REPORTAJE. Javier Pérez
Un Banco para alimentarlos a todos
Las persianas azules de los soportales de Banco de Alimentos son un buen comienzo.
Hay movimiento de personas y vehículos. Allí está Juan Gutiérrez, el segundo de abordo de la Fundación, que me saluda familiamente y anuncia que Antonio Maldonado, el Presidente, no está, que hay que esperar.
Aprovecho para husmear. Veo un cargamento de agua mineral, cajas de cartón sin abrir y una pequeña sala donde se guardan productos envasados. Me encuentro a Pepe, un vecino de La Gorgoracha. Me cuenta que viene una vez en semana, que hay que ayudar. Lo hace sin darse importancia. Paseo por el almacén mientras Juan atiende algunas llamadas. «Hacen falta más voluntarios», me dice. Son dos toneladas de ayuda diaria, alimentos perecederos incluidos, que hay que repartir muy rápido.
La función de Banco de Alimentos es recoger excedentes alimentarios y repartirlos entre las instituciones o asociaciones legalmente constituidas. El presidente de la Fundación, gestor de los recursos generados en la Costa y la Alpujarra, lo quiere dejar claro: «no repartimos alimentos a personas físicas». La gestión personal de las entregas se realiza, básicamente, a través de los servicios sociales de los ayuntamientos. Eso ha evitado solapamientos y optimizado los recursos. Algunos zonas del norte de Granada, han reducido espectacularmente la ayuda alimentaria desde que los servicios sociales muncipales gestionan las entregas, «y las necesidades están perfectamente atendidas».
Hace unos años se acercaban al Banco entidades que atendían, fundamentalmente, a inmigrantes. Ahora la película tiene más protagonistas. Aunque con argumentos que se repiten. Por ejemplo, Motril Acoge, la asociación para la difusión y defensa de los derechos de los inmigrantes, reparte alimentos a más de un centenar de familias, la mayoría de origen subsahariano. Mientras hablamos, llegan de Stop Deshaucios buscando ayuda alimentaria para una familia. Los pequeños casos también son grandes, y urgentes.
Días de 2 toneladas
Las cifras hablan. En 2005 se donaban 50 000 kilos anuales, ahora se sobrepasan los 600 000, la mayoría frutas, verduras y hortalizas. Dos años atrás, un pequeño almacén de 10 metros cuadrados era suficiente para guardar las legumbres, las conservas, el aceite… Hoy disponen de naves frigoríficas y almacenes cedidos por los ayuntamientos de Motril y Salobreña, que permiten repartir casi 2 toneladas diarias de alimentos. Durante el 2012, en la provincia de Granada se distribuyeron 5500 toneladas de productos no perecederos, este año se superará esa cifra, incluido el millón de kilos procedente del Fondo Europeo de Garantía Agraria, que se canaliza a través del Ministerio de Agricultura. Pero siguen siendo insuficientes, nos advierte Francisco Alcaraz, voluntario desde hace un año. Aunque la campaña de cuestación entre supermercados tuvo tanto éxito que el almacén se colapsó el primer día. Habían calculado 8 ó 10 000 kilos por la campaña y se recogieron más de 30 toneladas. El Presidente dice sentirse agradecido y orgulloso de la ciudad y la gente de la comarca, «Hay conciencia de la penuria de muchas familias, de que le puede pasar a cualquiera». «Sabía que la gente era solidaria pero no podía imaginar que tanto», añade. Por algo la Fundación en Granada concedió su Premio Solidario 2012 a toda la sociedad granadina.
El campo solidario
La otra cara de la moneda. La generosidad del empresario agrícola de la Costa y la Alpujarra es tan extraordinaria que la fundación «es más donante que receptora», lo que le permite intercambiar productos frescos con otros Bancos de Andalucía. Hay una empresa que aporta cerca de 150 000 kilos anuales de fruta y verdura . «Una señora, que lleva una temporada trayéndonos tomates, nos ha telefoneado hace un momento para que fuéramos a recogerlos porque hoy no podía venir», cuenta Francisco. Las donaciones son tantas que a comienzos de verano fue inevitable que regalaran dos palés de hortalizas a una granja de animales.
Esa misma generosidad permite a la Fundación Banco de Alimentos gozar de cierta salud económica gracias a las aportaciones de empresas y particulares. Así pueden seguir ofreciendo sus impagables servicios. Y para muestra, varios botones: esa misma mañana se acercaron algunos donantes para ingresar 200, 100 ó 60 euros. Cualquiera. Y lo que se pueda. Hay que mantener un camión, tres furgonetas y hacer realidad el sueño de adquirir una pequeña grúa que facilite los trabajos de carga y descarga.
A punto de acabar, Antonio pide «un huequecillo» para solicitar voluntarios. «Gente joven y fuerte», matiza contundente. Son muchos kilos 650 000 kilos anuales «movidos a mano» por no más de 20 voluntarios, en su mayoría jubilados. Todos hacen de todo: atender el telefóno, solventar papeleos, descargar, cargar y ordenar mercancías, con la furgoneta de aquí para allá cuando las entidades no pueden recoger la ayuda. «Hay que mover mucha caja», dice Francisco mientras me enseña sus brazos, «los tengo hechos peazos».