MOTRIL, UNA CIUDAD EN CRISIS: LOS TERREMOTOS DE 1884
De los más importantes fenómenos sísmicos que devastaron nuestro país a lo largo de su historia fue el tristemente famoso y conocido “Terremoto de Andalucía”, acontecido el 25 de diciembre de 1884 sobre las 21:08 horas y de unos 15 o 20 segundos de duración, con epicentro en el pueblo de Arenas del Rey y una intensidad entre 6,5-7 en la escala Richter, quebrantando de manera importante una superficie aproximada de 8.400 km2, de las provincias de Granada y Málaga, produciendo 835 muertos y más de 1.500 heridos, cantidades muy considerables si se tiene en cuenta la dispersión de los núcleos urbanos y la escasa población de la zona afectada. Las destrucciones materiales fueron enormes con 1.700 edificios arruinados y 4.400 gravemente afectados amenazando ruina, siendo necesario reedificar 1.123 casas y arreglar unas 13.000 en el centenar de pueblos y ciudades afectados por los terremotos, trabajos en los que se invirtieron unos diez millones de pesetas de la época, recaudados en diversas suscripciones que recibieron aportaciones de poblaciones de todas las partes del mundo en una ejemplar muestra de solidaridad. En 1885 se creó una Comisaria Regia para distribuir estos fondos entre los damnificados y que funcionó hasta 1888.
El invierno de 1884 se estaba presentando en Motril muy frío, lo que provocó que la gente, recogida en las casas desde temprana hora, fuera sorprendida bajo techo por el movimiento sísmico. Tras el terremoto, la situación de los supervivientes resultó más difícil aún por las duras condiciones climatológicas y por las continuas réplicas. El primer terremoto vino acompañado de un ruido sordo, que a veces se asemejaba a un lejano trueno y otras al que producirían grandes masas metálicas chocando entre sí e, incluso, algunos sintieron antes unas pequeñas oscilaciones que apenas si fueron percibidas por la población.
Es indescriptible el pánico que debió producir el terrible fenómeno en los desgraciados habitantes de Motril y media hora después del terremoto principal los campos circundantes de llenaron de gente que huía aterrorizada de sus casas ante el temor de que una nueva sacudida redujera la ciudad a escombros. Los pocos que se quedaron en sus casas mantenían las puertas abiertas, a pesar del frio, para poder huir en caso de un nuevo sismo.
El Ayuntamiento, presidido por Pedro Moreu, se reúne inmediatamente y concede todos los poderes al alcalde para que tomase todas las medidas necesarias para ayudar a los motrileños sin necesidad de reunir a la Corporación. En principio se habla de 16 casas en ruinas, de varios heridos por desprendimos de techos y paredes y un anciano muerto por el susto. Pero poco a poco, en los días sucesivos, de van aclarando los cuantiosos daños materiales producidos por el movimiento sísmico en la ciudad. Unas 600 casas estaban en mal estado, de las cuales 150 a 200 estaban en total ruina y habría que demoler; la tribuna de la antigua puerta de Granda amenazaba caerse con lo que se que desmontó urgentemente, los pisos altos de la Casa Consistorial presentaban grandes desperfectos, se derribó la torre de la iglesia de la Victoria por presentar ruina inminente, la cárcel quedó muy afectada con lo que se tuvo que trasladar los presos al convento de Capuchinos, daños muy importantes en la ermita de la Aurora cuya capilla mayor hubo que demoler, las casas de Correos y Telégrafos y del Registro de la Propiedad, estaban en muy mal estado; parte del hospital en ruinas con lo que hubo que trasladar a los enfermos a una gran barraca construida rápidamente en la plaza de Capuchinos y daños importantes en la Iglesia Mayor, en la de Capuchinos y en las ermitas del Carmen y San Sebastián que tuvieron que cerrarse al culto. El convento de las Nazarenas presentaba también grandes desperfectos con lo que las monjas estaban alojadas en un chamizo en su huerta.
La situación de los ciudadanos de Motril era aterradora, apenas habían quedado en la ciudad 40 personas y el resto de los casi 14.000 habitantes se habían salido al campo con lo puesto, buscando protección en chozas construidas precipitadamente de maderas y ramas, en los aperos de las fábricas de azúcar que se vieron convertidos en campamentos o a la intemperie donde pasaron la noche multitud de personas. Durante el día 26 se siguieron produciendo pequeñas réplicas y a la noche se desencadenó una fuerte tormenta, acompañada de aguas torrenciales, relámpagos y truenos que duró hasta el amanecer del día 27. El 30 de enero a las 17 horas, un nuevo terremoto precedido de un sordo y aterrador ruido, hizo que los habitantes de la ciudad no volviesen a sus casas, lanzándose frenéticamente a la construcción de chozas, casetas y barracas de madera. El Ayuntamiento tuvo que instalar farolas y cuatro escusados de madera para uso público y mantener algo la higiene en el campamento de barracas.
El 24 de enero de 1885 el gobernador civil de la provincia había visitado Motril para ver sobre el terreno los daños ocasionados por los terremotos y se reunió en casa de la familia Burgos con todas las autoridades locales, haciendo entrega al alcalde la cantidad de 500 duros para que fuera distribuida entre los más afectados por los movimientos sísmicos, ofreciéndose a gestionar ante el Gobierno la rebaja de las contribuciones y las indemnizaciones posibles, envió también 300 barracas, ropas de abrigo y mantas.
En esas fechas se constituyó una Junta de Socorros, presidida por el alcalde Moreu e integrada por los señores Antonio Fiestas Hernández, Bernardo Burgos, Antonio María Cálix y Gaspar Esteva Ravassa, acordando en su primera reunión proceder al reparto de 4.272 libras de pan a los pobres.
La escenario de Motril era muy alarmante, las afueras de la población era un triste campo de chozas y barracas y a los motrileños les daba la impresión que se no se les prestaba la atención suficiente por parte de las autoridades nacionales y provinciales, ya que había sido la ciudad, además de Loja, que más daños había sufrido, y se sentían en un total desamparo. El rey Alfonso XII que visitó algunos de los pueblos afectados, no estuvo en Motril. Corrían rumores de lo más peregrino, como que habría un nuevo y enorme terremoto que destruiría la provincia entera, que se habían visto fuegos y resplandores en el mar y que este humeaba a veces. La realidad era que los edificios estaban cada día más quebrantados por las réplicas sísmicas, el campo estaba helado e incluso había nevado, el hambre era cada día mayor entre las clases más menesterosas y los jornaleros sin trabajo y sin la posibilidad de llevar comida a sus casas.
Ante toda esta serie de catástrofes, los motrileños recurrieron, como lo habían hecho muchas veces a los largo de su historia, a pedir la ayuda divina representada por la Virgen de la Cabeza y Nuestro Padre Jesús Nazareno.
“Instintivamente este religioso pueblo pedía a grandes voces que salieran en procesión sus queridos patronos, Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Cabeza. No había pasado media hora, cuando ya en andas apareció en el cancel de la Iglesia Parroquial, situada en la plaza de la Constitución, la imagen venerada de Jesús Nazareno. La inmensa plaza estaba llena de gente de todas las edades, sexos y condiciones, y en el momento un grito inmenso de dolor y de confianza, seguido de otras aclamaciones se perdieron en el espacio.
Organizada tan sublime procesión y rezando todos con verdadera devoción el Santo Rosario, fuimos por nuestra patrona que estaba en su santuario, extramuros de la ciudad, en una pequeña elevación. Cuando la sacaron a la puerta, desde la que se domina perfectamente una planicie capaz de contener a todo este pueblo y algo más, otros gritos de dolor y alegría salieron también de los corazones”.
También, un grupo de vecinos del barrio de Capuchinos de etnia gitana sacaron en procesión a la Virgen de la Pastora para que ayudara a los motrileños en tan difícil trance.
Con ocasión de estos seísmos de 1884-85 los habitantes de Motril renovaron su voto que, con ocasión de los terremotos de 1804, habían hecho a la Sagrada Imagen del Nazareno.
“Se hace saber a todos los vecinos estantes y ausentes en esta ciudad de cuales quiera estado clase y condición que sea, como habiendo determinado los Ilustres Cabildos Eclesiástico y Secular de esta dicha Ciudad perfeccionar el Voto de Ayunar todos los días 12, la víspera del 13 de Enero de cada un año y al siguiente celebrar una función solemne en acción de gracias a su Divina Majestad por haberse dignado libertar a los habitantes de este pueblo de los estragos que pudiera haber causado en él el fuerte terremoto ocurrido la tarde del día 13 de Enero pasado de este año: Se ha mandado por Su Señoría que todos los expresados vecinos concurran la tarde del Domingo próximo 18 del corriente a las tres de ella a el Hospital Eclesiástico de Sra. Sta. Ana de esta dicha Ciudad para con presencia de los expresados Ilustres Cabildos perfeccionar y establecer para siempre jamás el enunciado Voto y para que llegue a noticia de todos y ninguno alegue ignorancia se publica y fija el presente escrito en la Ciudad de Motril a 9 de Marzo de 1804”.
Poco a poco, los movimientos sísmicos fueron remitiendo, volviéndose la gente a sus casas e iniciándose la reconstrucción de los numerosos edificios dañados, pero la tranquilidad duraría poco puesto que, en la primavera de ese año de 1885, el cólera morbo-asiático haría su aparición en nuestra ciudad con una gran virulencia, afectado a gran parte de la población y dejando centenares de víctimas.
Terminaba el fatídico año de 1885 con una ciudad en crisis, pero con la esperanza de los motrileños en un futuro mejor.