíngulo de esparto mediante una cuerda. Siguen a ellos la presidencia oficial que ostenta el cuerpo de la policía local, y el propiamente eclesiástico que ostenta el consiliario de la cofradía, D. José Albaladejo, junto al párroco de Capuchinos, D. Antonio Rodríguez Hervás. Finalmente, el impresionante trono del Cristo de la Buena Muerte que ha sido realizado en los talleres de Aldo Ceretta, según diseño del conocido cofrade almeriense Rafael López Usero. Tras el paso marcha un tambor que marca el señorial paso malagueño de los hermanos portadores. Se hace destacar el peculiar transcurrir de esta conocida procesión del “Silencio” por las calles, pues las filas de hermanos de luz caminan hasta el momento en el que el trono de Cristo queda junto a los últimos hermanos de penitencia. En ese momento, todos bajan sus cirios al suelo, iniciándose el porte del paso de misterio, que se va a hacer llegar hasta la cabeza de la procesión para comenzar, otra vez, el caminar de los penitentes.
El itinerario dispuesto este año por la junta de gobierno de la cofradía ha mostrado sensibles cambios que han sido acogidos con muy buena aceptación por parte de los fieles y público en general. Así, partiendo de la iglesia Mayor, el cortejo ha seguido por Plaza de la Libertad, Cardenal Belluga, Plaza Canalejas, Cruz de Conchas, Pozuelo, Travesía de San Antonio, Plaza San Antonio, Comercio, Plaza del Ciprés, Seijas Lozano, Nueva, Teatro, Plaza Bustamante, Plaza Cruz Verde, Gaspar Esteva, Emilio Moré, Plaza Díaz Moreu, Romero Civantos, Plaza de España y de aquí el encierro en la iglesia. En total, algo más de tres horas de recorrido procesional en el que el cortejo se ha visto acompañado del pueblo en total plenitud y fervor hasta el mismo momento de la clausura. Se trata de una cofradía austera y muy marcada por la penitencia, por lo que no suele mostrar estrenos significativos en su cortejo. Sin embargo, si se ha de destacar ese emotivo momento en el que la cruz ha sido alzada en su partida con todo el cuerpo de la policía local cuadrada marcialmente y efectuando el saludo militar. A preguntas de EL FARO, su hermano mayor, Pablo Javier Fernández, refería que “ha sido un cortejo que ha transcurrido con mucha tranquilidad y mucho fervor, pues se ha notado en la gente las ganas de salir penitencialmente tras dos años de suspensión. Es más, nos hemos quedado sin hábitos y son muchas las personas que ya han reservado su plaza para el año que viene”.
Como consecuencia del nuevo trazado por las calles de la ciudad, la procesión del “Silencio” ha efectuado su clausura con una breve demora con respecto a otros años. Ha sido, no obstante, un momento sublime, pues la plaza de España ha mostrado una afluencia de público como no se recordaba en ediciones anteriores. En ese momento, D. José Albaladejo, ha entonado un padre nuestro y ha referido a los hermanos de hermandad y fieles presentes el significado de la cruz y el martirio a que fue sometido Jesús antes de morir en la cruz. A continuación, se ha verificado el encierro, instando el cambio de hermanos portadores y arriando la cruz para proceder a su ingreso en el templo Mayor. Ya en silencio, se ha procedido al desmontado de la cruz del Cristo de la Buena Muerte y en una corta, pero solemne procesión por su interior, se le ha portado a hombros con el templo en penumbra, para ser colocado en un improvisado altar el brazo derecho del crucero.
Así culminaba un día grande, que lo es, de la semana santa motrileña. Tras dos años de inactividad procesionista en la calle, la emoción y el sentimiento ha vuelto a prender en los corazones de los lugareños para renovar esta antigua tradición que distintas generaciones instituyeron en la que fue villa de Motril, para hacerla trasladar hasta los tiempos actuales en la que es brillante senda espiritual que todos los años, por el mes de marzo, o abril, según el caso, recuerda la pasión y muerte de Cristo.