Aunque estemos inmersos en los rigores propios del verano y todo lo que ello conlleva, la vida sigue su curso con sus pros y sus contras, con sus vaivenes diarios donde todo parece correr demasiado deprisa, lo cual a veces nos resta capacidad de sumergirnos en la reflexión sosegada o mínimamente pausada. Hay un dicho que dice aquello de «…para atrás ni para coger impulso, siempre para adelante», sin embargo revisar lo pasado, vivido, leído o escuchado es un ejercicio realmente recomendable, sobre todo para los que predican los pros y luego ejecutan los contras, maniobra esta última muy habitual en los convulsos tiempos que nos han tocado vivir, piensen si actúan por derecho y de frente.
Si echáramos mano de cualquier programa electoral, de cualquier signo político, observaríamos que en su decálogo de promesas aparece con fuerza y arraigo la idea de apoyar sin fisuras al pequeño y mediado comerciante o empresario local en el intento de que dicho tejido vaya en aumento y por tanto en beneficio de la colectividad que le rodea, ya saben, riqueza, desarrollo, puestos de trabajo, etc… Suele ser este argumento uno de los más «cacareado» en campaña electoral para intentar conseguir el voto o apoyo de colectivos de ámbito municipal que agrupan al mencionado y más cercano tejido económico de la ciudad. Se prometen incentivos de carácter fiscal, adecentamiento urbano que redunde en aumentar el atractivo de una zona en concreto, apoyar iniciativas publico–privadas para que el comercio y la pequeña empresa puedan crecer en su actividad o ramo, proponen con ahínco cuantas facilidades puedan ofrecerse desde la Institución pública, y por tanto, intentar hacer de un pueblo una ciudad, de una ciudad una capital de comarca con todo tipo de servicios y comodidades para el conjunto de los amables contribuyentes que con su dinero, depositado vía impuestos en las arcas públicas, propicien que los políticos puedan realizar a su libre juicio cuantas iniciativas crean oportunas para que los valientes emprendedores de Motril vean colmadas sus aspiraciones de montar un negocio y contribuir así al crecimiento de la urbe que le rodea y aportar su granito de arena en forma de puestos de trabajo o variados beneficios sociales para el conjunto de la comunidad.
¿A que les gusta lo que acaban de leer?, pues no se lo crean todo, porque todo no es verdad. La práctica, paradójicamente, luego es otra muy distinta de la idea prometida. He tenido ocasión durante los últimos años de escuchar a decenas de comerciantes y pequeños o medianos empresarios quejándose de la desidia que encuentran en la burocracia implantada en la administración local a la que se han de enfrentar para poner en marcha y desarrollar su idea de negocio. Casi todo, y no hay más que preguntar, se convierte de manera reiterada en trabas y más trabas –papeleos de mesa en mesa como pedigüeños– cuando la administración más cercana, el Ayuntamiento, debería mecanizar sus servicios con agilidad y eficacia para no aburrir al emprendedor y potencial comerciante/empresario. Saben ustedes que cuando queremos exhibir nuestras virtudes como ciudad, lejos de nuestra tierra, sacamos a relucir entre otras joyas la quisquilla, la torta real, el ron montero, las playas, algunas empresas señeras y de prestigio, nuestro pasado azucarero, fiestas varias tradicionales etc. Les cuento todo esto porque me sorprendía hace unos días ver como una de las empresas que más ha paseado el nombre de Motril por toda la geografía nacional, la prestigiosa Pirotecnia Martín, no será este año la encargada de disparar los fuegos artificiales que ponen el broche de oro a las fiestas patronales motrileñas. No dejo de quedarme absolutamente perplejo al ver como la empresa que regenta Esteban Martín lleva cosechando éxitos relevantes y tremendamente aplaudidos en las fiestas mayores de ciudades de la importancia de Bilbao o Valencia, por citar dos de envergadura, y ahora no vaya a lanzar los fuegos en su tierra natal. Sin duda ante este aparente sin sentido, que tiene un tufo similar a la varilla quemada de un cohete, a chamusquina, cabe resaltar alguna que otra consideración.
Uno: seguro que recuerdan la polémica de hace unos meses cuando la empresa quiso montar una tienda de petardos en el centro de Motril, pues bien, aún con todos los permisos y beneplácitos de la administración y con la inversión hecha, ante una mínima presión vecinal por una supuesta «peligrosidad» se consiguió finalmente que el proyecto se lo tiraran para atrás –ojo, porque ahora la «chapuza» se traducirá en indemnización que tendremos que pagar todos los motrileños– ah!, por cierto (se imaginan que ahora tuviésemos que quitar las gasolineras ubicadas en el casco urbano, decirle a la Campsa (CLH) o Secicar que retiren sus depósitos de puro combustible almacenado por toneladas en el carretera el puerto porque están muy cerca de Motril y el Varadero, que adecuemos nuestras casas para no utilizar butano, sigo… mejor no).
Dos: al empresario, Esteban Martín, se le adeuda la cantidad económica derivada de sus servicios correspondientes a la feria del pasado año y hasta ahora nadie ha dicho «esta boca es mía».
Tres: la pirotecnia seguirá disparando los fuegos en la vecina localidad almuñequera, pero insisto, en su tierra natal, no. ¿Existe un motivo realmente de peso para tal decisión? Cuatro: según lo leído y escuchado, el actual equipo de gobierno escogió sin previo aviso y a su libre decisión una empresa de la localidad accitana que será la encargada de disparar los fuegos este año (el dinero que podría quedarse en una empresa que paga sus impuestos en Motril se marchará a Guadix, con un par…).
Y Cinco: de profesionalidad, innovación y de prestigio va sobrada la empresa motrileña como para permitirse el lujo de haberle dado una patada en el trasero.
Me quieren contar ustedes donde quedan las políticas de apoyo al empresario local ante hechos como el relatado; cuando, por ejemplo, en el caso de esta empresa hay cinco familias –también de Motril– a su cargo como empleados. Miren, Esteban Martín y toda su familia, arraigada por cierto en el querido barrio de Las Angustias durante toda una vida, tienen el cariño de sus vecinos, tienen la idiosincrasia motrileña en su ADN, hacen gala de su pueblo allá por donde transitan, son profesionales como la copa de un pino y por eso son requeridos en multitud de municipios y ciudades, y además, cuando han trabajado para Motril han puesto de su parte en lo material y en lo económico, no sólo en las fiestas patronales, si no también en el resto de eventos religiosos o paganos que se han dado en esta tierra. Tiene por tanto muy poco sentido las formas utilizadas para con este pequeño empresario motrileño, muy poco sentido a no ser que alguien nos esté ocultando algo, hasta el punto que él mismo, el empresario, ha aseverado que el motivo de que no sea su empresa la que realice el castillo piromusical este año es una «vendetta» contra su persona.
Saben, así no hacemos patria, así no hacemos de Motril un núcleo vivo, grande y emprendedor, así lo que hacemos es evidenciar que muchas veces posiblemente se imponen las decisiones particulares al interés general de un tejido tan atacado como es el comercial y el empresarial a pequeña escala. Estas decisiones pasan factura a quien las toma, no quedan en el olvido, y desde luego dicen muy poco del verdadero apoyo al empresariado local. Aquí da la sensación que alguien ha patinado y ese alguien debe saberlo, sólo que dar marcha atrás sería quedarse demasiado en evidencia –aunque nunca es tarde con una buena explicación–, claro que una de las pruebas que tendrá que pasar el actor/a principal de la decisión será la de ver qué resultado obtiene su propuesta pirotécnica accitana en el cierre de los festejos (el año pasado el espectáculo fue maravilloso y las cifras institucionales hablaban de 30.000 personas viendo los fuegos… nailla).
Y es que la convulsión que estamos viviendo en el país por las desdeñables conductas en la gestión de lo público nos hacen a los ciudadanos estar cada vez más pendientes de las decisiones políticas de nuestro entorno, para que estas no se tomen con «pólvora de rey» y acto seguido se lancen fuegos artificiales en la oscuridad desviando la atención de lo realmente importante y verdadero.