NUESTRA HAMBRE Y NUESTRA SED

NUESTRA HAMBRE Y NUESTRA SED

Manolo Velázquez -Párroco-

Vivimos en un mundo lleno de contradicciones donde mientras a media humanidad el hambre y la sed le corroe las tripas y le reseca la garganta, otros se gastan increíbles fortunas en yates, cremas, potingues, afrodisiacos y operaciones estéticas para «estar en forma» o para vestir o calzar a la última moda.

Sin duda, se olvidan de que sólo hay un modo, no una moda, de estar verdaderamente en forma y de encontrarnos a gusto con nosotros mismos: no vivir engañados y asumir nuestra verdad.

Con frecuencia, nos engañamos a nosotros mismos y no aceptamos nuestra verdad, que no es otra que una profunda insatisfacción y un gran vacío interior.

Esta es la gran verdad que intentamos ocultar mientras buscamos sucedáneos, que disimulen esos agujeros o profundos socavones que van quitando consistencia a nuestra vida.

Podría citar una lista interminable de expresiones que se escuchan, cada día, y que vienen a indicarnos esa insatisfacción vital de mucha gente, que incluso teniéndolo todo, se sienten vacíos… a la búsqueda de algo, que no se sabe muy bien que es… pero que todo el mundo anhela.

Casi siempre nos movemos por objetivos primarios como: la comida, el dinero, el sexo, el alcohol o cualquier otra clase de droga que nos pueden producir un rápido subidón de dopamina… pero igual que viene se va, se esfuma…

«Siento que me falta algo»… me decía hace poco un desconocido que andaba buscando algún sentido a su vida para poder seguir caminando:

¿Qué sentido tiene mi vida: trabajar, comer, dormir… y volver a empezar… ¿para qué?

Creo que no saber para qué se vive es uno de los peores sentimientos que puede soportar un ser humano.

Por eso, cuando tenemos la sensación de que todos nuestros recursos internos se han consumido es necesario detenernos, tomar aire y revisar el equipaje existencial que llevamos…

La adicción a la sustancia o la sin sustancia del alocado consumismo que entretiene pero no mantiene… y la fiebre de tener que ir todos los días a comprar nuestra ración de alpiste, en los mismos negocios, o a beber los mismos chupitos, en los mismos charcos, nos pueden hacer descubrir la necesidad de reinventarnos y conectarnos con nuevos objetivos realmente enriquecedores y constructivos.

En este sentido, Jesús de Nazaret hoy nos propone ser nuestro espejo y nuestra sombra… nuestro referente de crecimiento para llegar a  tener vida en abundancia.

Sus palabras nos sorprenden:

«Yo soy el pan que produce vida. El que venga a mí no pasará más hambre y el que cree en mí nunca tendrá más sed»

Esta es la respuesta de Dios a nuestra profunda insatisfacción.

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