LA “ADUANA NUEVA”. UNA ANTIGUA FÁBRICA DE AZÚCAR MOTRILEÑA DE ORIGEN MUSULMÁN
En los años finales del siglo XV y primera mitad de siglo XVI, los datos ofrecidos con respecto a la industria azucarera motrileña por los cronistas del siglo XIX y principios del XX, apuntan a la existencia de catorce fábricas de azúcar en Motril y una en la alquería de Pataura.
Si realmente hubo tantas industrias manufactureras de azúcar, está aún por contrastar documentalmente, pero lo que debe ser cierto es que, hasta la huida de los mudéjares motrileños de 1507 o la venta en pública subasta de los bienes expropiados a los moriscos tras la Guerra de Granada a partir de 1575, muchas de estas instalaciones fabriles debieron ser de propietarios musulmanes que conocían muy bien las técnicas del cultivo cañero y las de la producción azucarera; aunque se puede afirmar que lo que tendríamos en la vega motrileña en la época final del reino nazarí de Granada, sería un policultivo con tierras dedicadas efectivamente a la caña de azúcar, pero también a viñas, cereales, morales, huerta y pastos; sin que la caña fuese, todavía, el cultivo preponderante como lo será a partir del último tercio del siglo XVI.
Producción de azúcar en Motril por supuesto que había y conocemos, al menos a fines del siglo XV y años iniciales del XVI, la presencia de seis instalaciones fabriles que, en esta época, se conocían con el nombre de aduanas azucareras. La reina nazarí Al Horra tuvo una de su propiedad en la calle de la Carrera, otra estuvo en al arrabal del Manjón en la calle de la Cantarería, otra aduana de Abul Uçey también en la calle de la Carrera, otra de la misma familia musulmana en la calle Curucho, una aduana en el pago de los Bates, otra que perteneció a la mezquita mayor en la plaza Pública y la de Ali Alazaraque a las afueras de la villa en el camino de Salobreña.
Todas estas fábricas azucareras de origen musulmán, como decía, se denominaban con el nombre de aduanas y molían las cañas utilizando atahonas o alfarjes, es decir molinos de piedra corredera vertical, movidos generalmente por tracción animal, aunque no se puede descartar que alguno usase la fuerza del agua de la acequia. Indudablemente esas aduanas musulmanas usaban para moler las cañas, técnicas muy parecidas a las almazaras de aceite. El término aduana de azúcar dejaría de usarse en Motril cuando se introduce para moler las cañas el molino de dos rodillos de madera chapados y claveteados, dispuestos horizontalmente a modo de laminador; cosa que debió ocurrir en las últimas décadas del siglo XVI. Ahora, a las fábricas azucareras, se les llamarían ingenios.
De todas las aduanas musulmanas, la que mejor conocemos es la nombrada como Aduana Nueva. En 1493 Ali Alazaraque, moro vecino de Motril pero de origen valenciano, vendió a Fernando de Jiménez, criado de Francisco Ramírez de Madrid, secretario de los Reyes Católicos, dos tercios y un sexto de la aduana de azúcar que tenía en la villa y que había sido de otro musulmán apellidado Lecuny. Esta fábrica de azúcar estaba situada “al cabo” de la villa, en el camino de Salobreña, lindando con un corral que era de Romayní, el citado camino y unos solares ruinosos. El precio estipulado de fue de 22.500 maravedíes. En 1495, el alaqueque, oficio dedicado a rescatar cautivos, Hamet Abenfoto que había recibido un tercio de la propiedad de la aduana en 1492 como merced de los Reyes Católicos; lo vende a Ramírez de Madrid por 6.200 maravedíes, con lo que el secretario se convierte en el único propietario de la Aduana Nueva.
En 1504 por la muerte de Francisco Ramírez de Madrid, se hace escritura de partición de sus bienes entre su viuda, Beatriz Galindo, y sus hijos Fernando y Nuflo. En esta escritura se cita que la aduna tenía cinco piedras para moler, tres asentadas en los molinos y dos por asentar. Tenía tres prensas de viga con sus husillos correspondientes para prensar el bagazo después de los molinos, siete calderas de cobre para cocer el azúcar, otras dos calderas de cobre para refinar el azúcar; además de una serie de instrumentos de cobre para el avío de la fábrica como tangiles, peroles, espumaderas, cazos para batir el caldo, coladores, instrumentos para los hornos y 550 formas de barro para el azúcar y 875 porrones para la miel.
En 1557 la Aduana Nueva aún funcionaba y era de propiedad de Diego Ramírez de Haro, señor de Bornos y alcaide de Salobreña. Se conservan parte de la cuentas de la molienda de ese año, lo que nos permite conocer algo más de esta antigua fábrica de azúcar. No parece que fuese una instalación muy pequeña como algunos autores han creído que eran las aduanas. Tenía patio, donde las cañas se troceaban en unos bancos de madera antes de llevarlas en espuertas a los alfarjes o molinos de piedra. El edificio tenia salas bajas y altas. En las bajas, perfectamente diferenciadas, estarían la sala de los molinos, cocina donde estaba los hornos y las calderas, la fogata, sala de las prensas de vigas, un cuarto para los tinajones donde se trasvasaba el azúcar después de cocerla; tenía banco, es decir una sala o palacio donde se colocaban las formas cónicas de barro sobre porrones para ser llenadas con melaza en punto de azúcar y efectuar después el blanqueo. Tenía, también, un aljibe que se llenaba con agua de la acequia. Los molinos se movían con animales ya que se citan timones y teleras, elementos característicos de un molino de ese tipo.
Para 1580 la Aduana Nueva ya no trabajaba y parte del edifico se hallaba caído. Estaba situado fuera de las murallas, alindando con la calle que va a Salobreña y con otra que atraviesa lindando con la fogata y casa de Juan García de Mesones, Por la parte alta, el edificio de la aduana lindaba con casas que fueron de los moriscos García el Harda y Lorenzo Zeina. Conservaba la sala de la cocina donde había seis calderas de cobre.
El apeo de las propiedades de Diego Ramírez de Haro y Gaitán de Ayala en Motril en 1604, sitúa el edificio que había sido la Aduna Nueva en el arrabal del Manjón, estaba ruinoso y solo se conservaba enhiesto y techado el cuarto de vigas, que servía en ese año como almacén de sal. Este apeo lo situaba lindando con la calle que sale de esta villa para Salobreña, hoy calle San Francisco, y por la banda donde estaba la fogata lindaba con una calle que lo separaba de las casas de los herederos de Juan García de Mesones, seguramente la actual calle Rambla del Cenador. Por lo alto de esta calle hay otra calle que va de San Roque a San Sebastián, actual Camino de las Cañas. La aduana estaba prácticamente destruida y casi todo hecho un solar, excepto el citado cuarto de vigas. No había calderas, ni vigas, ni ningunos otros instrumentos para fabricar azúcar. Según el Catastro de Ensenada de 1752, el conde de Bornos poseía una casa arruinada de unos 500 metros cuadrados, lindando con casas propias y con la calle de San Francisco.
Por último, otro apeo de las propiedades de los Bornos en Motril fechado en 1777, dice que tenían un sitio con algunas oficinas y un solar de un ingenio que ya no existe y en su lugar se hallan construidas algunas casas. En la parte del solar que miraba al norte hay un cuarto grande que parece que fue el de vigas. Lo poseía una mujer apellidada Piñanes, que aseguraba que era de su propiedad, porque a su madre o a su abuela se lo dio Antonio de Córdoba Ramírez de Haro, como agradecimiento por haber sido ama de leche de su hijo Ignacio.
Y aquí terminan todos los datos que tenemos por ahora de los que fue el Aduana Nueva, una de las fábricas de azúcar conocidas más antiguas de Motril. Todos las referencias parecen señalar que estuvo situada en la zona de la plaza Panaderos y el cuarto de vigas que quedaba en pie a fines del siglo XVIII, se parece mucho en localización y dimensiones al antiguo edificio que se conservó hasta hace no mucho tiempo en el lateral norte de la plaza y que muchos conocimos como la “Fábrica de Fideos”. Si fuese así, parte de la Aduana Nueva del siglo XV se conservó hasta casi finales del XX.