UN LUGAR EN EL CORAZÓN
Hará unos veinte años… ya de casi todo hace más de veinte años, empecé a escribir en esta ilustre y vetusta revista, referente de la ciudad de Motril y de toda la comarca granadina.
Al poco tiempo se celebró un aniversario, el de sus setenta y cinco años. Entonces ya participé en los homenajes que se le brindaron y que culminaron en el Teatro Calderón.
Escribí para ese momento un artículo en el que relataba mi primer contacto con él, en un emotivo pasaje familiar en el que el protagonista fue mi abuelo materno, al haber sido elegido concejal antes de la guerra civil, en los albores de esta revista que ahora homenajeamos.
Podría haberlo repetido, su esencia sigue intacta… pero es que ahora EL FARO para mi es mucho más que aquel pasaje nostálgico y emocionante del que entonces hablaba.
Ya no es solo una revista, ya es un capítulo importantísimo de mi vida. No solo a nivel literario, ya que fue el trampolín para escribir en otros medios, como Ideal o Wadi-Us, sino sobre todo a nivel personal, ya que a través de él conocí a gente que ha sido imprescindible en mi vida.
De la mano de Vicente Fernández Guerrero, que confió en mí desde el minuto cero, entré en esta gran familia. Le agradeceré siempre su confianza en mi trabajo. Y desde aquí quiero hacerle llegar esta gratitud que ya es eterna.
Conocí también a mi queridísimo Fulgencio Spa que más que un amigo se convirtió en parte de mi familia. De él aprendí tantas cosas que sería imposible reflejarlas aquí. Su sabiduría, su conocimiento del lenguaje de esta tierra, un lenguaje que a veces se me escapaba y que gracias a él llegué a entender. Su capacidad para convertir la prosa en poesía…
Tantos momentos vividos, tantas historias compartidas, que por eso para mi EL FARO ya no es solo EL FARO, es parte de mi historia personal y de mi corazón,donde sin lugar a dudas ocupa un lugar privilegiado.
Él me ha visto crecer como escritora, soportó mis primeros y titubeantes pasos con la pluma y gracias a dejarme aparecer tantos años en sus páginas, fui puliendo un estilo que, como en alguna ocasión me dijo Antonio Enrique, era genético en mí y poco a poco fue ganando y dando forma a ese torrente de contenido que salía de mis dedos a toda velocidad.
En este homenaje al decano de la provincia, solo cabe una palabra, GRACIAS, gracias infinitas por todo, por tanto, por siempre…
Ojalá y vuelva a homenajearlo en su centenario y en muchos aniversarios más, porque eso querrá decir que sigue aquí, con nosotros, generación tras generación.
Y por supuesto gracias también a Jose Manuel González, que en estos tiempo tan poco propicios, ha mantenido el estandarte del EL FARO en pie.
FELICIDADES más que merecidas a esta gran familia que desde sus inicios le ha dado sentido y forma. Me siento muy orgullosa de pertenecer a ella, osea que la felicitación hoy para mi es doble.