LA VIDA QUE NOS RODEA
Siempre he tenido la necesidad interior de plantearmelo todo, quizás por eso siempre fui la rebelde, porque nunca di nada por supuesto, y mucho menos todo lo que venía con la etiqueta de infalible ,ya que en sí mismo ese término me resultaba altamente sospechoso.
De unos años a esta parte comencé a cuestionar la Semana Santa. Son muchos los artículos que año tras año escribí con respecto a mis dudas, primero presentándolas como tales, y luego ya directamente con la certeza que da lo que se siente como tal.
Y por fin este año voy a ver, o mejor dicho a no ver, la recreación de la tortura y muerte de un ser que vino a hablarnos precisamente de todo lo contrario, del perdón, del amor sin condiciones y de la igualdad entre todos los seres de la creación.
Por fin este año Jesús no va a ser crucificado de nuevo.
Si les soy sincera, nunca pensé que llegaría a ver este momento y mucho menos por las circunstancias que han obligado a ello.
Precisamente por eso, por la obligatoriedad.
Sí o sí vamos a tener que hacer lo que no estamos haciendo. La capa de ozono disminuye, la boina negra que cubre las grandes ciudades desaparece, el cielo es más azul que nunca, el aire más respirable, los ríos bajan desde la montaña sin contaminarse a su paso con nuestra huella… y a Jesús no lo crucificamos.
Me da la sensación de que el virus más letal somos nosotros. Creo que estos días de confinamiento deberían llevar paralelamente a una reflexión interna. ¿Que estamos haciendo con la vida?, No con la nuestra, que también, sino con toda la que nos rodea.
Siento que todo esto es una oportunidad para dar un giro de 180 grados a este capitalismo salvaje que puede con todo y que lo aplasta todo, sin miramientos, sin contemplaciones, tan lejos del amor, tan lejos de la armonía que seres como Jesús vinieron a anclar en el planeta.
Si de esta no cambiamos, mal asunto, vendrán otras mayores. Y no para mayor daño de la humanidad, sino para el mayor bien de la misma. Aprendamos ya por favor, no repitamos curso de nuevo, dejemos de matar en la cruz a todo lo que nos rodea y celebremos la vida desde el respeto a todas las formas en las que se manifiesta, desde el amor incondicional que mostramos hacia nuestros hijos (quizás a los únicos a quienes se lo mostramos) podríamos crear esta nueva humanidad que sí o sí tendremos que construir si queremos seguir habitando esta tierra.