«El consumidor debe exigir que no le den gato por liebre»

Agustín González Sánchez, presidente del Grupo de Trabajo de Porcino Ibérico de FAECA

Tal y como lo temíamos, así ha ocurrido. El Ministerio de Agricultura ha dado marcha atrás y ha presentado un borrador de Norma del Ibérico, que no soluciona los problemas del sector y que tampoco contribuye a la transparencia de cara al consumidor.

Los ganaderos lo sufriremos, pero los mayores perjudicados serán precisamente lo consumidores, quienes seguirán comprando productos sin saber muy bien lo que compran y pagando un precio que, en muchos casos, no corresponderá con la calidad de lo que adquieren.

No quiero decir que se esté engañando intencionadamente, pero la realidad es que la norma anterior, de 2007, generó tanta confusión que lo único que hizo fue complicar más aún las cosas con numerosas denominaciones que raramente llegan a emplearse en los etiquetados: que si cebo, recebo, cebo en campo, bellota, etc.

Por ello, ante la posibilidad de cambiar la normativa, desde FAECA lo tuvimos claro desde el principio. «Hay que llamar a las cosas por su nombre», pues no existe, en nuestra opinión, ningún argumento que pueda defenderse mejor.

Por tanto, las cooperativas queremos que la Norma del Ibérico diferencie, de una vez por todas, los productos que proceden de cerdos ibéricos y de cruzados ibéricos, ya sean éstos al 50% o al 75%. Queremos también que se indique si han sido alimentados con bellota o, si por el contrario, sólo han sido criados a base de pienso, mediante métodos intensivos.

El porqué, es muy sencillo. No es lo mismo un cerdo que otro. Hablamos de productos diferentes, que son sometidos a procesos productivos distintos. Los cerdos ibéricos son criados de forma extensiva en el ecosistema de la dehesa y sus cualidades organolépticas son las apreciadas y valoradas en todo el mundo.

Por su parte, el cruzado de ibérico, suele engordar en granjas y, en muchos casos, sin ver la luz del sol. Tarda mucho menos tiempo en ganar peso, ofreciendo mayores rendimientos por pieza, lo que significa que sus costes de producción son considerablemente menores.

Tras esta breve explicación, parece quedar claro que si la futura Norma del Ibérico continúa sin diferenciar un producto de otro, llamando ibérico al que realmente lo es y al animal cruzado, se seguirá amparando la confusión y, una vez más, no servirá para garantizar los principios que la concibieron, es decir, la defensa de la raza ibérica, la transparencia al consumidor y la sostenibilidad del ecosistema de la dehesa.

Precisamente, por todo lo expuesto y por la condescendencia con quienes han querido sacar provecho de este enredo, la cabaña ganadera del ibérico de la dehesa ha descendido en Andalucía un 60% durante los dos últimos ejercicios. Si no se pone solución ahora, que es el momento, el porcino ibérico que puebla el ecosistema más netamente español, como es la dehesa, estará abocado a la desaparición.

Ni el ibérico se entiende sin dehesa, ni la dehesa sin ibérico. Un nuevo mal que sumar al que ya padece el millón de hectáreas de dehesa andaluza, aquejada también por la seca de la encina. Y si alguien puede poner un poco de sentido común en la guerra de intereses comerciales entre unas regiones y otras, ese, en mi opinión, es el consumidor, quien debe exigir que a las cosas se les llame por su nombre, de modo que cuando adquieran productos ibéricos no le den, nunca mejor dicho, gato por liebre.

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