CUANDO LA LÓGICA NO FUNCIONA

CUANDO LA LÓGICA NO FUNCIONA

MARÍA ROBLES -Psicóloga Clínica, Co-directora de Essentia, Psicología y Bienestar-

Seguramente alguna vez hayas experimentado una sensación extraña al subirte a una escalera mecánica que se encontraba parada, la sensación de que, al poner el pie sobre ella, una fuerza misteriosa te empujara hacia adelante como si realmente la escalera se hubiera puesto en marcha, a pesar de tener plena conciencia de que no es así. ¿Te ha pasado alguna vez? Es tan habitual que incluso tiene un nombre: “El fenómeno de la escalera mecánica rota”. La explicación para esto es que casi tod@s nosotr@s hemos subido repetidamente a escaleras mecánicas en funcionamiento y nuestro cerebro ha aprendido a adaptarse a la relativa pérdida de equilibrio que se produce al hacerlo.
Cuando nos disponemos a subir a una escalera mecánica parada, e incluso siendo conscientes de que está parada, una parte de nuestro cerebro, basándose en todas las anteriores veces en la que lo hemos hecho con ella en movimiento, envía señales para que nuestras piernas y tronco se muevan como si de nuevo en esta ocasión, la escalera estuviera en funcionamiento….
Entonces es cuando a ti te explota el cerebro 🤯, porque lo que quieres hacer entra en contradicción con lo que hace tu mente…ahí…. a su bola.
Digamos que es un pequeño “cruce de cables”  que hemos de soportar, a veces, por contar con un sofisticado mecanismo que asocia situaciones habituales con respuestas automáticas y que la mayoría de las veces nos permite adaptarnos de una manera muy funcional y rápida al entorno.
Pero ¿Por qué os cuento esto? Pues bien, lo que realmente me interesa de todo esto es que os percatéis del hecho de que, aunque SEPÁIS que la escalera está parada, e INTENTÉIS poner mucha conciencia, atención y empeño en que no ocurra, vuestro cerebro seguirá mandando equivocadamente la señal de que la escalera está en movimiento y volveréis a sentir ese ligero desequilibrio al subir a ella….
– Muy bien María… ¿y que tiene esto de interesante? 🤔

Pues a ver, que este es un ejemplo clarísimo de que no tenemos control sobre muchos de nuestros procesos mentales, ya que operan autónoma y automáticamente.
Y esto al subir a una simple escalera…imaginaros lo que puede ocurrir cuando lo que se ha asociado es por ejemplo un miedo intenso a una situación determinada, digamos, en una claustrofobia 😱.

Bien, pues esta es la razón por la que, si tenéis en este momento cerca a una persona que está sufriendo un trastorno psicológico, no le ayudará en nada que le digáis cosas como: “¡intenta tranquilizarte!”, “¡anímate!”, “¿qué motivos tienes tú para sentirte infeliz?”, “tienes que encontrar la causa de lo que te pasa, si no, no lo superarás”, “tienes que poner más de tu parte”, “si tuvieras problemas de verdad se te quitarían todas las tonterías”, “¡échale valor!”…..y no le ayudarán en nada porque sencillamente…por ahí no van los tiros…..lo único que conseguiréis es que la persona que sufre el problema acabe sintiéndose mucho más confusa, frustrada, culpable y bloqueada y vosotr@s acabéis con la sensación de que es tozud@ y egoísta, y no se esfuerza lo suficiente para salir de su problema.
Cuando estamos sufriendo un problema psicológico complejo e incapacitante, lo más sensato es buscar cuanto antes la ayuda de un especialista porque como decía el genial Óscar Wilde, “Con las mejores intenciones se obtienen, la mayoría de las veces, los peores resultados”

Las soluciones intentadas

Precisamente, y al hilo de todo lo anterior, me gustaría compartir con vosotr@s uno de los elementos claves en los que un psicólogo debe indagar en las primeras consultas. Concretamente, en el modelo con el que yo trabajo, la terapia breve estratégica de Nardone, las llamamos “las soluciones intentadas”.
Las soluciones intentadas son todos los intentos reiterados que han hecho hasta ese momento, tanto la persona que sufre un problema, como las personas con las que se relaciona (familia, pareja, anteriores terapeutas, médico etc.), para solucionarlo o para lidiar con el. Estas soluciones utilizadas parecen lógicas, correctas, “de sentido común”, pero…no solo no han ayudado a resolver el problema, sino que han terminado por complicarlo aún más, creando un círculo vicioso del que la persona no puede salir por si misma.
Obviamente, el tipo de soluciones intentadas tendrán mucho que ver con otros aspectos fundamentales que tenemos que detectar: el modo redundante en el que la persona se percibe a sí misma, percibe a los demás y percibe el mundo.

Pero, veamos algunos ejemplos clásicos de soluciones intentadas que se ven en consulta:

  • «Estoy sufriendo ataques de pánico y, mientras que no me encuentro mejor, estoy pidiendo a mi marido que me acompañe cuando salgo a la calle».
  • «Me encuentro deprimido y, para desahogarme, hablo mucho con mi mujer de lo mal que me siento».
  • «Tengo miedo a contraer una enfermedad y, en cuanto me noto algún síntoma, busco información en internet para ver de qué se puede tratar».
  • «Mi hijo tiene muchos celos de mi hija y, por eso, yo evito mostrarme cariñosa o atenta con ella delante de él».
  • «Cuando me da la ansiedad, prefiero quedarme en casa tranquilo»
  • «Evito reuniones sociales en las que hay muchas personas porque soy muy tímida y me siento más cómodo quedando con una o dos personas que conozca muy bien».
  • «Mi marido está obsesionado con la suciedad y, para que no se altere, yo procuro tenerlo todo perfectamente limpio y ordenado». 

Una vez que hemos detectado cuál es el sistema perceptivo – reactivo de la persona, es decir, como percibe la realidad y cuáles son las soluciones intentadas que están interviniendo en el problema, debemos comenzar a poner en marcha una serie de estrategias para ir desactivándolas.
Cómo podréis imaginar, esto no es tan sencillo, ya que ni todas las personas son igual de colaboradoras (si…aunque parezca increíble, muchas no lo son), ni todos los problemas son igual de resistentes. Por ello es por lo que debemos utilizar, no solo prescripciones directas en las que le damos una indicación clara y precisa a la persona de como comportarse frente a la situación problemática (y que funcionan muy bien con personas “obedientes” y problemas menos resistentes), sino también prescripciones indirectas y prescripciones paradójicas, a través de las que llevamos a la persona a hacer algo casi sin que se dé cuenta o a que descubra “inesperadamente” algo que queremos que descubra, esquivando de esta manera una de las grandes dificultades que nos encontramos en consulta, la “resistencia al cambio”….pero este, ya es otro tema…

Así que, en resumen, recordad que cuando tenemos un problema, las primeras preguntas qué debemos hacernos son: ¿qué estoy yo haciendo para intentar solucionar mi problema? Y, ¿esa solución, aunque a corto plazo me esté aliviando, está funcionando a largo plazo para salir de donde estoy?
Ya lo decía Einstein: “si algo no funciona cámbialo” y yo añadiría….”y si por ti mism@ no puedes, pide ayuda”.

Espero que os haya gustado y os recuerdo que tengo más en www.lomiotienesolución.com 

¡Gracias por leerme y abrazos para tod@s!

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