LA CASA DE LA CAÑADA
Ahora estoy medio derruida.
A merced de un soplo de viento
queda postrada mi vida.
Jardín moribundo,
de troncos secos
en lo que fue mi mundo.
Todavía resuena,
la orquesta tocando
bajo la arboleda.
Testigo fue el ciprés.
De amores y desamores.
De guiños y minués.
¡Socorro!
Grita en silencio la grieta.
¡Piedad!
Susurra al viento
el palmeral.
Todos tenemos una nube
que tapa el sol y lo cubre.
Nunca perdamos la fe
en un nuevo amanecer.
Algún día alguien se fijará en mí de nuevo.
Un viajero con dinero
parará junto al abrevadero.
Quizá me oiga, quizá me sienta.
Quizá se quite el sombrero cuando me vea.