EL PROPIO OXÍGENO EXISTENCIAL. “El mejor equilibrio de fuerzas parte de un espíritu de moderación y de un aire que nos aliente a la concurrencia”
No podemos caer en la desolación, por muy oscuro que tengamos el horizonte, necesitamos el entusiasmo existencial, para reabrir nuevos espacios y sostener con esperanza el propósito del cambio, tanto en nuestras actuaciones, como en nuestros modos de ser con las gentes que nos acompañan y el orbe que nos circunda. El mejor equilibrio de fuerzas parte de un espíritu de moderación y de un aura que nos aliente a la concurrencia. Indudablemente, tenemos que cultivar otro donaire más auténtico, para que se avive el abrazo y el aire de la sonrisa pueda convertirse en el abecedario de los ojos, capaz de acariciarlo indiviso con la mirada del alma, que es lo que verdaderamente nos imprime un estilo de vida, muy distinto al actual, con más humanidad en el rastro y mejor rostro de entrega.
Nunca es tarde para recomenzar otra etapa, reuniendo lo experimentado como oxígeno vivencial, por muchos conflictos que atesore la mochila, que cada cual llevamos consigo. Será bueno que pongamos en práctica los valores de las Naciones Unidas. Si en verdad queremos hacer del mundo un lugar mejor para todos, el ser humano no puede continuar en guerra contra sí mismo; nos hace falta repensar y abrirnos a un corazón clemente, haciendo uso del lenguaje universal de la concordia. Ojalá todos los moradores de los diversos continentes del mundo se pongan a trabajar al unísono, en aminorar las batallas y en acrecentar el acceso a la protección social. Una serie de factores económicos, sociales y humanitarios, como la falta de oportunidades y la inseguridad provocada por el crimen organizado, o los estragos de la pandemia del COVID-19, así como los efectos del cambio climático, vienen provocando un efecto angustioso, que nos trituran mar adentro, hasta ahogarnos internamente.
Aun así, es posible salir de este tomento y tomar un nuevo carácter. Evidentemente, hay que hacerlo en comunidad. En este sentido, nos alegra que Europa como tal, avivando esa alianza armónica quiera ser el primer continente climáticamente neutro y, para ello, sueñe en convertirse en una economía moderna y eficiente en el uso de los recursos. Desde luego, si importante es un pacto verde, también es significativa esa mirada global de historias humanas, dispuestas al reencuentro para reconstruir juntos, haciendo familia, un hogar donde todo se acoja y se reparta, fruto de la victoria sobre nosotros mismos, tantas veces enhebrados en las potencias del egoísmo y del odio. Mal que nos pese, lo sustancial es dejarse atrapar por el anhelo del respiro vivificante, que ha de venir de nuestros interiores, a ofrecernos nuevos vientos y escenarios futuros.
El porvenir, ciertamente es nuestro, a poco que cultivemos la verdad en los labios y el perfume del amor entre nosotros. En efecto, hemos de despojarnos de toda esta mundanidad que nos esclaviza, amar es lo que nos da vida y es el modo de poder tomar una perspectiva sensata, totalmente reconciliada en todos sus andares, puesto que nuestras existencias están en profunda comunión entre sí, lo que debe hacernos cambiar, ya no solo los procesos económicos y sociales actuales, sino también nuestro modo de conjugar acciones, que han de caminar hacia metas plenamente humanas. De este modo, nuestra era actual de incertidumbre debe obligarnos a revisar caminos recorridos, para encontrar nuevas formas de compromiso, apoyándonos en las experiencias positivas y rechazando las negativas. Es cierto que nos pesan estas situaciones injustas, en las que todos hemos colaborado de algún modo, lo que requiere sobre todo un nuevo brío que nos ensanche la moral y la razón, sólo así podremos reconstruir lo hundido y reorientar nuestros pasos en términos de paz y no de frentes, de espacios abiertos y no de fronteras. Pero también es innegable, que por muy pesada que sea la carga, todo se sobrelleva en unión y en unidad.