LA MISTERIOSA MUERTE DEL CORONEL SANTOYO
Cualquier trabajo de Historia es siempre incompleto y susceptible de revisión por la aparición de documentos que amplían la investigación primitiva o contradicen a los utilizados en el primer momento.
Cuando empecé a interesarme por la historia de Motril me llamó la atención el hecho de que se citara mucho el opúsculo de Gerónimo Santoyo Memoria descriptiva de la Ciudad de Motril y de sus Castillos y Torres de la costa (año 1848 en la motrileña imprenta de Servaty), pero de su autor no se decía más que el nombre y primer apellido, así como su empleo de “Coronel Gobernador Militar”.
Busqué información sobre el personaje, conseguí bastante para lo poco que sabía pero mucho menos de lo que hubiera deseado, y con aquellos mimbres tejí un articulillo que titulé Aproximación a la figura de D. Gerónimo Santoyo, que el Consejo de Redacción de la Revista Qalat tuvo a bien incluir en el nº 5 de aquella revista, correspondiente al año 2005. Algo después redacté una especie de resumen del anterior, publicado por el periódico EL FARO en su añorada sección “El Motril que fue”, que coordinaba el ahora Cronista Oficial de la Ciudad de Motril don Domingo Antonio López Fernández.
Para quien no haya leído aquellos pequeños trabajos, que serán legión, sintetizaré lo que sobre sobre don Gerónimo contaba.
Nacido en Villacarrillo (Jaén) el 31 de marzo de 1781, de padres hidalgos con escasos bienes. Su vocación militar fue tardía e imprevista por los sucesos de la Guerra de la Independencia, pues ingresó como soldado distinguido el 6 de noviembre de 1808 en el Regimiento de Voluntarios de España. En septiembre se encuentra combatiendo en Madrid y obtiene su primer ascenso a cadete, y dos meses más tarde a subteniente. Lucha en Mora y Consuegra. En agosto de 1810, trasladado al regimiento de Voluntarios Manchegos, mantiene combate con el enemigo en Belmonte, alturas de la Inquisición de Cuenca y Villanueva de los Infantes, e interviene en las defensas de Alcaraz, Villarrobledo, Lucena y Villanueva de la Fuente. En esta última acción cae prisionero y es conducido a lo que él supone Francia aunque abrigamos dudas al respecto: quizá su destino fuera la villa de Peralada en Gerona. Con dos compañeros logra fugarse y llega a Larraun en un estado lamentable.
En abril de 1813, ya teniente e integrado en el 2º Ejército formaba parte de la guarnición que defendía Yecla. Asediada la población por la división de Harispe hizo entre los españoles más de mil prisioneros. Uno de ellos fue Santoyo.
Esta vez es seguro que fue a Francia, siendo internado en el depósito de Macon, capital del departamento del Saona. Tras un intento de fuga en marzo de 1814 deciden trasladarlo a un castillo que posiblemente fuera el de Sète en la costa del Languedoc, pero al paso por una población a la que llama Villafranca (una de las varias Villefranche que hay en el país vecino) logra llevar a feliz término la huida y el 24 de abril se presenta en Tolosa donde le comunican su ascenso a capitán.
En junio de 1816 desembarca en Puerto Rico donde ha sido destinado pero solo permanece seis meses, regresando a la Península. Durante unos años su vida es relativamente tranquila hasta que en 1833 las partidas carlistas se echan al campo y Santoyo, que ya es teniente coronel, interviene en los hechos de armas que se suceden en Cataluña hasta el 11 de febrero de 1835 que es retirado para desempeñar servicios auxiliares. De esta campaña se lleva como recuerdo dos hernias producidas durante la toma de Morella.
Nuevamente llamado al servicio activo en junio de 1836 combate a los carlistas hasta que en agosto de 1839 se le concede retiro para Sevilla, sin que suponga prolongada inactividad pues pronto recibe nombramiento como comandante de armas de Ocaña, ascenso a coronel, nombramiento de gobernador de Orihuela…
El 30 de marzo de 1843 se le nombra gobernador de Motril: fue allí donde escribió su célebre opúsculo que es lo que le ha proporcionado fama, siquiera a nivel local. Sin embargo los peores momentos de su vida estaban cercanos. El 7 de marzo de 1849 se vio obligado a darse de baja por el agravamiento de sus dos hernias. Intervenido quirúrgicamente estuvo a las puertas de la muerte. Entretanto, al amanecer del día 22, un grupo de unos trescientos hombres entró en Motril apoderándose de las armas de guardiaciviles y carabineros, liberando los presos, destruyendo documentos y otras tropelías. Aunque la acción tuvo origen político, las autoridades intentaron maquillarla como una algarada de contrabandistas unidos a delincuentes para “facilitar el alijo de un contrabando y quemar los papeles […] que demostraban los débitos por contribuciones de esta villa”.
Como consecuencia, las autoridades de Motril fueron sustituidas. Santoyo recibió el retiro definitivo y aunque no se le explicaron los motivos, él duda si sería por los recientes sucesos o porque debido a la gravedad de la operación sufrida lo consideraban inútil para el servicio. Elevó desde Granada una instancia a la reina en la que exponía que “cuando las ocurrencias desagradables de Motril se hallaba oleado […] y la plaza la mandaba el teniente ayudante”. En cuanto a su salud, después de la intervención “se halla con más robustez que antes de su mal”; y solicitaba se le reintegrara el destino al gobierno de Motril u otro similar.
Mi viejo trabajo terminaba así: “Si se contestó a su petición se ha perdido la respuesta; en todo caso no fue atendida y nunca más volvió a ocupar destino. Aquí se pierde su rastro. El documento firmado en Granada parece ser indicio de que allí fijó su residencia; pero también pudo ocurrir que se desplazara a la capital para obtener asesoramiento en Capitanía y en ella redactara su petición. Otra posibilidad es Padul, pueblo natal de su esposa. Confiamos en que tomando como base esta breve semblanza en la que subsisten algunas sombras, otros se animen a investigar más a fondo la figura de don Gerónimo Santoyo”.
Confié en vano, pues los no escasos historiadores que a Motril dedican sus afanes no han considerado oportuno malgastar su tiempo en disipar las brumas que envuelven más de un episodio de la vida del coronel. Y aunque traté de olvidarlo, de vez en cuando en el desarrollo de otros trabajos reaparecía su nombre y así se fue despejando más de una incógnita. Lo malo es que casi siempre ocurre que cada enigma resuelto abre la ventana a un nuevo arcano.
Así, ahora sabemos que efectivamente Santoyo se fue a vivir a Granada, fijando su domicilio en una casa de la calle Darro. Allí con su joven esposa -se había casado en segundas nupcias el año 1844 cuando él contaba 63 años y su novia 18- llevaría una vida tranquila, sin agobios económicos ni lujos con una pensión mensual de ochocientos reales, relacionándose especialmente, como era costumbre, con antiguos compañeros de profesión.
Allí murió. Hemos encontrado su partida de defunción que copiamos íntegra esperando satisfacer así la curiosidad del lector que haya llegado hasta estas líneas:
“Como Cura propio de la Parroquial de Santa Escolástica de Granada, mandé dar sepultura Eclesiástica en el día de la fecha al cadáver de D. Gerónimo Santoyo, Coronel retirado, hijo de D. Gerónimo y Dª Catalina Herreros de Agudo, natural de Villacarrillo, casado con Dª Francisca González Reyes. Murió en el día de ayer //entre renglones: de las heridas recibidas anteriormente// a los setenta años de edad: recibió los Santos Sacramentos; otorgó su testamento en la Ciudad de Motril en once de Junio de mil ochocientos cuarenta y nueve ante D. José Díaz Reyes, en el que dispuso se dijesen por su alma e intención ocho Misas rezadas y cuatro reales a las mandas forzosas; nombró por sus albaceas a D. José Arenas, Cura propio de la misma, D. José Osete y Díaz y D. Antonio Ballesteros. Se le hizo entierro solemne con Misa de cuerpo presente y salida a la puerta de las Granadas: fueron testigos D. José Giménez y D. Miguel Ramírez, Presbíteros, de esta vecindad. Y para que conste lo anoto y firmo en Granada a veinte y seis de Febrero de mil ochocientos cincuenta y tres = entre renglones: de las heridas recibidas anteriormente = Vale = Francisco Luis Vázquez (firmado)”.
Ha llamado nuestra atención la causa de su muerte: “de las heridas recibidas anteriormente”. ¿Qué heridas fueron estas? Por su hoja de servicios sabemos que aunque intervino en numerosas acciones bélicas nunca resultó herido. Como arriba se indica, durante la toma de Morella en el año 1833 se le produjeron dos graves hernias, pero calificarlas de “heridas” se nos antoja inapropiado. Estas hernias fueron las que reproducidas en 1849 indujeron a los médicos a operarlo. Las incisiones de los cirujanos sí son “heridas” pero practicadas con arte no dejan secuelas y así parece ocurrió en este caso cuando el mismo interesado en su recurso a la reina expresaba que “ha sido tan rápida su curación […] que se halla con más robustez que antes de su mal y por lo tanto dispuesto a seguir la carrera militar”.
Una persona puede sufrir heridas por muchas causas: accidente, agresión… tampoco eran raros los duelos en aquel tiempo, cuando el honor era todavía algo más que una palabra. La confrontación con otro documento nos hace pensar que la realidad pudiera ser muy distinta.
Desde 1841 funcionaba lo que hemos dado en llamar el “pre-Registro Civil”. Los párrocos estaban obligados a proporcionar al ayuntamiento los datos de todos los bautismos, matrimonios y entierros celebrados en las respectivas parroquias. Este precepto se mantuvo hasta la instauración del Registro Civil, tal como hoy lo conocemos, en 1871.
La conservación de los libros del pre-Registro Civil ha tenido desigual fortuna. En Motril, por ejemplo, creo que solo se conservan algunas hojas sueltas, pero en Granada ha habido más suerte. En el correspondiente a los difuntos de la parroquia de Santa Escolástica podemos leer: “Granada veinte y seis de Febrero de mil ochocientos cincuenta y tres.- Ha muerto en el día de ayer D. Gerónimo Santoyo.- Natural de Villacarrillo, provincia de (en blanco).- De edad de 70 años.- Su estado casado.- De profesión Militar retirado.- Su enfermedad irritación.- Testamento Hizo.- Vivía en la calle del Darro, parroquia de Santa Escolástica”.
Vemos que para nada habla de heridas. Para interpretar lo que en opinión de un médico de 1853 podía significar “irritación” podemos acudir a un diccionario de aquellos tiempos. El Usual de la RAE, de 1852 la define así como término de medicina: “Conmoción y agitación violenta de los humores”; mientras el de Domínguez, del año 1853 nos dice que es el “estado de una parte, en la cual hay un exceso de movimiento vital”, definición que a los que somos legos en Medicina nos deja turulatos pero nada tiene que ver con heridas.
Creemos que pudo ocurrir lo siguiente:
Consta que cuando en agosto de 1844 se concedió a don Gerónimo licencia para contraer matrimonio en segundas nupcias con doña Francisca González, se hizo con la condición de que sería “sin opción a los beneficios del Monte pío militar, a no morir dicho coronel en función de guerra o de sus resultas, por hallarse con más de sesenta años de edad en la actualidad”.
O sea que doña Francisca quedaba viuda con 27 años y sin pensión: un desventurado futuro. Por este motivo pudo ocurrírsele, bien a ella o algún consejero, presentar la muerte como consecuencia de secuelas de viejas heridas (como tales se podrían considerar en sentido amplio las hernias) en acción de guerra, El párroco, en un acto de caridad, interpoló a posteriori la frase “de las heridas recibidas anteriormente”, pero ya no pudo actuar sobre la nota facilitada al ayuntamiento. No obstante, era la partida parroquial de defunción la que debía acompañar a su petición de pensión del Montepío y quizá de esta forma pudo evitar la indigencia. Esperamos encontrar algún día el documento que lo confirme.