LA ACEQUIA DE REGADÍOS DE MOTRIL EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII
Una ciudad y una vega sedientas, en una zona como la que ocupa geográficamente Motril, el agua constituyó históricamente una pieza crucial de supervivencia y desarrollo. El permanente esfuerzo por el control y acceso al agua dio lugar a elaboradas formas de extracción, transporte almacenaje, distribución y usos.
Los cultivos tradicionales de la vega motrileña, especialmente la caña de azúcar, han sido muy exigentes en agua, requerimiento que debido a las condiciones climáticas no se puede cubrir con el sólo aporte de las lluvias. Por lo tanto, la existencia de esta agricultura local es únicamente posible si la contemplamos desde el punto de vista de establecimiento de un sistema de regadío artificial.
La única red hidrográfica de importancia que pasa los límites del término municipal y surte a la población y a la vega con sus aguas es el río Guadalfeo y los motrileños, desde hace siglos, han intentado y logrado, no sin dificultades; el aprovechamiento adecuado de las aguas de este río, construyendo un método de regadío artificial que cubriese la carencia en precipitaciones y que permitió mantener el desarrollo agrícola motrileño.
El agua del Guadalfeo se lleva desde tiempo inmemorial a la vega agrícola por medio de acequias y se distribuye por toda ella mediante una red muy irregular de pequeños canales y balates, fertilizando una tierra que de otra manera hubiese sido de una bastante más baja productividad agrícola y, seguramente antes de la construcción de este sistema de regadío, sólo serían regables zonas de las orillas de río con lo que el poblamiento debió ser muy escaso, pudiéndose afirmar que el desarrollo poblacional y económico de Motril estuvo muy ligado a la creación de las acequias para conducir el agua a toda la planicie litoral, hasta entonces escasamente productiva desde el punto de vista agrícola, por lo que el agua y las obras hidráulicas se convirtieron en una de las grandes preocupaciones de generaciones de motrileños, que realizaron un enorme esfuerzo por aprovecharla convenientemente y por mantener las acequias y balates y así asegurar su persistencia en el tiempo.
Nos encontramos en conjunto, en la época que nos ocupa, con la existencia de un sistema de conducción de aguas del río integrado por tres canales o acequias básicas de distinta importancia en lo que se refiere a su extensión y caudal pero que son primordiales para la distribución del agua a todos el regadío motrileño.
La más importante por su extensión y volumen de caudal es la llamada Acequia Principal, que iniciaba, ya en el siglo XV, su trayecto en una presa de derivación o azud en el río Guadalfeo construida en este siglo XVIII prácticamente igual que en época musulmana con unos débiles “caballos” edificados con trocos y sogas de esparto y una compuerta de ladrillo y mampostería para el desvío del agua, situada en las cercanías del desagüe de la rambla de Escalate en el Tajo de los Vados. Esta acequia tenía en el siglo XVIII una longitud aproximada de unas tres leguas y desde su toma de aguas proseguía su curso faldeando los montes del Magdalite en dirección S-SE, regando las vegas de Panata y Pataura y continuaba atravesando la llanura aluvial por su borde Norte junto al núcleo urbano, irrigando la Vega Vieja o de Motril, para seguir hacia la vega de Paterna hasta desembocar el rambla de Villanueva en Torrenueva.
Su construcción inicial parece muy antigua, remontándose con seguridad a época musulmana, siendo en esta época su longitud más corta, puesto que desembocaría hasta el último tercio del siglo XVI por la pucha de Monfoto en la rambla de los Álamos. Posteriormente, sobre finales de los años 80 de este siglo XVI, siendo alcalde mayor el licenciado Salguero Manosalbas, se alargó hasta Torrenueva al ponerse en cultivo cañero los pagos del Vadillo, los Molinos, Puentes, Caldera, Hoya de Perea, Peregrina, Pucha Nueva, la China y Paterna; antes dedicados a olivos, higueras, viñas, panizos y prados.
El trazado de la acequia también hubo que modificarlo en 1686 en la zona de Panata y Pataura elevándola a una cota superior e introduciéndola más hacia las laderas de los montes, debido a que se había variado la madre del rio por las avenidas y se cegaba el canal,
Las otras dos acequias, derivaciones de la anterior, eran las denominadas Acequia Chica y Acequia Vieja o del Deire. El agua de la primera se tomaba originariamente de la Acequia Principal en las cercanías de la alquería de Pataura y recorría el pago de Minasierra en una cota más elevada que la Principal, hasta las inmediaciones del convento de San Francisco donde volvían a unirse. En el siglo XVIII también este canal había variado su trazado y ahora tomaba sus aguas de la Principal pero en la zona de Santa Isabel próxima al pago de los Bates, variación que con toda probabilidad, se haría también como consecuencia del nuevo trazado de la Acequia Principal en 1686. De esta Acequia Chica partía, embovedada, una más pequeña, llamada acequia del Cenador, que desde la ermita de San Sebastián llegaba a la Huerta del Cenador donde se volvía a unirse mediante un pequeño acueducto, denominado Arco del Cenador, a la Principal. También otra pequeña acequia llamada “Sangraderilla”, derivación también de la Principal, regaba la zona norte del pago de las Fuentes.
En cuanto a la Acequia Vieja o del Deire su origen también parece datar de época musulmana y recibía el nombre de Acequia de Motaihanint. Poseemos muy pocos datos sobre su trazado y zona de distribución de aguas, aunque conocemos que en el siglo XVI tomaba sus aguas de la Principal en la pucha de Monfoto y que irrigaba algunas tierras de la zona de levante de la villa que quedaban fuera de la zona regable, hasta desembocar en la Rambla del Puntalón. En algún momento que no conocemos del siglo XVI esta acequia dejó de usarse, hasta que en por los años de 1703 o 1704 el conde de Bornos solicitó al Concejo de Motril que se le permitiese abrir de nuevo esta acequia, modificando su antiguo trazado, para poner en regadío unos mil marjales de su propiedad en el pago del Deire, autorizándosele por la Junta de Aguas que abriese un ojo con el diámetro de un octavo de vara castellana en la en la pucha de Monfoto de la Acequia Principal.
Además de estas acequias que existían en el siglo XVIII, habían desaparecido la acequia vieja de Pataura, también de origen musulmán, y otra antigua acequia que debía tomar aguas en la Principal en algún lugar que desconocemos por encima del molino de Beas en las cercanías de los Bates y que, construida en 1611, regaba algunas zonas del norte y este de Motril y, embovedada, se unía finalmente con la Acequia Principal en las proximidades del Puente del Salitre o de la Virgen de la Cabeza. También se había abandonado el antiguo cauce de la acequia de Motaihanint.
Las condiciones climáticas de la primera mitad del siglo XVIII no debieron ser muy distintas de las actuales, largos periodos de sequía coinciden con lluvias torrenciales que lejos de fertilizar los campos anegan los cultivos próximos al río y ramblas y sufren su proximidad con las continuas destrucciones provocadas por las impetuosas avenidas del río sobre todo en otoño que inutilizaba con frecuencia los sistemas hidráulicos.
A partir de 1750 y hasta el final del siglo, se observa en la documentación un gran aumento de las precipitaciones, con lluvias torrenciales casi todos los años que con su intensidad, arrancaron las tierras puestas al descubierto por las roturaciones y por la deforestación, siendo arrastradas por el río y las ramblas que al depositarlas en desembocaduras y márgenes, elevaron considerablemente el nivel de las tierras de la vega y pusieron en peligro todo el sistema de regadío establecido en Motril. El río se desbordaba con frecuencia y ocasionaba, además de la perdida de cultivos, la rotura casi constante del azud y también se produce reiteradamente la quiebra de la acequia en los tramos en que es atravesada por las impetuosas ramblas repletas de agua por las lluvias torrenciales.
Se inicia una lucha permanente y difícil, durante toda la segunda mitad del siglo XVIII, por contener las avenidas del río y mantener intactas las acequias que eran vitales para conservar la agricultura motrileña. La avenida de 1750 y sobre todo el gran desbordamiento del Guadalfeo ocurrido el 4 de octubre de 1751 que destruyó la acequia, el pueblo de Pataura, el ingenio que allí había y gran parte del vega; dejaron bien patentes que era el momento de iniciar una profunda modificación en el modelo tradicional de la estructura hidráulica establecida en Motril desde época medieval; aunque en realidad no se logró nada en lo que restaba de la centuria, entrado Motril en una profunda crisis de la que no se recuperó hasta bien entrado el siglo XIX y en la que no es ajena, entre otras causas, la obsolescencia y fragilidad del sistema de regadíos.
La representación hecha a la Corona por el alcalde mayor de Motril, Ignacio Esteban Villafañe, en 1776 sobre el miserable estado en la que se hallaba la ciudad es un gráfico ejemplo de la decadencia provocada por lo arcaico de las obras hidráulicas motrileña:
“Este pueblo (Señor) que hasta de pocos años a esta parte ha sido el más lucido, fértil y abundante, es hoy el espectáculo más lastimoso y compasivo; pues si antes era hermoso, famoso, populoso, comerciante y rico, al presente tiene y se halla reducido a un corto vecindario, se registran con dolor su edificios y fabricas suntuosas destruidas; u aspecto publico desolado; su campo cuasi inculto; el labrador antes contento y rico, hoy mísero y perdido; el jornalero con total desamparo, el hacendado sumamente deteriorado; su Ayuntamiento tan amenorado que sólo le han quedado cinco de sus treinta y seis individuos y finalmente lo más principal que es vuestro Real Erario, tan perjudicado como adelante se demostrará; siendo tan y en tan sumo grado las desgracias, que sin duda hace caminar a este infeliz pueblo a una lastimosa ruina; y aunque la pintura expuesta parece añadir nuevos horrores a la imaginación, sin embargo (Señor) no explico toda aquella descripción de la miseria en que se mira Motril.
Siendo, pues preciso exponer y manifestar la causa productiva de sus infelicidades y perjuicios (para que reconocidos) si fuere del agrado de Vuestra Majestad se sirva diferir y providenciar el alivio que este su fiel y leal pueblo tanto necesita y con vivas ansias solicita; sin cansar la soberana mente de Vuestra Majestad. en una breve, sucinta, descriptiva digresión haré constar y ver las causas de su ruina, infelicidad y miseria.
Esta (Señor) se la atrae y produce la misma, que desde su establecimiento le facilitó y dispensó las nunca bien ponderadas felicidades, que hasta de pocos años a esta parte ha tenido y gozado. Esta substancia consiste en su única acequia principal, con cuyas aguas se fertiliza su espaciosa, fértil y dilataba vega, las que toma del río Guadalfeo en la presa que tiene en el sitio y pago llamado de Panata, inmediato al lugar de Pataura y desde donde empieza a regar hasta la Torrenueva que se halla a las orillas de la mar donde finaliza la acequia y también la vega con el pago de Paterna último que riega, hasta cuyo sitio la acequia, desde la toma de agua tiene algo más de tres leguas y la vega quarenta mil marjales, que es el terreno que fertiliza.
Esta acequia, que en parte sacaron los moros y después (conquistado Motril) continuaron sus primeros moradores, dándole toda la extensión que tiene para el regadío de los cuarenta mil marjales, para la manutención de sus vecinos, para el uso de los molinos que en aquel tiempo y tenía y para el abasto común de todo viviente en este pueblo. Es un compuesto que comprende y abraza varias esenciales partes y estremos de que depende su existencia y de ellas la principal, como que es la clave de todas, es la presa por ser la que facilita y da entrada a las aguas que ha de conducir para los expresado fines; de manera que sin presa nada sirve la acequia y por esta razón, como que es el único particular y principal causa que pide las más viva y pronta atención en las criticas actuales circunstancias que cercan esta infeliz población y a sus labradores, que la miran con dolor insegura y a cada paso destruida con las continuas avenidas del río Guadalfeo, que no sólo le causa inmensos gastos en su reparación y composición ( que ya no pueden sufragar) sino es también las perdidas, perjuicios y menoscavos en sus frutos, que carecen de los precisos riegos en los tiempos más esenciales, quedando por esta falta insustanciales y sin aquel producto que podían tener por lo ventajoso de las tierras y buenas labores que les dan para compensar la injuria de los tiempos y contrariedad de los malos años; no siendo menos sensible el verse carecer aún de la necesaria para el abasto de sus vecinos, expuestos por esta falta a perecer del todo; cuyo dolor sufrieron y experimentaron en el año próximo pasado, en el que por continuación de las avenidas, se vieron privados más tiempo de tres meses del agua de su acequia, viéndose precisados ( los que podían) a traerla de río por cargas y los pobres infelices a pedirla por Dios. Es sin duda (Señor) una necesidad gravemente urgente que clama por el remedio de la firmeza y subsistencia de la presa, dándole toda la seguridad que pide la estabilidad de un pueblo tan útil como fiel a Vuestra Majestad.”