Domingo, 16 de enero de 2022
SEGUNDO ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DE CHRISTOPHER TOLKIEN, EL GUARDIAN DE LA TIERRA MEDIA
Antonio Gómez Romera
Hoy se cumple el segundo aniversario del fallecimiento de Christopher John Reuel Tolkien: “Hospital Center De La Dracénie”, en Draguignan (Francia). Christopher tenía 95 años de edad y el funeral se celebró en la ciudad de Aups, en la región francesa de Var, donde él mismo había pedido descansar. Dejó viuda (Baillie Klass) y 3 hijos (Simon, Adam y Rachel). Si el escritor de origen sudafricano, J.R.R. Tolkien (1892-1973) ha pasado a la historia como el creador de la «Tierra Media», en obras inmortales como «El Hobbit» (1937) y «El señor de los anillos» (1954-55), su hijo Christopher será reconocido por haber sido el albacea literario y responsable de la edición de numerosos textos de su padre, publicados póstumamente tales como «El Silmarillion» (1977) y «Los hijos de Húrin» (2007). Christopher (Leeds, Inglaterra, 1924) era el tercer hijo de J.R.R. Tolkien y Edith Mary Bratt (1889-1971), cuya historia de amor inspiró el relato “Beren y Lúthien”. Si su padre luchó en la Primera Guerra Mundial, él, formado como piloto en Sudáfrica, sirvió durante la Segunda Guerra Mundial en la «Royal Air Force». Tras la guerra, siguió los pasos de su padre, ejerciendo de profesor universitario y tutor de Lengua inglesa en la Universidad de Oxford entre 1964 y 1975. Christopher Tolkien facilitó que los seguidores de la «Tierra Media» pudieran leer «El Silmarillion» que su padre dejó inacabado al morir y de mantener vivo su legado a través de la organización “The Tolkien Estate”, en la que estuvo al frente hasta finales de 2017.
Las cartas de Papá Noel (Letters from Father Christmas)
Ésta es una historia de amor, imaginación y perseverancia de un padre, para con sus hijos. Todos los años, en el mes de diciembre, llegaban al hogar familiar de los Tolkien, cartas con textos, dibujos y hasta mapas enviadas y firmadas por Papá Noel. La primera llegó en 1920, cuando su hijo mayor, John, tenía 3 años de edad y Michael, sólo 2 meses. La última, 24 años después, en 1943, cuando su hija Priscilla Mary Anne Reuel, tenía 14 años de edad. Concretamente ésta primera carta decía así: “Hogar de Papá Noel, Polo Norte, 22 de diciembre de 1920. Querido John: Me he enterado de que le has preguntado a tu papá cómo soy y dónde vivo. He hecho un autorretrato y he dibujado mi casa. Guarda bien el dibujo. Ahora mismo me marcho a Oxford con el saco lleno de regalos (algunos para ti). Espero llegar a tiempo: esta noche la nieve es muy espesa en el Polo Norte. Con cariño, Papá Noel”.
A veces, los sobres con restos de nieve en polvo y sellos del Polo aparecían en el comedor la mañana siguiente de su visita, otras veces los traía el cartero o un mensajero. Muchas de las cartas están escritas con letra temblorosa, y es que en el Polo Norte hace mucho frío, o Papá Noel está muy viejo y cansado. Así se reconocía en una de ellas: “Polo Norte, Nochebuena de 1.923. Mi querido John: Hoy hace mucho frío y me tiembla la mano una barbaridad. Mañana cumpliré mil novecientos veinticuatro, ¡no!, veintisiete años. Soy muchísimo más viejo que tu bisabuelo, por eso me sale la letra tan borrosa. Pero me han contado que lees tan bien que seguro que entenderás mi carta. Te mando un montón de abrazos (y otros tantos para Michael) y también un montón de piezas de Lott’s Bricks (el año que viene te prepararé otro montón si me avisas con tiempo). Creo que son más bonitas, más resistentes y más divertidas que el juego Picabrix. Espero que te gusten. Ahora tengo que irme, hace una noche estupenda y debo recorrer cientos de kilómetros antes de que amanezca. ¡Hay tanto trabajo que hacer! Un beso frío de Papá Nicolás Noel”.
Conforme pasa el tiempo, en las cartas los ayudantes de Papá Noel van en aumento y si al principio sólo se habla de Kharu, el Oso Polar del Norte, poco a poco aparecen Elfos de la Nieve, la Osa Mayor (prima y amiga lejana de Kharu), Gnomos Rojos, Muñecos de Nieve, su hermano Verde, Osos de las Cavernas y los sobrinos del Oso Polar (Paksu-gordo- y Valkotukka -cabello blanco-), que fueron al Polo de visita y decidieron quedarse para siempre. En una de esas cartas se puede leer: “Casa del Acantilado, cerca del Polo Norte. Nochebuena de 1.940. Mi queridísima Priscilla: Te mando una carta breve para desearte una muy feliz Navidad. Por favor, transmítele todo mi cariño a Christopher. Este año las cosas han sido difíciles. Esta terrible guerra reduce nuestras provisiones y en muchos países los niños tienen que vivir lejos de sus casas. El Oso Polar ha tenido que esforzarse mucho para corregir todas nuestras listas de direcciones. ¡Me alegro de que vosotros sigáis en casa! ¿Qué te parece mi dibujo? A lo mejor piensas: “En el Polo Norte no hay pingüinos”. Ya lo sé, pero hay algunos por aquí. Son lo que vosotros llamáis “evacuados” (la palabra no es muy bonita), pero no vinieron aquí para huir de la guerra ¡sino para buscarla! Habían oído tantas historias sobre lo que ocurría en el Polo Norte (entre ellas algunas falsas como la de que el Oso Polar y todos los oseznos habían salido volando por los aires y la de que me habían capturado los trasgos) que nadaron hasta aquí para ver si podían ayudarme. Llegaron casi cincuenta. En el dibujo, el Oso Polar baila con sus jefes. Nos divierten una barbaridad: no ayudan mucho pero siempre juegan a cosas entretenidas y tratan de imitar los pasos del Oso Polar y los oseznos. Papá Noel”.
Al final, Papá Noel contrata de secretario a un elfo llamado “Ilbereth”, y en las últimas cartas los Elfos adquieren una importancia capital en la defensa de la casa de Papá Noel y de los almacenes contra los ataques de los trasgos. En estas cartas, Papá Noel cuenta maravillosas historias sobre la vida en el Polo Norte: cómo todos los renos se escaparon y los regalos (chocolatinas) volaban por los aires, cómo Kharu, el Oso Polar, muy dado a provocar accidentes, escaló el Polo Norte y se cayó a través del tejado de Papá Noel, aterrizando en el salón, cómo rompió la Luna en cuatro pedazos e hizo que el Hombre de la Luna cayera hasta el jardín del patio trasero de su casa. Asimismo, cómo un día muy ventoso de Noviembre se le fue volando el gorro y se quedó colgado de la cúspide del Polo Norte, cómo “enciende” la Aurora Boreal con un grifo que tiene en su sótano; qué ocurrió en las guerras contra el molesto grupo de trasgos, desmadrados y furiosos, que habitaban las cuevas debajo de la casa, cómo Kharu hizo explosión de los fuegos artificiales más impresionantes que os podáis imaginar: volvió negro el Polo Norte y desordenó las estrellas y cómo destruye la casa de Papá Noel por accidente y le obliga a mudarse permanentemente a un acantilado en la Cima del Mundo. En ocasiones, el Oso Polar hace algún garabato, y a veces el elfo Ilbereth escribe algún mensaje con su letra elegante y fluida añadiendo aún más vida y humor a las historias. Textualmente, en una de ellas se puede leer: “Casa del Acantilado, Polo Norte, Navidad de 1.943. Mi querida Priscilla: ¡Feliz Navidad! Confío en que este año vuelvas a colgar el calcetín, porque todavía me quedan algunas cositas para ti. Después tendré que despedirme más o menos: me refiero a que no me olvidaré de ti. Siempre guardamos los números antiguos de nuestros amigos de toda la vida, y sus cartas; y con el tiempo esperamos volver a saber de ellos, cuando se hacen mayores y tienen casa propia e hijos. Me han dicho los mensajeros que la gente llama a este año “nefasto”. Creo que se refieren a triste, y me temo que es así en muchos de los lugares a los que me gusta ir. Me alegro mucho de saber que tú no estás del todo triste. ¡Ni se te ocurra! Me queda mucha cuerda y no tardaré en volver, tan alegre como siempre. Aquí no hemos sufrido daños, y aunque mis existencias se agotan, espero poder solucionarlo pronto. El Oso Polar (que dice que está demasiado “cansado” para escribir) Y es “verdaz”, te manda un mensaje especial: ¡mucho cariño y un abrazo! Me ha pedido que te pregunte si todavía tienes un oso que se llama “Silly Billy” o algo así, ¿o se ha estropeado? Dales muchos recuerdos a los demás: John, Michael y Christopher, y, por supuesto, a todos los muñecos mascota de los que solías hablarme. El Oso Polar y todos los Oseznos están estupendamente. Este año se han portado muy bien y casi no han tenido tiempo de hacer travesuras. Espero que encuentres casi todas las cosas que querías y lamento no tener más “lenguas de gato”. Para compensar, te he regalado casi todos los libros que me pediste. ¡Ojalá tu calcetín esté a rebosar! Con mucho cariño de tu viejo amigo, Papá Noel”.
Colofón
Entre los múltiples reconocimientos que recibe J.R.R Tolkien se encuentran varios Doctorados “Honoris Causa” por universidades como la de Oxford y la Nacional de Irlanda. Fue vicepresidente de la “Philological Society” y miembro de la “Royal Society of Literature” y en 1972 recibe de manos de la reina Isabel II la Cruz del Imperio Británico. El 2 de septiembre de 1973, a los 81 años de edad, John Ronald Reuel Tolkien fallece en Bournemouth (Gran Bretaña) y es sepultado a lado de su esposa, en el cementerio Wolvercote (Oxford). En su tumba se leen los nombres de «Beren» y «Lúthien». “¿Final? El viaje no concluye aquí. La muerte es solo otro sendero que todos debemos recorrer. El velo gris de este mundo se levanta y todo se convierte en plateado cristal, es entonces cuando se ve…” (Gandalf). J.R.R. Tolkien, nombró albacea literario y responsable último de todos sus textos, a su mejor ayudante: su hijo, Christopher. «Como principal colaborador de su padre para asuntos editoriales, además de receptor y fan de sus historias desde bien pequeño, parece claro que siempre aportó un ojo relativamente externo y ayudó a poner en orden y clarificar todo tipo de información, desde cronologías hasta los famosos mapas de la Tierra Media que dibujó (…) Su papel como editor, primero en “El Silmarillion” y después en los “Cuentos Inconclusos y las Historias de la Tierra Media”, dejan claro que el legado estaba perfectamente protegido por alguien con una formación académica indudable (al fin y al cabo, también él había acabado trabajando en Oxford)” (Jónatan “Sark” Rubio -Madrid, 1980 – crítico cultural).
El 2 de Septiembre de 1.976, 3 años después del fallecimiento de J.R.R. Tolkien y gracias al trabajo de la esposa de Christopher, Baillie, se publica una selección de «Las Cartas de Papá Noel» (Editorial Houghton Mifflin), y en castellano lo hacen 7 años después (1983) en la Editorial Edhasa. Los pequeños lectores y las familias en general, acogieron con gran aceptación ésta primera edición de “Las Cartas de Papá Noel”, lo que animó a los herederos de Tolkien a publicar en 1999, una edición completa y revisada de todo el material, incluyendo el resto de las cartas y las ilustraciones omitidas en la primera edición.