CAPITANA
Si las matemáticas han evolucionado a través de los siglos a base de mediciones, cálculos y cuentas, entonces tú, Capitana, la burra más lista de la Alpujarra, ¿qué eres?… ¿Lerda y tozuda como te pintan en el pueblo o avispada y transigente como yo te veo? En las cuestas escarpadas eres puro razonamiento, siempre buscando la vereda correcta y, a tu manera, una autodidacta en el estudio de la forma y el movimiento de los enseres que encima te cargan. Cuando el arriero se excede con el fardo, dices basta, dando coces y patadas, sí, pero ¿no es de sabios saber las limitaciones de cada uno? Tan sólo te asocian hoy con los Sancho Panzas, olvidando que también éstos pueden llegar a ser Quijotes y que otro asno, Platero, fue el mejor amigo de Juan Ramón. Tú y todos los de tu familia os merecéis un respeto ¿No fue un burro perfecta compañía y humilde montura de Jesús? Quiero que sepas que no sólo te admiro, también te profeso agradecimiento eterno. Gracias a ti, salí del paso de una dolorosa mudanza, viéndome en la guisa de tener que trasladarme monte arriba, donde anidan el águila y el cuervo. No fue por voluntad propia. Las circunstancias me obligaron. Perdí mi hogar en un incendio y tuve que irme temporalmente a la choza que abandonó el pastor y… así hice sin más. No te importó cuanto te eché al lomo. Sabías que estaba en apuros y con todo cargaste gustosa. Durante el largo trayecto no oí ni un rebuzno. Mantengo vivo el recuerdo de aquél viaje como si fuera ayer, como sacudías mis maletas para que volvieran a colocarse en el orden y equilibrio que mejor entendías, calculando en cada paso tus fuerzas en su justa medida y haciéndome en todo momento extraer conclusiones necesarias durante el arduo camino. ¿Qué más verdad que la necesidad de encontrar un techo para resguardarme del frío invierno? ¿Qué mayor evidencia que aquélla aventura en la que estaba en juego mi supervivencia? La nieve, tú y a lo lejos el pueblo, cada vez más pequeño, completaban un paisaje de una belleza fría y austera, que jamás olvidaré. ¿No seguían tus pasos firmes por aquellos riscos el mismo ritmo del universo? Unas veces más rápida y otras más lenta, pero siempre adelante con la inalterable esperanza de vivir. El mismísimo Einstein afirmó que ¨cuando las leyes de las matemáticas son exactas, entonces no se refieren a la realidad¨. Ya estoy de vuelta en el pueblo. Hoy te he visto junto al abrevadero. El arriero te maltrata y los niños se ríen de ti. Tanta injusticia me mata. Conseguiré un trabajo, ahorraré y muy pronto te compraré. Gracias Capitana, por todo lo que me diste sin pedir nada a cambio y por cuanto aprendí de ti.