RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

LAS VARIACIONES CLIMÁTICAS Y LA CRISIS DE LA CAÑA DE AZÚCAR EN EL MOTRIL DE LA EDAD MODERNA

MANOLO DOMÍNGUEZ -Historiador y Cronista Oficial de la Ciudad de Motril-

Para explicar la crisis que sufrió la agricultura de la caña de azúcar y la industria azucarera a fines del siglo XVIII y que acabó con la economía azucarera en Motril, uno de los varios motivos que se han argumentado, ha sido la incidencia negativa de algunos factores geográficos.

En términos generales, los condicionamientos geográficos han creado en la costa de Granada unas condiciones agrícolas únicas que permitieron desde época musulmana el cultivo cañero pero, también, estaba bien claro que la planta se desarrollaba al límite de sus posibilidades ecológicas, con lo que cualquier alteración de este inestable equilibrio geográfico podía dar al traste con la caña y su cultivo en la vega motrileña.

El más variable de los condicionamientos geográficos y el que más afecta directamente a la agricultura es el clima, cuyas oscilaciones, aunque sean cortas, pueden influir poderosamente sobre el desarrollo agrario y especialmente sobre aquellos cultivos que, como en el caso de la caña, son muy sensibles a cualquier cambio climático.

La caña de azúcar en la vega de Motril se encontraba ligeramente fuera de su límite térmico, con lo que una variación térmica negativa, aunque no fuese muy fuerte, era de consecuencias desastrosas y más para la variedad de caña de azúcar que se cultivó a lo largo de la Edad Moderna que era muy poco resistente a las bajas temperaturas.

Realmente en Motril, históricamente, las heladas son muy poco frecuentes pero cuando suceden afectan a una gran parte de la cosecha cañera del año en que ocurren. Para el siglo XVI carecemos de datos que nos citen problemas cañeros debido a las heladas. Es de suponer que se produjesen algunas, pero los datos al respecto son muy confusos y citados secundariamente; por ejemplo, en noviembre de 1567 una fuerte nevada impidió a los regidores llegar hasta el Ayuntamiento. Pero al contrario, poseemos datos bastante más concretos para el siglo XVII que prácticamente se inauguró con una importante helada en 1604, provocando la pérdida casi total de la cosecha. Las heladas debieron repetirse con cierta frecuencia a lo largo del siglo, siendo especialmente rigurosas, en lo que se refiere a su incidencia sobre el cultivo de la caña de azúcar,  las de 1615, 1616, 1649, 1668 que llegó a afectar incluso a las raíces de las plantas, 1669, 1682, 1688 y 1699. Todo esto como posible antecedente del importante descenso climático del siglo XVIII, que casi aniquiló el cultivo cañero en toda la costa del reino de Granada.

En 1700 las heladas afectaron a gran número de marjales de cañas en la vega de Motril, repitiéndose con parecido rigor en 1717, 1718, 1741, 1752 con pérdida de la mitad de la cosecha, 1753 y 1766. A partir de ese último año parece que las heladas dejaron de ser tan frecuentes y sólo aparecen esporádicamente en algunos años de fines del siglo, afectando a un corto número de marjales en las zonas más desprotegidas de la vega y sin que tuviesen especial incidencia en la ya muy mermada producción cañera de los últimos años de la centuria dieciochesca.

A este problema de las heladas, que sin lugar a dudas contribuyó en gran medida a la recesión cañera finisecular, hay que añadirle el efecto contraproducente de las avenidas e inundaciones provocadas por el río Guadalfeo que agudizó aún más las dificultades y que aunque no afectaron a la totalidad de la superficie de la vega plantada de cañas, si inutilizaban temporalmente partes de las tierras de cultivo de Pataura y Motril, especialmente en las zonas próximas a las orillas y las tierras más bajas cercanas a la desembocadura del río.

En la documentación consultada no hemos encontrado referencias a crecidas importantes entre 1570 y 1700. Pero a partir de esta última fecha, los informes sobre daños en la vega producidos por desbordamientos del río son cada vez más frecuentes, hasta hacerse casi anuales en el último tercio de la centuria.

Es evidente el carácter torrencial del río Guadalfeo desde épocas remotas, lo que se tradujo en una sucesión de grandes avenidas y continuos periodos de sedimentación que conformaron la fértil vega de su delta. Es posible que el hecho de que la actividad torrencial del río en la Edad Moderna, podría estar en relación con la transformación histórica de la población costera y alpujarreña; afirmando que después de la rebelión de los moriscos en el siglo XVI, la Alpujarra y la costa granadina fueron repobladas por campesinos castellanos que, ignorando los cultivos de regadío, extendieron por todas las sierras paralelas al mar, entonces cubiertas de monte bajo y bosque mediterráneo, los cultivos de secano. Además, la tala indiscriminada del bosque en las sierras que rodean la costa para la utilización de la madera como combustible en los hogares y en los ingenios azucareros, privó a la tierra de su sujeción vegetal y facilitó la erosión.

Indudablemente, la acción antrópica debió afectar en parte a la torrencialidad del Guadalfeo pero lo parece claro es que desde el siglo XVII y durante el siglo XVIII, asistimos a un aumento de las precipitaciones que, con su intensidad, arrancaron las tierras puestas al descubierto por la roturaciones y por la modificación de la cobertera vegetal, siendo arrastradas por el río que, al depositarlas en la desembocadura y en sus márgenes, elevó considerablemente el nivel de las tierras de la vega.

Hay datos de importantes lluvias y grandes avenidas en 1684 y 1685 y recogen testimonios de muy altas precipitaciones en la primavera de 1708, una gran avenida en 1716 que malogró una obra terminada en el mismo año con el objeto de encauzar el río. En 1722 un informe del Cuerpo de Ingenieros especificaba que en Motril había inutilizados 16.000 marjales de la vega por las inundaciones del río. En 1737 se produce otra gran inundación que inutiliza una importante cantidad de tierras de cultivo en las vegas de Motril, Salobreña, Lobres y Pataura; riada que se vuelve a repetir con parecida intensidad en 1746 afectando a más de 7.000 marjales, en 1764 y 1766.

Las vegas cañeras del delta del Guadalfeo (Inicios del siglo XIX)…

Durante el último tercio del siglo, el problema de las avenidas del río es casi constante en la vida motrileña. Otra inundación de grandes proporciones ocurrió en 1778 y son casi invariables en otoño o en primavera entre las décadas de los años 80 y 90:

       – En 1786 el río rompió por el sitio denominado Balatón, inundando una considerable cantidad de marjales de cañas.

       – En 1787 una nueva avenida aumentó el nivel de inundación de los pagos de la vega situados en la proximidades de la desembocadura del río: parte baja de Pataura, Puntal, Peña Blanca, Soto de Zarreta, Molino, Salto del Gato, Callejón del Peral, Higueras, Casa de Contreras, Herrera y Chamorro. Se evaluaron daños en más de 10.000 marjales.

       – En 1788 otra inundación afectó a 10.000 marjales de tierras de cultivo.

       – Entre 1789 y 1793 se produjeron avenidas anuales con grandes daños en las tierras más bajas de la vega.

 Este problema de las avenidas producidas por la gran torrencialidad del río Guadalfeo, va a impedir que se pudiese seguir ampliando las tierras cultivadas para dedicarlas al cultivo de la caña de azúcar, con lo que parte de la llanura litoral de Motril siguió siendo pantanosa e inundable hasta bien entrado el siglo XX.

Realmente las tierras cultivables útiles para el regadío en la vega motrileña no aumentaron demasiado entre el último tercio del siglo XVI y 1850, si lo comparamos con el aumento de extensión efectuado en la segunda mitad del siglo XIX y en el XX. Su ampliación para el regadío, se debió más a un proceso de puesta en cultivo de tierras sin romper y pantanosas en el interior de la vega más que su ampliación hacia el mar.

A mediados del siglo XVI la vega cultivada sólo abarcaba unos 15.000 marjales. En el último tercio del citado siglo, todo el sur de la vega era pantanoso y cubierto de anéales y carrizales desde el camino de Patria hasta el límite con Salobreña, donde había dos grandes albuferas ocupando gran parte de los pagos de la Algaida, Rioseco y Balabarca. En el interior de la llamada Vega Vieja también nos encontramos con zonas pantanosas debido a los trasminos del río y ramblas y tierras sin introducir en cultivo, dedicadas a pastos situadas al norte  de la Algaida y en los pagos de Almafa, Herragán, Habul, Paumar, Loaina, Monfoto, Pucha del Chorrillo, Mostaça, Patinar y Pataura. Gran parte de la vega de Paterna, situada al sureste del núcleo urbano hacia Torrenueva, también estaba dedicada a pastos.

Cincuenta o sesenta años después, en 1630, se realizó un apeo y deslinde del término de Motril, estimándose que la superficie cultivada en el regadío abarcaba 22.886 marjales; con lo que se puede estimar, aproximadamente, que en 100 años la superficie cultivada en el regadío aumentó unos 8.000 marjales, aumento que se debió conseguir colmatando tierras inundadas en el interior de la vega y poniendo en cultivo tierras incultas, especialmente en aquellas zonas consideradas más óptimas para el cultivo cañero; proceso que se inició nítidamente a partir de 1575 y en gran parte realizado por los compradores de las tierras de la población morisca expulsada, que fueron vendidas entre ese último año citado y 1590, muchos de ellos mercaderes granadinos y genoveses.

A partir de mediados del siglo XVII y hasta el siglo XIX, la extensión de la vega cultivable permaneció prácticamente estable, en torno a la cifra de 1630. Así en 1752, según el Catastro de Ensenada, había 27.325 marjales de regadío de los cuales permanecían incultos 3.335, con lo que nos quedan 23.990 marjales en cultivo. Cinco años después, los marjales útiles se estimaban en 23.475, aumentando a cifras cercanas a 30.000 marjales en 1785.Al mediar en siglo XIX, 1849, el Padrón de Riqueza Rústica nos da un total de 29.112 marjales cultivados.

En estos siglos, realmente poco se pudo hacer para ampliar la vega motrileña útil para el cultivo cañero. Los medios propuestos para controlar y encauzar el Guadalfeo se mostraron ineficaces, así como las propuestas para desecar las zonas pantanosas y semipantanosas cercanas al mar y en la zona del pago del Jaúl y si se aumentó el cultivo cañero, sobretodo en la primera mitad del siglo XVIII, se debió más a que se introdujeron en el cultivo de esta planta tierras antes dedicadas a cereales, viñas de regadío, morales, moreras, hortalizas y pastizales. La caña de azúcar quedó, pues, limitada a las zonas de la Vega Vieja, Paterna y Pataura; quedando inculta, por los trasminos, las inundaciones del río y los pantanos, una gran franja de tierra cercana al mar de una extensión aproximada de 30.000 marjales.

No se pudo, por lo tanto, extender más el cultivo cañero, ni tampoco intensificarlo, porque las técnicas agrícolas utilizadas en esa época tendieron a permanecer prácticamente invariables, sin que fueran las más aptas para conseguir unos rendimientos agrícolas adecuados. Sin duda, la caña de azúcar en Motril tenía sus días contados en los últimos años de la Edad Moderna.

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