PORCA MISERIA
La miseria -entendida como aquella que nos hace casi rozar la más intensa decrepitud en nuestras finanzas o aún teniéndolas saneadas se gasta menos que un esquimal en polos- es algo que realmente está a la orden del día. Porque cagar más alto de lo que se pudiera o debiera es un deporte que tiene visos de hacerse olímpico un día de estos.
Aquí haremos un pequeño inciso para recordar que cuando nos referimos en el argot a “cagar alto” o a “cagar fuera del nido” hablamos de la tendencia de algunas personas a vivir por encima de sus posibilidades o aparentar tener un nivel de vida 3.0, por lo menos. Estas mismas personas suelen ser “míseras” por aprendizaje, es decir, en la sociedad consumista en la que nos desenvolvemos cual jungla impenetrable cuajada de peligros desconocidos, imitamos todo lo que vemos, queremos todo lo que vemos, envidiamos y no soportamos que el vecino se haya comprado un coche nuevo más caro que el nuestro; deseamos aparentar solvencia quizás pensando en el que dirán.
No en vano, la necesidad de pertenecer a un grupo elitista, poderoso, en definitiva triunfador, es algo innato en el ser humano. No pequemos de humildes. Algunos lo consiguen y otros… necesitan aparentarlo porque es sinónimo de éxito. De hecho, nos pasamos media vida aparentando. Nos encanta -será por aquello de la selección natural que decía Darwin donde el macho (o la hembra) con más posibilidades de sobrevivir y de traspasar sus genes a otras generaciones, es precisamente aquél que demuestra su poderío pecuniario o el mejor cuerpo. Ya puedes ser más feo que pifio y tener más éxito que un monaguillo entonando el Ángelus en un cónclave de obispos. O, por el contrario, podías tener un cuerpo escultural (aunque estuvieses podrido por dentro) y llamar irremediablemente la atención sólo por la fachada.
Como ven, la “miseria” se puede manifestar de incontables maneras. La que trataremos hoy en este artículo es, quizás, la más extendida: aquella que se proclama a los cuatro vientos con ínfulas de parecer aquello que no se es o de tener aquello que difícilmente podríamos llegar a poseer. Definitivamente hay que ser tonto, pero tonto redomado, para intentar cagar fuera del nido para aparentar ser alguien exitoso… y estrellarte de bruces contra la mierda que tú mismo has producido.
Y es por eso que hablamos de ladrones tontos a niveles casi estratosféricos. Porque no me digan ustedes que no hay que ser muy tonto para meterse a robar un Ferrari (se ve que no había otros vehículos más normalitos) y que te detengan cuando te has parado a pedir dinero para ponerle gasolina. Mísero, más que mísero. Sólo hay que darse una vuelta por los canales de Youtube u otras plataformas, para darnos cuenta de que andan plagadas de vídeos donde aparecen ladrones más o menos torpes. Pero es que éste se lleva la palma.
El individuo en cuestión es un tal Israel Pérez Rangel quien, después de robar un Ferrari valorado en 400.000 euros, fue detenido por la policía tras ser visto pidiendo dinero en una gasolinera de California (EEUU) para poder poner combustible al vehículo. Por lo visto, el novio de la dueña del coche lo dejó para efectuar un mantenimiento en un concesionario de Costa Mesa (al sur de Los Ángeles) y cuando fue a recogerlo se encontró con que había desaparecido. Observando las cámaras de seguridad pudieron comprobar que un empleado del concesionario había dejado las llaves del vehículo en el asiento del copiloto, de donde fueron cogidas por el ladrón para darse después a la fuga.
Pasadas unas semanas, la policía recibió una llamada donde se aseguraba que en una gasolinera de la zona un individuo que conducía un Ferrari estaba realizando movimientos sospechosos, como pedir dinero para poner gasolina y no saber siquiera cómo verter el combustible en el depósito. Personados en el lugar, Pérez Rangel intentó huir escondiéndose en unos matorrales aledaños a la gasolinera, pero finalmente fue detenido.
Este tonto sospechoso cuenta con numerosos antecedentes penales tales como posesión de sustancias, robo de vehículo y asalto armado, entre otros. Ya ven, tonto pero un prenda.
Según ha podido conocerse después, la dueña del vehículo robado llamada Susan Friedman ha utilizado el dinero del seguro para comprarse en nuevo coche, esta vez un Lamborghini Huracán 2018.Como ven, no hay mal que por bien no venga.