VIERNES SANTO
Existen demasiadas representaciones de Jesús crucificado bastante relamidas y sin fuerza en nuestros templos y en nuestras casas. Por eso hoy he querido traer esta obra del escultor brasileño Guido Rocha, que murió en el año 2007. Es una escultura desgarrada y llena de dolor, con una gran fuerza y un hondo dramatismo, capaz de interpelar a cualquiera que la observe.
Esta obra estuvo expuesta en la Asamblea del Consejo Mundial de las Iglesias, celebrado en Nairobi en el año 1975. Frente a la escultura podía leerse está inscripción del autor: «Hoy cada vez más la civilización cristiana occidental se ve enfrentada a dos Cristos: el Cristo de los opresores y el Cristo de los oprimidos. El Cristo de los opresores es el que somete sin lucha a la explotación, absuelve los pecados de los torturadores y amenaza con el infierno la «pereza» del hijo del campesino desnutrido.
Para nosotros, como artistas de América Latina, el Cristo de los oprimidos nace en el alma del pueblo y su llanto es un arma que saca de su debilidad la fuerza contra la explotación.» A mi hoy, ante este Cristo, me ha salido del alma este poema: TENGO SED Tengo mi costado abierto en el quicio de la tarde y mi cabeza doblada, sobre el cuerpo taladrado, qué con la fiebre se abrasa. La garganta en carne viva, fruto de tanto quebranto y este grito desgarrado qué ahoga mi propio llanto. En vez de un sorbo de agua, que apague a penas mi sed, tanta zafiedad me espanta, me dan a beber vinagre qué reseca mi garganta.
UNA NOTICIA BUENA
La Pascua suena bien, sienta bien y casa bien con todas las cosas buenas y hermosas que conocemos como: la luz, el agua, el perfume o la flor de primavera. En Pascua irrumpe en nuestra noche esa cálida luz que no nos ciega y se nos cuela hasta el fondo del alma. Esa luz que enciende en nosotros una esperanza cierta en medio de la duda… y que empieza a derretir los témpanos de hielo de un mundo congelado por tantos miedos, crisis o pandemias.
Porque la noticia buena consiste en que Dios ha roto el poder de los fuertes al levantar a su Hijo más débil de la muerte. Por eso, creemos en la vida… y esperamos más vida para todos, ya que sabemos que cada tumba temblorosa y fría se convertirá en un jardín de primavera incontenible… y que las losas de los sepulcros que nos agobian y nos asfixian la vida, serán todas removidas. Pues, desde que Jesús ha resucitado, la muerte no es nada… o es mucho más de lo que pensamos, al ser un paso necesario y siempre liberador.