DOMINGO LÓPEZ FERNANDEZ
En la ya madrugada del viernes santo, una señera cofradía pasionista, la del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, da cuenta en Motril del sentir penitencial de sus hermanos entre las tinieblas que hacen remarcar la completa oscuridad de las calles al paso del crucificado titular.
Fundada en 1981, la cofradía instituyo un año más tarde la que ya es típica procesión de la «madrugá» que viene caracterizada por la austeridad, el rigor y el silencio de sus hermanos de penitencia. Impresionante resulta, sin duda, la concentración de público que se apresta en las aceras para ver salir al crucificado titular a una hora que resulta complejo decidir que ver y en que lugar de la ciudad, pues mientras Jesús de Pasión se encuentra ya prácticamente cerrando su cortejo en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, el Nazareno acaba de pasar por la tribuna oficial camino de su casa-hermandad. Así pues, una decisión compleja y difícil que hace optar entre una concreta iconografía de Cristo y un momento de especial significación en el itinerario marcado por la hermandad.
La partida de la cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte se producía a las 00:00 horas del ya viernes santo con el rezo de una oración para, a continuación, organizar el cortejo en la misma plaza de la Libertad. A su frente, dos timbales con sus sones anuncian la inmediatez del séquito que encabeza la cruz guía y dos faroles junto al tramo infantil que le da escolta. Le sigue el estandarte que abre paso a las filas de hermanos que portan cirios en la mano y van atados por un cordel a su cíngulo, mientras que en el centro se disponen los hermanos de penitencia que arrastran cadenas sujetas a los pies. A continuación la presidencia oficial, con una representación del cuerpo de policía municipal precediendo al paso del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, que marcha con el tradicional porte de estilo malagueño y con sus hermanos portadores cubiertos con el capillo caído y sin capirote. Sobre la canastilla la impresionante efigie de Cristo Crucificado, obra del escultor granadino Domingo Sánchez Mesa que fue acometida por encargo de una motrileña, Dª Laura Martín Cuevas. Finalmente, el tramo de hermanos que sostienen pequeñas cruces sobre sus hombros cierra el cortejo al paso del tambor solemne.
La salida del Cristo de la Buena Muerte resulta espectacular por el mismo enclave en que se produce, la puerta norte de la iglesia Mayor, que es exclusivo de esta confraternidad, al margen de verse obligada a reclinar la cruz para facilitar la salida por la pequeña puerta de acceso. Con hondo sentimiento el paso ha dejado este año un hueco vacío en el varal de su titular en recuerdo del hermano portador ausente, puesto que sido señalado con un lazo negro de luto. Pese a las connotaciones de que se reviste la cofradía y el tradicional silencio en la calle, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte ha provocado el arranque espontáneo de varias saetas, cántico desgarrador que ha podido ser escuchado en la plaza del Ciprés y la calle Marqués de Vistabella.
El itinerario marcado por la cofradía ha sido el habitual de años precedentes, pues partiendo desde la iglesia Mayor ha continuado por la Plaza de la Libertad, Cardenal Belluga, Canalejas, Cruz de Conchas, Pozuelo, Plaza Garrido, Plaza del Ciprés, Milanesa, Marqués de Vistabella, Bustamante, Cruz Verde, Plaza de Gaspar Esteva (carrera oficial), Emilio Moré, Díaz Moreu, Romero Civantos, Plaza de España y de aquí el regreso a su iglesia que se ha verificado por la puerta principal minutos antes de las 03:00 hrs. de la madrugada. Con numeroso público aprestado en la plaza de España se verificaba el tradicional toque del silencio a trompeta y el rezo de un padre nuestro por parte del padre conciliarlo de la cofradía, D. José Albadalejo Hernández, dando fin a la estación de penitencia.