NO CAIGAMOS EN LAS TRAMPAS DEL PODER

NO CAIGAMOS  EN LAS TRAMPAS DEL PODER

Manolo Velázquez -Párroco-

En cuaresma, somos empujados por el Espíritu hacia el desierto acompañados de nuestras grandes contradicciones.

El «desierto» puede ser el símbolo del lugar más íntimo y personal de nuestro propio ser…

Ese «adentro» que nos constituye y donde más nos sentimos nosotros mismos… y donde no puede entrar nadie.

Ese lugar donde no caben actitudes falsas o indecisas, de maquillajes o apariencias y donde se pone de manifiesto la verdad del corazón humano…

Ese lugar donde hay que dar respuestas definitivas como:

– creer o no creer

– continuar o volverse atrás

– seguir el camino estrecho que libera

– o buscar el camino fácil que degrada…

El desierto es el lugar del silencio y de la escucha, el lugar de la purificación y de la prueba, donde se apagan las luces del cielo y se encienden las luces seductoras de la tierra…el lugar donde tenemos que librar las grandes batallas que dan sentido y consistencia a nuestra vida.

Y en esta lucha nos acompaña hoy el Jesús picapedrero que quiso asumir nuestra carne y fue engendrado por el Espíritu en el vientre de una campesina pobre.

Y  desde entonces, esa herencia genética del Espíritu, le fue orientando y configurando la vida…

Y después de treinta años de duro trabajo compartiendo el destino de los más pobres, se sintió empujado al lugar de la purificación y de la prueba…

Y el tentador le pregunta:

«Pero ¿tú de qué vas, Jesús?»

Estás perdiendo el tiempo en Nazaret…

¡Aprovecha la oportunidad y no ocultes lo que vales!

Y así, frente al duro camino del esfuerzo y de la entrega, le fue ofreciendo los fáciles atajos de las puertas giratorias que  ayudan a medrar y dan acceso a los oscuros, y a veces siniestros, laberintos del poder.

Pero él se mantuvo firme y no cayó en las tres trampas que le tendió el enemigo:

– Pretender utilizar sus recursos, su fuerza y  a Dios mismo, si hace falta, para obtener el pan material… para saciar su hambre y asegurarse una estabilidad económica.

Olvidando que el ser humano es bastante más que pura economía…

Y que «no sólo de pan vive el hombre…»

 Por lo cual, su hambre no se sacia con cualquier cosa que le echen y necesita palabras de Vida.

– Ambicionar el poder y las influencias que te ofrece este mundo injusto… y utilizar incluso a Dios para medrar y para endiosarse y quedarse  con la gente…  y así vivir engañado y engañando a los demás ante el espejismo de pensar que tenemos el mundo a nuestros pies.

– Buscar los caminos fáciles de la influencia, la especulación y el «pelotazo» a tiempo… y valerse también de esa religiosidad espectacular y milagrera que libera del trabajo humilde y constante, del compromiso y del esfuerzo de la fe del día a día.

Estas son las viejas tentaciones:

– las de ayer,

– las de hoy y

– las de siempre…

Y para vencerlas contamos, como Jesús, con:

– La fuerza del Espíritu y 

– La luz de la Palabra.

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