Estamos ante una realidad que ya no se puede dejar de lado, muchas jóvenes desaparecen y caen a merced de la mafia de los Grupos de Trata. Pero lamentablemente hasta ahora se continúa negando la existencia de bebès nacidos en ese cautiverio que luego pasan a integrar el circuito del tráfico. A esos bebés se les prepara toda una documentación falsa firmada por parteras o médicos y luego son vendidos a parejas o personas comunes de la sociedad quienes los anotan como hijos propios. Y ya sea producto de la Trata o no más de 3 millones de adultos somos esos bebés. Tenemos supresión de estado civil e identidad un delito que la sociedad históricamente fue incorporando como una costumbre bien vista bajo la falsa premisa de que «se salva» a un niño. Y nadie se detiene a pensar que un bebé no es una hoja en blanco, que tiene archivos genéticos de 4 generaciones, que además de alimentación durante su gestación recibió información. Que esa Verdad interna produce un cortocircuito con la Mentira que lo rodea. El daño es muy grande, irreparable. Por eso es necesario prevenir,informar y educar para que no siga ocurriendo. Que quede claro: NO SOMOS ADOPTADOS. Porque parece que existe una negación a decir las cosas por su nombre, y eso lo he observado en muchas notas periodísticas donde se refieren a los «adoptados que buscan su verdadera identidad». Ponernos a todos en la misma bolsa confunde y no ayuda. Una persona que compró un bebé y luego lo anotó como propio no puede decir que lo adoptó. Ni caer ingenuamente en la mentira de «la madre desalmada» a la que siempre recurren los intermediarios. Muchos de nosotros fuimos robados, nacidos en el cautiverio de la Trata, nos hicieron pasar por fallecidos y el mismo día nos resucitaron con otros datos, algunos con hasta 3 partidas de nacimiento distintas. Sí, hay que hablar de la Trata y legislar al respecto pero también de nosotros, pero con la verdad, explicando las cosas como son. Los que buscamos nuestra verdadera identidad de origen somos Apropiados, anotados como hijos propios. Y la sociedad debe cambiar las malas costumbres, porque un hijo no se compra: se adopta.