Domingo, 6 de febrero de 2022.
Antonio Gómez Romera
ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE RUBEN DARIO
LA CIUDAD QUE CAMBIO DE NOMBRE POR EL POETA
Félix Rubén García Sarmiento (Rubén Darío, 1867-1916), “el Príncipe de las Letras Castellanas”, poeta, periodista y diplomático, nace en la antigua ciudad de San Pedro de Metapa, popularmente Metapa, municipio del departamento de Matagalpa, en la República de Nicaragua, el viernes, 18 de Enero de 1.867. Precisamente hoy, 6 de febrero, se cumple el 106 aniversario del fallecimiento de quien ha sido considerado como el máximo representante del modernismo en la querida y sentida lengua hispana.
Félix Rubén nos habla de su infancia
En su obra “La vida de Rubén Darío escrita por él mismo”, el insigne poeta relata sus orígenes, pues refiere que “el matrimonio de Manuel García -diré mejor de Manuel Darío- y Rosa Sarmiento, fue un matrimonio de conveniencia, hecho por la familia. Así no es de extrañar que a los ocho meses más o menos de esa unión forzada y sin efecto, viniese la separación. Un mes después nacía yo en un pueblecito, o más bien una aldea… de Nueva Segovia, llamado antaño Chocoyos, y hoy Metapa”. La familia paterna era conocida, desde generaciones, por el apellido Darío y así lo hace constar en su otra obra “Autobiografía”: “Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, uno de mis tatarabuelos tenía por nombre Darío. En la pequeña población conocíale todo el mundo por don Darío; a sus hijos e hijas, por los Daríos, las Daríos. Fue así desapareciendo el primer apellido, a punto de que mi bisabuela paterna firmaba ya Rita Darío; y ello, convertido en patronímico, llegó a adquirir valor legal; pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios ya con el nombre de Manuel Darío”.
De la mencionada obra “La vida de Rubén Darío escrita por él mismo”, podemos entresacar nuevos datos de sus primeros años de vida: “mi primer recuerdo -debo haber sido a la sazón muy niño, pues se me cargaba a horcajadas, en los cadriles (caderas), como se usa por aquellas tierras- es el de un país montañoso: un villorrio llamado San Marcos de Colón, en tierras de Honduras, por la frontera nicaragüense; una señora delgada, de vivos y brillantes ojos negros -¿negros?… no lo puedo afirmar seguramente…, mas así lo veo ahora en mi vago y como ensoñado recuerdo- blanca, de tupidos cabellos oscuros, alerta, risueña, bella. Esa era mi madre. La acompañaba una criada india, y le enviaba de su quinta legumbres y frutas, un viejo compadre gordo, que era nombrado «el compadre Guillén». La casa era primitiva, pobre, sin ladrillos, en pleno campo. Un día yo me perdí. Se me buscó por todas partes; hasta el compadre Guillén montó en su mula. Se me encontró, por fin, lejos de la casa, tras unos matorrales, debajo de las ubres de una vaca, entre mucho ganado que mascaba el jugo del yogol, fruto mucilaginoso y pegajoso que da una palmera y del cual se saca aceite en molinos de piedra como los de España. Dan a las vacas el fruto, cuyo hueso dejan limpio y seco, y así producen leche que se distingue por su exquisito sabor. Se me sacó de mi bucólico refugio, se me dio unas cuantas nalgadas y aquí mi recuerdo de esa edad desaparece, como una vista de cinematógrafo”.
Sobre Rubén Darío
Rubén Darío es el poeta modernista más influyente y el que mayor éxito alcanzó, tanto en vida, como después de su muerte. Según reseña de la Editorial Renacimiento (Ediciones Espuela de Plata, es “un viajero incansable, un poeta peregrino. De genio precoz, durante toda su vida fue también redactor, fundador y director de diarios y revistas, aunque su grandiosidad de poeta ha opacado esta faceta importante de su escritura. Sin duda, podemos afirmar que en su tiempo no existe publicación periódica en lengua española, de verdadera o relativa importancia, en donde no haya aparecido su nombre ocupando un lugar de excepción. No en balde con él y su ejemplo se inicia en América Latina un nuevo modo de entender la vocación del escritor, la de una entrega total y sin contemplaciones a la propia obra. De sus libros que recogen las crónicas de sus viajes, destacamos “Peregrinaciones” (1901), “La caravana pasa” (1902), “El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical” (1909), “España contemporánea” (1901) y “Tierras solares” (1904). Estos dos últimos libros vienen a recoger las impresiones, experiencias e ideas que Darío tuvo sobre la España de entresiglos”. Y para Carlos Enrique Suárez Llosa, escritor sordomudo peruano, “posiblemente (Rubén Darío) es el poeta con mayor influencia en las letras hispánicas del siglo XX. Partiendo del Romanticismo, conecta a la Literatura en español con las grandes corrientes europeas y posibilita no sólo el surgimiento del modernismo hispánico, con Juan Ramón Jiménez a la cabeza, sino también la posterior modernidad de las Vanguardias y la Generación del 27”.
Su final
Al estallar la Primera Guerra Mundial, parte hacia América con la idea de defender el pacifismo para las naciones americanas y ya no volverá a ver a su compañera, Francisca Sánchez y sus hijos. Francisca Sánchez del Pozo (1879-1963), de familia humilde y analfabeta, conoce al poeta nicaragüense en la Casa de Campo de Madrid, en 1899, donde había sido enviado por el diario argentino «La Nación» para que informara sobre la situación en el país después de la crisis de 1898, desencadenada por la derrota española en la guerra contra Estados Unidos que provocó la pérdida de Cuba, Guam, Filipinas y Puerto Rico. Él tiene 32 años y está casado; ella, 20 y está soltera. Se enamoraron y desafiando los convencionalismos de la época se fueron a vivir juntos y tuvieron cuatro hijos, de los que sólo sobrevivió uno. En Enero de 1915 lee, en la Universidad de Columbia, de Nueva York, su poema “Pax”. Según Jaime Mario Torres Bodet, (1902-1974), poeta y diplomático mexicano, tras “una vida tejida con muchas esperanzas no realizadas, muchos triunfos inevitables y menos cantos que desencantos”, Félix Rubén llega a la ciudad de su infancia, León, el viernes, 7 de enero de 1916, y muere menos de un mes después, el domingo, 6 de febrero (hoy hace 106 años), habiendo dictado su testamento unos días antes, el 31 de enero, instituyendo como su heredero universal a su hijo Rubén Darío Sánchez (“Güicho”).
En su obra “Apuntes sobre la vida y obra de Rubén Darío” (2016), el reputado escritor y ensayista Carlos Tünnermann Bernheim refiere que “junto a su lecho de muerte estuvieron su esposa Rosario Murillo, sus médicos, los doctores Luis H. Debayle y Escolástico Lara, sus anfitriones Francisco Castro y Fidelina Santiago de Castro, así como Simeón Rizo Gadea, Francisco Paniagua Prado y los hermanos Alejandro y Octavio Torrealba. Octavio dibujó el perfil del fallecido y Alejandro rompió la cuerda del reloj que marca para la posteridad la hora del tránsito a la inmortalidad del renovador de la poesía y la prosa en español. Todas las campanas de las iglesias de León repicaron dolientes y 21 cañonazos del Fortín de Acosasco anunciaron la muerte del Príncipe de la literatura hispanoamericana”. Al cadáver de Félix Rubén le practican la autopsia los doctores Debayle y Lara: se le extraen las vísceras y el cerebro y su cuerpo es embalsamado. La muerte se produce a causa de una cirrosis provocada por los largos años de excesos con el alcohol. En Barcelona, Francisca Sánchez, oye al voceador de un periódico anunciar que ha muerto un príncipe, pero no es hasta que los amigos llegan a darle el pésame que Francisca se entera de que el príncipe es su querido “Tatay”, “Papaito”, apelativo cariñoso con le llamaba. Las honras fúnebres duran varios días, presididas por el Obispo de León, Simeón Pereira y Castellón (1863-1921) y el presidente Adolfo Díaz Recinos (1875-1964). Y tienen lugar en el Ayuntamiento, el Paraninfo de la Universidad y la Catedral. La Iglesia Católica le rinde honores “con la magnificencia propia y ceremonial establecido para los funerales de los Príncipes y Nobles”, mientras que el gobierno conservador de Adolfo Díaz declara su fallecimiento como “Duelo de la Patria”. Es sepultado en la Basílica Catedral de León el domingo, 13 de febrero de 1916, en una cripta situada al pie de la estatua del Apóstol San Pablo, cerca del presbiterio, debajo de un león doliente en actitud vigilante (de concreto, arena y cal), símbolo de la ciudad, obra del escultor granadino (de Nicaragua) Jorge Bernabé Navas Cordonero (1874-1968).
Según aparece recogido en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid, “tras el fallecimiento de Rubén Darío, en Febrero de 1916, Francisca Sánchez, compañera del poeta, custodió el conjunto documental (de Rubén Darío) en un baúl en su hogar de Navalsaúz (Ávila) hasta Octubre de 1956, cuando decidió donarlo gratuitamente al Ministerio de Educación español. Su archivo personal, formado por casi 5.000 documentos, reúne materiales producidos entre los años 1893- 1923 relativos a su actividad diplomática, a la literaria y a su vida personal. La tipología documental es muy variada: borradores, fotografías, cartas, notas manuscritas, postales, tarjetas de visita, testamentos, telegramas, recortes de prensa, oficios, facturas, menús, etc. Entre todos ellos podemos destacar el «cuaderno de hule negro» que contiene poemas autógrafos de Darío, dibujos infantiles y otros escritos relativos a su ámbito familiar más íntimo. Hasta el año 2008 el fondo documental permaneció en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, fecha en la que ingresó en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es ésta la institución que alberga y da servicio público al Archivo Rubén Darío.
Colofón
Cuatro años después del fallecimiento de Rubén Darío, la fama universal y la gloria que el poeta ha dado a su país, mueve a sus compatriotas a cambiar, en su honor, el nombre de su ciudad natal, Metapa, por el de Ciudad Darío: “Sesión extraordinaria a las cuatro de la tarde del 15 de Febrero de 1920. Estando presentes los señores Jesús Valle, Manuel J. Torres, Sebastián Matus y Joaquín Evaristo Pastora, quienes comisionaron al Senador Sebastián Uriza que emitiera una ley cambiando el nombre de Metapa por Ciudad Darío. El 24 de Febrero en solemne sesión la Cámara de Diputados de la República de Nicaragua, “El Senado y la Cámara de Diputados de la República de Nicaragua Decretan: Artículo Primero: La ciudad de Metapa se llamará en lo sucesivo “Ciudad Dario”. Artículo Segundo: El presente decreto regirá desde su publicación en la Gaceta Oficial. Dado en el Salón de Sesiones de la Cámara del Senado. Managua, 24 de Febrero de 1920. M.L. Morales, S.P., Sebastian Uriza, S.S. Juan J. Ruiz, S.S. Al Poder Ejecutivo, Cámara de Diputados, Managua,25 de Febrero de 1920”.