¿CUESTIÓN DE ELASTICIDAD?
Que las UCI de Granada están al borde del colapso no es algo nuevo, lo pueden leer en prensa o escuchar en los medios de radio y televisión día sí y día también, por desgracia. “Las camas de UCI no son sus camas. Son su gente” decía recientemente el actual presidente de la Sociedad Europea de Cuidados Intensivos, Maurizio Cecconi.
Se pueden poner camas, ventiladores, tecnología y todo lo que ustedes quieran. Pero sin personas altamente cualificadas será imposible atender al flujo brutal de pacientes que se siguen acumulando en todos los rincones de los hospitales. Usted, lector, nos tiene que ayudar.
Los recursos materiales se adquieren si hay dinero para ello; los espacios se duplican o triplican para ayudar a la mayor gente posible en lugares inverosímiles; o también se pueden crear grandes hospitales de pandemias a bombo y platillo. Pero, ¿qué pasa con los profesionales? Las Unidades de Cuidados Intensivos son algo así como una nave espacial, repleta de aparatos que pitan incesantemente y que precisa de personas que hemos estudiado muchos años para adquirir conocimientos y habilidades técnicas que sirven para que en España, previamente a la pandemia, nueve de cada diez personas sobrevivan a la enfermedad crítica. Hacemos muy bien nuestro trabajo, aunque quizás nadie sabía lo que hacíamos hasta hace unos meses. Algo tendremos que ver.
¿Hasta cuándo se pueden estirar las personas? Imagínense que en su trabajo (cualquier trabajo) su jefe/a les dice un día que tienen que trabajar más horas por necesidades de la empresa y por una causa mayor. Seguro que cualquiera se enfadaría, pero la mayoría al final asumiría esa carga. A la semana siguiente, su jefe/a les vuelve a reunir para decirles que tienen que trabajar el triple, y que además varios compañeros han caído enfermos y no sabe cuándo van a volver. El cabreo sería mucho mayor, pero con resignación volverían a la tarea porque cuando hay que remar, se rema.
A la tercera semana, su jefe/a les dice que además, por el comportamiento irresponsable de sus clientes, el trabajo se cuadriplica. Que no tendrán derecho a vacaciones y que es posible que al ritmo que vamos, muchos compañeros acaben con ansiedad, depresión o síndrome de desgaste profesional. ¿Cómo lo ven?
La profesión sanitaria, además, no es un trabajo cualquiera. Cada día, miles de personas en situación de duelo por haber perdido la salud y con extrema vulnerabilidad, acuden a los hospitales en busca de ayuda. La mayoría de los problemas tienen solución, pero lamentablemente no todos. ¿Me siguen? Podría seguir añadiendo ingredientes a esta receta.
Recientemente la revista Annals of Intensive Care Medicine ha publicado los resultados de una encuesta de más de 1000 intensivistas europeos que participamos en la primera ola de la pandemia: la prevalencia de síntomas de ansiedad, depresión o burnout grave fue del 46.5%, 30.2% y 51% respectivamente. En resumen, es imposible cuidar bien a nadie si nosotros no estamos bien.
¿Hasta cuándo se puede estirar la cuerda? Por mucho que dupliquemos, tripliquemos, cuadrupliquemos…Usted, lector, nos tiene que ayudar. Evite que usted o su familia se ponga enfermo por un comportamiento irresponsable. Quédese en casa, salga lo justo, cuídese mucho. Porque los profesionales de Cuidados Intensivos necesitamos ahora más que nunca que nos ayuden a no rompernos.
Jefe de Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Comarcal de Santa Ana.
Director de Proyecto HU-CI
(gabi@proyectohuci.com)