Motril y el periodismo

ANTONIO CHECA GODOY. Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla
En la historia del periodismo andaluz, y aun de todo el Sur de España, Motril muestra una trayectoria singular y sugestiva. En la comunidad tenemos ciudades que ofrecen un periodismo fulgurante, con auges y caídas llamativas, son sobre todo las ciudades mineras, como Linares, La Carolina, Cuevas de Almanzora, Peñarroya o Nerva. Hay ciudades agrarias, de prensa menor, más estable, pero raramente inquieta, como Osuna, Baena, Martos. Hay ciudades con etapas brillantes y luego una larga y lenta decadencia, como Ronda, como Baeza, como Écija, y hay casos muy peculiares como el de Motril, donde la prensa, nunca ajena a los avatares de la ciudad, sube y baja con arreglo a cada vaivén de la economía, se suceden la Motril del algodón, la de la caña, la de la agricultura intensiva; pero siempre con ella, más nutrida o más solitaria, una prensa resistente y crítica.

Conocer esa prensa es conocer Motril por dentro. A la prensa local se asoman múltiples y heterogéneos personajes de la ciudad y su comarca, los que tienen afanes políticos o lideran grupos de presión, los que mantienen inquietudes literarias, los que creen que un periódico es un digno modus vivendi o les aporta relieve y popularidad local, los que sufren un problema o una injusticia y ven en el papel impreso la mejor vía de conocimiento o solución, los ilusionados con ofrecer una tribuna independiente a su ciudad, los que buscan defender o propagar sus ideas religiosas más allá de los púlpitos, los que buscan trabajo estable para su imprenta, los idealistas, los oportunistas… No faltan, claro, los que hoy tienen un papel o unas ideas y a los pocos años manifiestan, siempre con la prensa de notario, otras muy distintas, como no faltan los pequeños héroes cotidianos.

Motril puede presumir de haber contado en los últimos dos siglos con un respetable número de periódicos y de periodistas, algunos de estos se arruinaron, o arruinaron su salud, ninguno probablemente hizo dinero con la prensa. La mayoría dedicaron muchas horas nunca suficientemente valoradas al empeño. Para algunos, bien pocos, el periodismo motrileño fue un trampolín para marchar a periódicos de más dimensión en otras latitudes.

Enterradas en esas páginas, de La caña dulce a El Faro, tantas de ellas inevitablemente perdidas, están la ciudad y sus gentes, su historia, sus avatares, sus afanes, los logros y los fracasos, las aspiraciones colectivas, que tardaron décadas en lograrse o acaso nunca se alcanzaron. Los personajes de paso, los acontecimientos imprevistos o dramáticos, los establecimientos que durante años animaron la ciudad, las fábricas que dieron trabajo y vida, las idas y venidas en el puerto.

Y el presente, los tiempos de cambio a fondo, de larga crisis que desembocará en un paisaje también para el periodismo muy distinto. La Motril pese a todo activa y que mira al frente buscando, una vez más, otear un futuro diferente.

Todo este Motril, todos esos motriles, están presentes en el libro de Gerardo Pérez Martín «José Garcés Herrera (1886-1948). Teoría del Motril Impreso».

 

 

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