Domingo A. López Fernández/EL FARO
EN EL FARO, ECOS DE NUESTRA SEMANA SANTA: Se clausura con brillantez su cortejo sacro en la ya madrugada del Viernes Santo
El día del Jueves Santo es una fiesta tradicional del calendario litúrgico que se vive con extraordinaria pasión en la villa de Salobreña, pues dos corporaciones penitenciales tienen fijada su salida procesional en las primeras horas de la noche. Se trata de la cofradía de María Santísima de las Penas y San Juan Evangelista, y la del Santísimo Cristo del Perdón, ambas con sede canónica en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario. Las dos verifican su ejercicio penitencial con prácticamente una hora de diferencia, lo que posibilita a sus respectivas juntas de gobierno la justa capacidad de movimientos para organizar sus cortejos sin dificultad y no entorpecerse mutuamente en la que es salida y llegada de sus hermanos en penitencia. Aparte de la magnificencia de sus pasos procesionales, la solemnidad del día viene marcada por el inicio del Triduo Pascual en la iglesia, que se va a extender hasta la madrugada del domingo de resurrección, tres días muy significativos que recuerdan la pasión, muerte y resurrección de Cristo Salvador. Precisamente, en lo que respecta a la cofradía del Santísimo Cristo del Perdón, el pasaje iconográfico del día queda simbolizado en la impresionante talla de Cristo Crucificado que tiene por titular, antigua imagen de autor desconocido que pudo salvarse en la guerra civil tras la ocupación de Salobreña por las tropas nacionales en el mes de febrero de 1937. La advocación del “Cristo del Perdón” tiene su origen en la Santa Misión que tuvo lugar en Salobreña a finales del mes de noviembre de 1950 con los padres jesuitas Huelin y Rejón, venidos expresamente desde Málaga. En la misión ambos exhortaron el sermón del Perdón y un acto de desagravio al Cristo Crucificado que se desarrolló en su presencia junto a la Plaza del antiguo Ayuntamiento. En la función, todos los asistentes, víctimas inocentes de uno y otro bando, se concedieron el perdón mutuo tras un abrazo fraternal y, desde entonces, el venerado crucificado lleva el nombre de Cristo del Perdón.
El Jueves Santo es un día de especial significación para la cofradía “del Perdón”, pero también de intensos preparativos para la jornada penitencial de la noche. En la mañana, junta de gobierno y hermanos portadores tienen una cita obligada en el templo patronal para proceder a la entronización de la sagrada imagen en el paso, que ya se encuentra perfectamente aderezado en su exorno floral. Un exuberante monte de claveles rojos se extiende a los pies de Cristo para simular el Monte Calvario, disponiéndose en su frontal un llamativo conjunto de “iris” de color morado que señala la muerte del Salvador. El traslado del Crucificado desde su retablo hasta el paso es, igualmente, un momento pleno de espiritualidad, pues en el mismo momento de su subida, todos los hermanos entonan con sentimiento el soneto “No me mueve, mi Dios para quererte”. Se trata de un emotivo poema anónimo original del siglo XVI en el que señaladas estrofas de su composición dirigen sus versos a Cristo clavado en la cruz, “tú me mueves, Señor, muéveme el verte/ clavado en una cruz y escarnecido, /muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. /Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, / que aunque no hubiera cielo, yo te amara/ y aunque no hubiera infierno, te temiera…”. Tras ello, la emoción vuelve a embargar a todos los presentes al recordar ahora a los hermanos fallecidos, en cuya memoria se hace guardar un minuto de silencio.
La salida procesional de la cofradía del Santísimo Cristo del Perdón tiene lugar tras haberse efectuado la propia de la Virgen de las Penas y San Juan Evangelista desde el templo patronal. Poco más de una hora, pues para organizar el cortejo sacro en el interior de la iglesia y verificar que todo se encuentra en perfecto estado para iniciar la marcha. El trono de Cristo se encuentra en esos momentos bajo el coro y, llegada la hora de partida, los costaleros ocupan sus varales para iniciar su encaramiento frente a la puerta lateral de la iglesia. Es en ese momento cuando acontece una de esas escenas que llaman a la devoción y despliegan ese sentimiento cristiano que remueve los cimientos del corazón. Hablamos del momento en el que la imagen del Cristo del Perdón pasa justamente delante de la imagen de la Virgen de los Dolores para crear, sin quererlo, la tierna escena de la Madre en el Calvario, en la que ve pasar a su Hijo clavado en la cruz y coronado de espinas. Ya plantado frente al pórtico de la iglesia, la operación de salida se hace en extremo compleja, pues el paso se baja a ras del suelo y casi se hace arrastrar por él para evitar el roce de la cruz con el arco de la puerta.
A las 22:00 hrs de la noche, el cortejo de la llamada “Procesión del Silencio” ya se encuentra desplegado en la plaza de la iglesia para iniciar su marcha, abriendo su paso la cruz guía escoltada por dos faroles de frente de procesión. Le siguen dos largas filas de hermanos de penitencia que portan faroles con velas encendidas, situándose en el centro de la sección el estandarte corporativo con la insignia de la cofradía tejida en seda de color negro. Asimismo, el estandarte del Cristo del Perdón que bordaran en oro las hermanas Cabello en Málaga, según diseño de María Lucía Serrano Palmero, y que deja ver en su óvalo central la imagen del Cristo del Perdón pintada al óleo en 1996 por el artista veleño Manuel Hijano Conde. A continuación, el cuerpo de acólitos turiferarios que portan los incensarios y la naveta, seguidos de una hermana en traje penitencial sin caperuza, que deja ver el libro de Reglas que ha sido realizado en el taller de orfebrería de Aragón y Pineda. Tras el libro de reglas se dispone la presidencia oficial de la procesión, en la que están representadas todas y cada una de las corporaciones penitenciales de la villa con sus correspondientes varas presidenciales. Ultima el tramo, la capilla musical “Ministriles de Aixa”, que acompaña al Cristo del Perdón con sentidas composiciones de corte barroco y renacentista en su caminar. Finalmente, el imponente paso del Cristo del Perdón, realizado en madera de nogal con incrustaciones en oro, que fue tallado por el escultor granadino Antonio Díaz Fernández en el año de 1956. Marcha éste portado a varal malagueño por su propio cuerpo de hermanos, que figuran revestidos con camisa de color morado para identificar la muerte del Salvador en la cruz. El paso muestra un lazo negro, al igual que los estandartes pasionistas, en recuerdo de los hermanos fallecidos, los también fallecidos por la pandemia del Covid-19 y los caídos por causa de la sinrazón de la guerra de Ucrania.
Iniciada su marcha, a las 22:30 horas de la noche, tiene lugar la primera “levantá” del paso en la Plaza de la Iglesia, que es ordenada por su capataz, Antonio Rufino Mira, en sentida súplica por la paz de Ucrania. El trono de Cristo es recibido en la calle por la Capilla “Ministriles de Aixa”, que compone un Saxo Tenor, Saxo Alto y dos Clarinetes, para interpretar el responsorio de Tinieblas “Seniores Pópulis”, de Tomás Luis de Victoria (1585), momento único e indescriptible que fue seguido en total silencio por el público presente. De seguida, el cortejo dirige su marcha hacia la calle Torre, lugar en el que se encuentra instalada la tribuna oficial, para continuar por calle Gloria, Agrela, Postigo y bajar desde aquí la pendiente calle Antequera. Sigue el cortejo sus pasos por calle Carmen y Cochera, momento en el que el canto rasgado de una saeta dejó escuchar el quejido lastimero que lanzaba al cielo su protagonista. El silencio vuelve a hacer mella en el público que se apresta en las aceras para dejar oír la sentida letra saetera que lanza a los cuatro vientos “ya se ven las golondrinas, / con el pico ensangrentado/ por quitarle las espinas/ a Jesús crucificado…”. Es su protagonista la vecina salobreñera Mari Pérez Jiménez, residente en la vecina Adra, que volvía a su lugar de cuna para ofrecerle al Cristo del Perdón su saeta, de la que pudo referir que es la primera vez que lo hace en público.
Tras este sentido momento de recogimiento, el cortejo sacro continúa por Puerta de la Villa y calle Real, vía en la que los hermanos portadores han de mostrar su buen hacer en la conducción del paso por la que se considera la más estrecha calleja de la villa. Es tal la compleja operación, que los hermanos han de bajar el trono de Cristo hasta casi el pavimento para evitar que los brazos de la cruz rocen los balcones de las casas. El séquito va ultimando ya su recorrido procesional, dirigiendo ahora sus pasos hacia la Plaza del Museo y la siempre atrayente calle Bóveda, donde de nuevo los hermanos portadores han de volver a mostrar su maestría en la conducción del paso, pues se ha de dejar bajar con dificultad extrema para salvar la altura del prolongado arco abovedado. Tras proseguir su marcha por la calle Martín Recuerda y la de Estación, se llegaba ya a la Plaza de la Iglesia, donde se verifica su encierro. Justo antes de la entrada y por parte de la junta de gobierno de la cofradía se hace entonar un padrenuestro que es secundado por el numeroso público presente y que está dedicado a los hermanos cofrades fallecidos y a los que lo han hecho por causa de la pandemia del Covid-19. Asimismo, por parte del hermano mayor, de daban las gracias a todos los hermanos que han participado en el ejercicio penitencial, así como que éste haya podido verificarse sin ningún tipo de incidente. Finalmente, el paso del Santísimo Cristo del Perdón cruzaba el dintel de la puerta de la iglesia cuando las manecillas del reloj marcaban las 01:40 hrs. de la madrugada del ya Viernes Santo.
En total, pues, casi cuatro horas de recorrido procesional que ha visto como el Santísimo Cristo del Perdón se ha sentido arropado en todo momento por un público fiel y devoto que se ha podido aprestar en cualquier lugar del casco antiguo, singular estampa que rememora a la antigua Salobreña morisca de su trazado. Momento emotivo ha sido, sin duda, el paso del cortejo en la calle Antequera, donde el paso del Santísimo Cristo del Perdón ha avanzado interiormente entre las filas de hermanos para que todos puedan contemplarle con sentimiento y dedicarle en ese instante, corto, pero intenso, una sencilla plegaria. Esta escena se ha vuelto a reiterar a la llegada del cortejo a la plaza de la iglesia, momento indescriptible en el que todos los hermanos penitentes se han podido despedir de Él, ya que no hacen su entrada en el templo. Se ha de destacar, igualmente, el acompañamiento musical de la Capilla “Ministriles de Aixa”, que ha traído hasta la villa un completo repertorio de obras renacentistas y barrocas, entre las que se ha podido escuchar “Inter Vestíbulum et Altare”, original del compositor Cristóbal de Morales, “Caligaverunt Oculi Mei” y “O Vos Omnes”, de Tomás Luis de Victoria, o el himno “Alma Redentoris Mater”, que rescata una de las cuatro antífonas marianas de la liturgia de las horas, así como diferentes partes de las misas tridentinas dedicadas a difuntos, entre ellas las de “Kyrie”, “Santus”, o “Agnus Dei”, entre otras.