CORONAVIDA

CORONAVIDA

SUSANA GUIJARRO RUBIO -Psicóloga. Máster en Psicología Clínica y de la Salud-

Vida… que palabra tan hermosa. Bonita y efímera. Si algo he aprendido de ti, en este tiempo ausentada de este medio, ha sido a valorarte aún más, si cabe, porque lo único que hay seguro es que en cualquier instante podemos perderte. Vivimos  momentos muy complicados a causa de un bichito que ya conocemos todos. Un bichito, imperceptible a la vista, que ni siquiera posee ADN en sus adentros y que además lo podemos anular simplemente con agua y jabón, pero que se gasta muyyyy mala leche.

Si Covid-19, hablo de ti. Tu que has puesto a todo un planeta en jaque, que has conseguido que nos encierren a todos en casa, que tienes a la ciencia loca buscando una vacuna, o fármacos efectivos que no nos dejen graves secuelas, para hacerte el jaque mate a ti. Tú que has provocado una grave crisis económica a nivel mundial, pero que sobre todo te has llevado por delante la vida de casi 27.000 personas sólo aquí en España, por no hablar de hasta donde llega esa cifra en el resto del mundo.

He de reconocer que cuando tu presencia aún no había pasado de Italia me daba un poco de risa hasta tu nombre: coronavirus. La abuela de una buena amiga mía decía que quién te creías tú pa llevar corona ni ná. Mi amiga y yo nos reíamos en nuestro particular confinamiento, del que ya os hablaré en otro momento, hasta que llegó a España. Nada más y nada menos al mismo centro hospitalario en el que andábamos con nuestras cosas. ¡Toma ya! Aquí estabas ya dando guerra para que pasáramos al polo opuesto. -¡Irene ya me da miedito!- (le decía yo). Y contestaba ella: – ¡Pues anda que a mí, que he tosido y me ha dado pánico!

Y pánico empecé a sentir cuando habilitaron ese Hospital de IFEMA, y pavor cuando esas pistas de hielo se convirtieron en el almacén para los fallecidos y amago de infarto cuando tuve que hacer acto de presencia en Urgencias por una fiebre altísima. Hasta que llegó el resultado de mi prueba: negativo. Pero… sigue dándome pánico el ponerme en el lugar de ese personal sanitario que tiene que ver como sigue muriendo gente por tu culpa: covid-19. Esa gente que tiene que preparar a esos fallecidos para que reciban sepultura en silencio y sin poder despedirse de sus seres queridos, porque si ya es duro perder a alguien a quien amamos el no poder decirles un último adiós sí que ES HORRIBLE. Quiero mandar mis condolencias a todas esas familias que lo han sufrido en sus carnes, un recuerdo muy cariñoso para todas tus víctimas (virus maldito) y mi agradecimiento a toda la gente que está aportando su granito de arena para que todo esto pase de la mejor manera posible.

Si algo has hecho bien, ¡chulito!, es que los que tenemos suerte estamos disfrutando de pasar más tiempo en familia, de disfrutar de momentos que casi teníamos olvidados por las prisas y las obligaciones diarias (desmesuradas en algunos casos), de volver a lo que precisamente la mayoría de la gente mayor que nos ha dejado ha tratado de enseñarnos durante su vida. Valores que permanecían anestesiados por una sociedad consumista vuelven a tener la importancia que les habíamos restado (o eso es lo que quiero creer).

Has hecho que la naturaleza nos sorprenda de nuevo, gracias a mantenernos encerrados en casita (algunos confitados y otros confiodiados) y no poder destruir un poquito más a nuestra madre Tierra.

Espero y deseo que pronto te demos el jaque mate, pero lo que más feliz me haría es que el número de contagios y sobre todo el de víctimas tuyas fuese 0 desde este mismo instante. Para ello la población debemos ser extremadamente responsables y cumplir con las medidas de seguridad, que ya debemos conocer, de manera estricta. Por respeto a nuestras víctimas, por respeto a nuestros hijos y a nosotros mismos ¡hacedlo! Hay que salir de esta sí o sí, que ya bastante pandemia hemos tenido contigo, para poder seguir luchando contra otra más silenciosa pero que cada día crece más y más, el cáncer.

Quiero pensar que los humanos todavía somos capaces de comportarnos y que vamos a inventar la forma de “revolearte la corona”, y poder ponérsela nosotros a la VIDA, bicho del demonio. ¿A que sí Irene?

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