R.E.F.
Llevar a cabo una dieta sana es uno de los propósitos que muchas personas se marcan para el nuevo año, como rutina para iniciar un estilo de vida más saludable. Ante esta intención, es común preguntarse cuál es la dieta más idónea para conseguir los objetivos de salud
Según el ránking que anualmente publica la revista estadounidense U.S. News & World Report, la dieta mediterránea es por tercer año consecutivo la que obtiene mejor puntuación, por encima de las dietas Dash y Flexitariana.
La opinión mayoritaria de profesionales expertos/as en salud es la que determina en esta lista qué dieta es la más favorable para seguir, de entre un total de treinta y cinco propuestas. Para ello, son cinco las premisas que se tienen en cuenta en las distintas dietas: aporte de nutrientes, fácil de seguir, segura, eficaz para la pérdida de peso y preventiva contra enfermedades cardiovasculares y diabetes.
En una sociedad actual en la que el ritmo de vida no siempre permite tener una alimentación adecuada, son muchas las personas que por diversos motivos deciden recurrir a especialistas en nutrición y dietética para regular su dieta, dependiendo de sus necesidades. Es por ello que la formación que proporcionan los estudios de Ciclo Superior en Dietética está en auge para cubrir esta demanda.
Más concretamente, estas son las puntuaciones y características de las tres dietas más votadas:
Dieta Mediterránea
Con una puntuación de 4,2 sobre 5, la dieta mediterránea resulta la favorita para seguir una alimentación sana, puesto que diversos informes respaldan la calidad y duración de vida de quienes la llevan a cabo.
Esta dieta es baja en azúcar, carnes rojas y grasas saturadas, destacando más los vegetales, las nueces y otros alimentos saludables. Además, favorece el buen ritmo cardiaco y la salud cerebral, contribuyendo así a prevenir enfermedades como la diabetes y el cáncer, entre otras.
Se caracteriza por el seguimiento de una pirámide alimentaria encabezada por el consumo de frutas, verduras, legumbres, granos integrales, nueces, frijoles, aceite de oliva, hierbas y especias. A su vez, admite pescado y marisco, al menos, dos veces semanales, así como aves de corral, queso, huevos y yogur de forma moderada.
La dieta mediterránea limita la ingesta de dulces y carnes rojas para ocasiones especiales y conlleva combinarla con actividad física cada día.
Dieta DASH
Esta dieta obtiene una puntuación de 4,1 sobre 5. Es promovida por el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre, ya que se suele aplicar para detener la hipertensión, centrándose en el consumo de verduras, frutas, proteínas magras, lácteos bajos en grasa, granos integrales y alimentos muy nutritivos que disminuyen la presión arterial.
Esta dieta es aconsejable llevarla a cabo con un alto contenido de grasas saturadas. Se recomienda iniciarla incluyendo una porción de vegetales o frutas a las comidas, a la vez que se introducen dos o más comidas sin carne semanalmente y se utilizan hierbas y especias para cocinar sin sal.
La dieta DASH ustituye las bolsas de patatas fritas por nueces o almendras, cambia la harina blanca por la de trigo integral y sirve como precedente a andar quince minutos durante la digestión.
Dieta Flexitariana
Con una puntuación igual a la de la dieta DASH, la Flexitariana también apuesta por el consumo de verduras, frutas, proteínas vegetales y granos enteros.
Esta dieta es mayoritariamente vegetariana, aunque admite el consumo de carne o pescado de manera puntual, por lo que se considera flexible.
Entre sus ventajas, destaca su contribución a la pérdida de peso y la disminución de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, así como el cáncer y la diabetes.
Su modo de llevarla a cabo consiste en delimitar cinco grupos de alimentos: frutas y verduras, proteínas vegetales, granos enteros, lácteos y especias.
Es aconsejable adaptar la dieta Flexitariana al ritmo de vida para que sus resultados resulten más favorables.
Los últimos lugares del ránking son ocupados por las dietas: Dukan y Keto, caracterizadas por ser dietas cetogénicas. Aunque este tipo de dietas ayudan a mejorar la calidad de vida de personas que padecen ciertas enfermedades minoritarias, como por ejemplo algunas epilepsias, no es recomendable adoptar las grasas como principal fuente de energía ni disminuir de forma drástica la ingesta de hidratos de carbono, tal y como promueven; por tanto, son las menos recomendadas.