FU MANCHÚ SE TIENE QUE MASCULINIZAR
Andan preocupados Xi Jinping, el Partido Comunista de China y la Asamblea Popular Nacional en pleno, por lo que se les antoja una feminización de la juventud del viejo Celeste Imperio, y han llegado a la conclusión de que es preciso masculinizar a las nuevas generaciones a las que la contaminación de las costumbres extranjeras están alejando del virtuoso estilo de vida de los supervivientes del Gran Salto Adelante y de las purgas de la Revolución Cultural.
Culpan en especial a la influencia excesivamente mimosa y protectora de madres y abuelas, sin que escapen de esta sospecha las maestras de educación infantil y primaria, por su sensiblera educación que vuelve a los críos tiernos y melindrosos, así como al influjo del canon de joven contemporáneo impuesto por el cine, la televisión y la música pop, pues ya se sabe que se empieza moviendo las caderas al ritmo de una guitarra y se acaba desfilando por una plaza de Tiananmén cualquiera, ornada la testa con plumas, guirnalda de blancas flores al cuello y un clavel en el ojete.
Así que los pobres chicos -de las chicas nada se dice- ya se pueden ir haciendo idea de lo que les espera. Por lo pronto y hasta que a los jerarcas se les vayan ocurriendo otros remedios, censura –eso que tanto gusta a los comunistas cuando mandan y combaten cuando los mandamases son otros- en la televisión en cuanto a costumbres, vestimenta y otros detalles. Y les quieren limitar el tiempo en los videojuegos lo que provoca el rechazo de los perjudicados que se preguntan qué tendrá que ver el culo con las témporas. Cuentan que se están censurando los pendientes en orejas masculinas pero, como yo no lo he visto, no puedo asegurar si es cierto o se trata de un bulo (eso que los cursis de ahora llaman fake news).
Si hemos de creer las noticias de prensa, el Ministerio de Educación de aquel dilatado país ha elaborado una Propuesta de Prevención de la Feminización de Hombres y Adolescentes, en la que se propone una mayor atención en los centros educativos a la educación física con práctica de deportes de esfuerzo y en la que además de la citada censura se promocione como digna de imitación la imagen de héroes del ejército y se fomenten las vocaciones de soldados, policías o bomberos. Analistas internacionales ven en este afán militarista un designio del gobierno chino de prepararse para un posible conflicto bélico ante el repliegue de EE.UU. de sus últimos escenarios, para centrarse en la zona de Pacífico.
¿Será una nueva versión del temor al “peligro amarillo”? Tiempo hubo en que esta inquietud encontró su expresión en la literatura popular, el cómic y el cine de serie B. En los años cuarenta la gente hablaba del peligro amarillo, con connotaciones no exentas de xenofobia (pero habría que ver lo que decían ellos de nosotros), refiriéndose al despertar de China, un país que se antojaba excesivamente poblado y que el día que se lo propusiera podría conquistar el mundo con la fuerza de su número. Cuando en el curso 1951-52 estudiaba yo cuarto de bachillerato, según nuestro texto de Geografía Política contaba China con 400 millones de habitantes lo que nos parecía una barbaridad. Hoy, a pesar de las políticas de hijo único, son 1.411.780.000 según me dice el espabila-burros de Google.
Pero volviendo a la literatura popular era a través de ella como primero contactábamos los críos con el mundo de la “raza amarilla”. Tebeos y novelillas donde los chinos, más que en su país en las “chinatowns” de las grandes ciudades estadounidenses y alguna vez Londres, regentaban fumaderos de opio, movían los hilos del crimen organizado, o se dedicaban a conspirar para conquistar el mundo. Y entre tanto villano descollaba por su inteligencia y maldad el perverso doctor Fu Manchú al que muchos, antes que en las novelas de Sax Rohmer, descubrimos en una película en tres jornadas que se tituló Los Tambores de Fu Manchú y que protagonizaba un desconocido Henry Brandon (hay una inspirada evocación del poeta del viejo cine Antonio Esteban Lirola). Antes había interpretado el papel Boris Karloff y después lo harían otros, entre ellos Christopher Lee, pero dudo que ninguno alcanzara en su día la popularidad obtenida por aquel oscuro actor en una peli de bajo presupuesto. Hubo incluso en Motril un militar al que, por su parecido con Henry, bautizó el pueblo como Fu Manchú y le sacaron coplas. Eran otros tiempos.
A nadie se le hubiera ocurrido proponer la masculinización de Fu Manchú, a pesar de que siempre fracasaba al final en sus designios. Cruzaremos los dedos para que Xi Jinping tampoco los cumpla si, como los conspiranoicos vaticinan, su verdadera intención es contar con un ejército poderoso para acojonar a EE.UU., mientras se merienda a Taiwán, continúa con su genocidio de los uigures en Xinjiang, la opresión al Tíbet y su lenta e imparable expansión por el Pacífico y el Índico, al tiempo que se introduce en los espacios abandonados por unos estadounidenses en repliegue. Después ya dirá el Destino.
Mientras tanto la Unión Europea mira las nubes sumida en la irrelevancia y con un negocio chino en cada esquina. La nomenclatura China contempla con desconfianza cualquier presencia occidental en países de “su” área que le interesa permanezcan desprotegidos. Ahora están indignados con Aukus, la alianza entre EE.UU., Reino Unido y Australia, a la que los americanos suministrarán submarinos nucleares. Fukuyama y su Fin de la Historia fueron una pompa de jabón. Se acercan tiempos interesantes.