CORAJE
A partir de la Modernidad Racional en el siglo XVI y hasta el Romanticismo, en el siglo XVIII, la educación vino pautando modelos “cívicos” de autocontención de las emociones. Esto era, ni más ni menos, un aspecto más del control social, impuesto por la sociedad cortesana y el Estado absolutista del momento. A simple vista podría parecer que no había nada de malo en ello, sin embargo, hay una gran diferencia entre educar en la gestión de las emociones y el encauzamiento rígido de ellas según unos cánones establecidos. Sobre todo cuando esos cánones se basan en creencias erróneas de partida.
Así, todavía actualmente, en nuestro inconsciente colectivo, arrastramos la idea equivocada de que hay emociones positivas y emociones negativas, emociones “permitidas” y emociones “inadecuadas” que hay que erradicar.
Y es una pena…porque esta manera de tratar con nuestro mundo emocional ha sofocado el fuego de nuestro CORAJE.
Coraje proviene de la palabra latina “cor”, que significa corazón. Echar el corazón hacia adelante aún con miedo, aún con pena, aún sin fe….pero echarlo hacia adelante….siempre….porque ya vendrá la confianza, ya vendrá la alegría y ya volverá la fe.
Esto no es sencillo, pero se torna mucho más complicado cuando no nos permitimos sentir y expresar (aunque sea íntimamente) nuestro emocionario al completo.
Cómo dice la socióloga Brené Brown, la vergüenza se alimenta del secretismo, se alimenta de intentar ocultar algo irremediable…y es que somos vulnerables.
Hay quien dice que sentirse vulnerable es bonito…yo no creo que sea bonito, yo creo que simplemente es algo que se siente, punto.
Nadie se pone a discutir si la fuerza de la gravedad es bonita o es fea…intentar calibrar esto sería una auténtica estupidez.
¿Por qué entonces esa necesidad de etiquetar las emociones como positivas o negativas, bonitas o feas?
Las emociones simplemente son, y comprender esto, es el comienzo para volver a conectar con toda la fuerza que hay dentro de nosotros.