No dice el Evangelio que fueran reyes los que se encaminaron hacia Belén. Sólo dice, o al menos no he leído otra cosa, que eran unos magos que siguieron a una estrella. ¿Sería una estrella? Los seres humanos tan dados a categorizar, cuando nos conviene, los elevamos a Reyes. Además les dimos número y les pusimos nombres Gaspar, Melchor y Baltasar. Posiblemente aquellos magos que llegaron de oriente serían científicos, curanderos, fetichistas, investigadores, escudriñadores de cielos, sabios, buenos hombres. Vaya usted a saber. Lo cierto es que la tradición le dio número y nombres, aunque les falten los apellidos.
Desde aquella época estos personajes han representado la humildad, la fe y la esperanza, y sobre todo la ilusión. Muy pocos nos hemos preocupado de desmantelar estas historias. ¿Para qué? Sin faltar un sólo año y siempre por las mismas fechas una estrella -¿sería una estrella?-los guía y los lleva a postrarse ante un recién Nacido, para ofrecerle sus regalos. Y los hombres de buena fe, a falta de rigor histórico, nos hemos encargado de dar por bueno, lo que la tradición nos pintó. Y todos los años montados en sus camellos se ponen en marcha hacia el portal de Belén. ¿Por qué todos los años los montamos en unos camellos y los ponemos a caminar detrás de una estrella? El ser humano no puede vivir sólo de Ciencia, y verdades concretas. Necesita ilusión y fantasía. Es lo que nos trae la fiesta de Reyes de Magos, que nace y muere cada 6 de Enero.
Cuando los Reyes Magos de Oriente comienzan a preparar sus equipajes para llevar sus presentes, los hombres comenzamos a mirar los escaparates para llevar a sus seres queridos nuestro cariño y gratitud convertida en objeto. Quien lo recibe lo agradece. Y quienes tienen o tenemos la misión del regalo hacemos un ejercicio de elección que representa agradecimiento. Esa madrugada solo importa los zapatos sobre los balcones. Y poco nos importa saber si eran reyes, curanderos, sabios, escudriñadores de cielos, fetichistas, científicos o charlatanes de plazas.
Lo que sabemos es que eran hombres de buena voluntad que siguen sembrado ilusiones. Ilusión de la que todos estamos tan necesitados.