CENIZA ENAMORADA
Aquel año Mayo nos regaló un viaje al pasado. Se olvidó de las brillantes galas que había vestido en las últimas primaveras y retomó su traje gris de aquellas lejanas de la infancia. El invierno, como entonces, mostró su poderío y plantó cara en una dura batalla antes de retirarse definitivamente a sus gélidos cuarteles.
Los ánimos andaban también revueltos. De todos es sabido que la estación de las flores, contrariamente a los colores con que se viste, produce una nostálgica melancolía en el espíritu de los más sensibles. El cielo se animó con la visita de aquellas lejanas borrascas que hacía una eternidad que no le regalaban su presencia y de pronto en ese mes dejó caer toda el agua que llevaba almacenada desde hacía lustros. Así las lágrimas de muchos se mezclaron con las que caían del cielo, olvidándose de que el agua de Mayo siempre ha sido una bendición.
El espíritu de Carlos sin embargo no notó el cambio. La borrasca llevaba mucho tiempo anidando en su interior. Bien es cierto que desde que ella había aparecido en su vida, la calma chicha que lo cobijaba en los últimos años había desaparecido… pero ¿quien necesita la anodina espera del que ya no espera nada, ante el huracán de sentimientos que ella le despertó? Volvió a estar vivo, ni más ni menos. Y como una terrible condena, cuando no estaba a su lado, aquella calma en la que vivió tanto tiempo, le pareció la antesala de la muerte. Con ella volvieron las risas de la infancia, la ilusión de la adolescencia y la pasión de la juventud… y el amor. Sobre todo llegó el amor. No podría decir que había vuelto tan cantado sentimiento, porque hasta que sus ojos no se clavaron en sus pupilas, no había sabido de los males que Cupido deja por el mundo. A pesar de su larga vida, llena de satisfacciones materiales, un extraño vacio que nacía en sus entrañas, le hacía echar de menos lo que nunca había tenido. Por eso cuando la vio supo que la amaría hasta el último suspiro… como así fue. Por eso no notó que Mayo venía cambiado, o mejor dicho, que había retomado el camino que abandonó hacía tanto tiempo. Ni siquiera se percató de las nubes negras que cubrían el cielo, ya que desde que ella había desaparecido de su vida, habitaban en su interior dejándolo casi sin respiración. Y quizás fue por eso, por la conjunción de las nubes que lo ahogaban por dentro y las que ahora lo presionaban por fuera, que su pobre espíritu no lo soportó más.
Aprovechando una tormenta como hacía mucho tiempo que no veía por esas tierras, se subió al rugido del último trueno y partió de este mundo. Cuando muera seré ceniza enamorada, le dijo una vez a su amada, y por eso desde entonces Mayo viene con vocación amorosa, porque su espíritu seguirá eternamente cabalgando por este mes tan tristemente alegre.