Un guiño

CONCHA CASAS

Homenajes, recuerdos, escritos… decir con palabras lo que habita en el corazón…. a veces no existen tales palabras, porque simplemente lo que se siente no es definible. Admiración, respeto, querencia, palabras llenas de contenido que se quedan huecas ante lo que en realidad se quiere expresar.

Hoy, desde estas páginas, me gustaría hacer un guiño a alguien que está atravesando un mal momento, alguien que fielmente me lee y siempre tiene palabras de admiración hacia mí y hacia lo que escribo, aunque en muchas ocasiones no esté de acuerdo, que no lo está.

Pocas veces en la vida se tiene el privilegio de encontrarse con alguien así, alguien con su categoría humana, con su sensibilidad y su fidelidad incondicional. Yo he tenido la fortuna de cruzarme en su camino, de compartir veladas tan plenas que el mismo tiempo se detenía a escucharnos celoso de nuestra ignorancia a su pasar.

Conversar de lo humano y lo divino difuminando la línea que separa ambas cualidades hasta hacerlas una; recitar poemas al unísono, a veces incluso, cuando Baco nos acompañó, cantar viejas canciones cuyo eco aún resuena en mi memoria.

La complicidad que da el haberse conocido en otras vidas, el reconocerse a pesar de no saber quienes somos. Esa familiaridad que invita a cogerse del brazo y platicar a veces simplemente pensando en voz alta.

El cariño, la ternura, chascarrillos de apenas un gesto llenos de contenido. Crear un lenguaje propio y único. Soñar con lo que pudo haber sido de no haber sido como fue…

Hacer una fiesta de cada encuentro, la risa fácil siempre presta y dispuesta a expresarse cuando las palabras ya no tienen que decir.

Tiempos de vino y rosas que ya son inmortales porque habitan en el Olimpo del recuerdo, donde ya nadie puede herirlos, porque ahí, en ese refugio son inmunes al malestar que en quienes nos veía causaba tanta armonía, a los que la felicidad ajena les duele casi más que la propia desgracia…

Querer resumir en cuatrocientas veinte palabras, que son las que forman esta columna, la grandeza de la amistad, es tarea ardua y complicada, porque siempre faltarán adjetivos y quizás sobren otros que tratando de halagar, duelan.

Pero es tanto el calor que su solo nombre despierta en mí, que aún a pesar de todos esos impedimentos quiero hacerlo, sobre todo ahora que las risas ya no están y el silencio amenaza a la misma vida.

Para que sepa con este guiño que en mi corazón, ya es inmortal

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