Domingo, 20 de febrero de 2022
CUATRO AÑOS DE LA DECLARACIÓN DE BIEN DE INTERÉS CULTURAL DEL PAISAJE MEGALÍTICO DEL VALLE DEL RIO GOR
Antonio Gómez Romera
Si las ancestrales y erosionadas piedras hablaran, podrían contarnos una historia tan real como ésta: El viejo hombre del conocimiento, después de musitar las antiguas palabras sagradas, acaba de sellar la pétrea tumba comunal. Allí han dejado el cuerpo, ya sin vida, de un joven de la aldea, fallecido durante un lance de caza; su afligida madre le ha preparado el ajuar funerario: sus armas, su talega con comida, agua y una muda de ropa y el amuleto que le talló su padre sobre el asta del primer ciervo que cazó. Ahora, el joven tiene que emprender en solitario el viaje que le llevará a las praderas del más allá.
Pasado reciente
En 2018, hace justo 4 años, es declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de “Zona Arqueológica”, el Paisaje Megalítico del valle del Río Gor, que conecta la sierra de Baza con los valles fluviales del Guadiana Menor. Como bien refiere José Ángel Rodríguez, presidente de la Asociación Proyecto Sierra de Baza, “el río de Gor, nace en el corazón del Parque Natural Sierra de Baza, a unos 1.800 metros de altitud, en la zona de Los Pulidos, al pie del Calar de San Sebastián, en uno de los parajes más bellos de este espacio protegido”. La citada declaración de Bien de Interés Cultural queda refrendada en el Decreto 43/2018 de 20 de febrero, que rubrican Miguel Ángel Vázquez Bermúdez, Consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, y Susana Díaz Pacheco, Presidenta de la Junta de Andalucía. Además de los dólmenes megalíticos, el régimen de protección aprobado por el Consejo de Gobierno incluye los poblados prehistóricos de Hoyas del Conquín (periodos calcolítico y argárico), Puntal del Cuervo (calcolítico), Cueva de Vergara (neolítico y argárico), Los Tollos I (argárico), Los Castaños (neolítico), La Fuentecilla (prehistoria reciente), el Cerro del Culantrillo (argárico), La Fuentecilla II (neolítico y argárico) y el Barranco del Tollo (argárico), así como los grabados rupestres del Cerro de la Mina.
Al Noreste de la provincia de Granada, la cuenca de Guadix-Baza, un paisaje abrupto de impresionante belleza, atesora las huellas de nuestros antepasados más remotos. Con más de doscientos dólmenes es, desde luego, uno de los mayores conjuntos megalíticos no sólo de la península ibérica, sino también de toda Europa. Así pues, con el mencionado Decreto, por primera vez se protege de manera única y global no sólo un Bien de Interés Cultural, sino también una amplia extensión del territorio alrededor del mismo. La palabra dolmen es un término de origen bretón que unifica dos significados, “dol”, mesa y “men”, piedra. Es, por tanto, una construcción megalítica funeraria consistente en una cámara sepulcral (ovalada, trapezoidal, rectangular, cuadrangular o poligonal), formada por ortostatos (losas verticales) y por grandes cobijas (losas de cubierta), sobre la que se dispone una gruesa capa de tierra a modo de túmulo y delimitada perimetralmente por peristalitos, círculo de grandes lajas de piedra enhiestas que dejan únicamente visible el vano de la entrada. En la cámara era introducido el cadáver de la persona y su ajuar, siendo estos monumentos mantenidos, renovados y reutilizados por la comunidad a lo largo del tiempo. Las paredes interiores, habitualmente, están ornamentadas con pinturas y grabados de origen ritual, aunque muy pocos se conservan.
El valle del río Gor, uno de los escenarios más singulares de toda la geografía granadina, recorre parajes situados en los términos municipales de Gor, Gorafe, Villanueva de las Torres y Guadix. Se trata de un profundo e impresionante desfiladero excavado por el río que recoge las aguas de la vertiente Norte de la Sierra de Baza y que discurre encajado para desembocar en el Fardes, río que, a su vez, vierte sus aguas en el Guadiana Menor. Un paisaje idílico, según expone el periodista Juan Enrique Gómez en “La colina de los cazadores”-Waste Magazine, pues “el río Gor crea un bosque de galería, una línea verde que señala su paso por un paisaje ocre. Tras aglutinar aguas de los barrancos de la sierra, genera parajes de aguas remansadas, cerca del pueblo, alimenta acequias y canales de molinos. Aguas abajo, serpentea y se oculta entre zarzales, bajo un pequeño puente de hierro, hermano menor de los de Baúl, Alamedilla y Dúrcal. Los cultivos rompen el ecosistema para generar trigales, y entre ellos, pequeños grupos de juncos delatan la presencia de un criptohumedal, extensiones de aguas subterráneas derivadas del cauce del río que muestra que, en épocas lejanas, pudo existir una zona húmeda, e incluso un lago, espacio idóneo para el desarrollo de la vida animal y la supervivencia del hombre”.
Las primeras investigaciones sobre los dólmenes de Gorafe son realizadas a mediados del siglo XIX por Manuel Góngora y Martínez (1822-1884). Este catedrático de la Universidad de Granada estudia tres sepulturas de Gorafe, objetos del ajuar funerario y diferentes cráneos. A finales de esa centuria, son los hermanos Enrique y Luis Siret y Cels (1857-1933 /1860-1934), acompañados por Pedro Flores García (1840-1928) los que excavan 166 tumbas en las que encuentran restos de 760 individuos y llegan a documentar hasta 238 megalitos en la zona. Ya en estas primeras investigaciones se constata que los dólmenes de Gorafe fueron utilizados desde el período Neolítico (6.000 a 3.000 a.C.) hasta la Edad del Bronce Antiguo y Pleno (3.500 a 1.200 a.C.). Pero el mayor y más detallado estudio no llega hasta el año 1958, con Manuel García Sánchez (antropólogo gorafeño) y Jean Christian Spahni (1923-1992), que encuentran únicamente 198 dólmenes, evidencia de su imparable desaparición ante la falta de medidas de protección, la erosión natural y el expolio. En estos extensos parajes destacan el hábitat de la Edad del Cobre de Las Angosturas de Gor y la Hoya del Conquín de Gorafe, así como otros grupos dolménicos distribuidos entre los 740 y los 1.240 metros sobre el nivel del mar a lo largo de casi 20 kilómetros en el desfiladero formado por el río. Comprende, pues una cronología que alcanza desde la Edad del Bronce argárico hasta la dominación romana.
La tremenda fuerza que impone el borde físico del barranco como precipicio de un profundo cañón natural fue interpretada espiritualmente por la mente de los constructores de los dólmenes como un límite simbólico entre la vida y la muerte, lo que pudo motivar la elección del emplazamiento de cada uno de estos monumentos megalíticos. El paisaje del valle combina los ambientes esteparios y semidesérticos de los “badlands”, con los agrícolas vinculados al cultivo del cereal de la extensa llanura y piedemonte de las sierras, los cultivos de regadío en las vegas del fondo del valle y la trama regular de olivares y cultivos arbóreos que se distribuyen entre las laderas menos abruptas. Este valle, en la Prehistoria, se convierte en el lugar de encuentro de clanes procedentes del Bajo Guadalquivir y de Los Millares (Almería), produciéndose una fusión de las dos culturas megalíticas, la Atlántica (puntas de flecha y pequeños ídolos) y la Mediterránea (vasijas campaniformes). Estos dólmenes, un total de 192 y sectorizados en 10 grupos, según los últimos trabajos de documentación llevados a cabo entre mayo y septiembre de 2019 por Carolina Cabrero González y José Antonio Bueno Herrera, del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, Francisco Javier Esquivel Sánchez del Departamento de Estadística e Investigación Operativa de la misma universidad y Antonio Garrido Almonacid, del Departamento de Ingeniería Cartográfica, Geodésica y Fotogrametría de la Universidad de Jaén son, además de una excepcional manifestación de la Prehistoria del Sudeste peninsular, un particular ejemplo de gestión del patrimonio arqueológico y del desarrollo económico y social sostenible basado en la cultura, que tiene una repercusión incalculable en una zona eminentemente rural y deprimida.
Colofón
En el casco urbano de Gorafe, integrado en el paisaje, se encuentra el Centro de Interpretación del Megalitismo. Emblemática construcción que abrió sus puertas el lunes, 6 de Junio del año 2011 y fue inaugurado por Clara Eugenia Aguilera García, Consejera de Agricultura y Pesca (2009-2012) y María Belén Navarro Navarro, alcaldesa del municipio de Gorafe. El diseño arquitectónico del Centro asemeja un moderno sepulcro megalítico y su posición privilegiada le hace ser un espléndido mirador del valle. Bajo el subsuelo de la parcela de 2.000 m2, tres plantas subterráneas comunicadas mediante rampas, un patio central y cinco espacios expositivos que ocupan 600 m2, nos muestran el contexto cultural y cronológico del Megalitismo y cómo vivían los pobladores hace 5.000 años: campesinos seminómadas llegados de la zona de Los Millares (Almería) y del bajo Guadalquivir, que construyeron sus primeros poblados a base de piedra, adobe y cubierta vegetal y los amurallaron en una zona con un frondoso bosque mediterráneo con abundancia de pino carrasco, quejigos, encinas, con tierras fértiles, abundancia de caza y pesca, agua y un clima más húmedo que el actual.