Demasiado calor

CONCHA CASAS

Llegan los calores y con ellos los primeros turistas. No es algo nuevo, desde siempre los agobios estivales han empujado a los habitantes de las ciudades a desplazarse a la costa en busca de esa maravillosa brisa de la que entre el asfalto es imposible disfrutar.

Hoy en día todos podemos disfrutar de nuestro ocio como queramos, o podamos.

Recuerdo aquellos lejanos tiempos en que el veraneo era sinónimo de «no hacer» y en los que las chicharras y los grillos parecían los únicos empeñados en seguir con su actividad habitual,

Todo esto viene al caso porque al acercarse los meses vacacionales por excelencia, comienza el bombardeo sobre las diferentes actividades en las que se supone debemos invertir nuestro ocio, sin dejar espacio para la iniciativa personal. Todo está ya previamente orquestado.

Proliferan las ciudades-vacaciones (hasta hace bien poco el término ciudad era prácticamente un antónimo del sustantivo que ahora lo acompaña como si de su apellido se tratase), todos los programas de las agencias de viajes cronometran al segundo cada uno de los días de nuestro supuesto periodo de descanso, los centros de ocio y tiempo libre se encargan de agotar nuestras escasas energías y nuestros maltrechos bolsillos.

Nuestro entorno se metamorfoseó para prestar esos servicios, «La costa emprende», «Desarrollo empresarial de la Costa» (encaminado al turismo por supuesto), etc… proyectos que con capital europeo pretendieron crear un entramado «perfecto» para revitalizar la zona, encaminando toda su actividad económica hacia el sector terciario, un sector dependiente que supuestamente relanzaría nuestra comarca.

Hace unos años en una de esas «comidas con gente importante» escuché comentar a un alto cargo del MOPU, que se pretendía convertir a nuestro país en la «ciudad de vacaciones» de toda Europa. De costa a costa no veríamos más que grúas por todo paisaje, hasta que los ladrillos nos taparan el horizonte. Entonces me sonó casi como una maldición apocalíptica, hoy padecemos las consecuencias del intento.

Y aquí nos hemos quedado con los cadáveres de ese despropósito: esqueletos monstruosos de hormigón, náufragos de aquella locura, que destrozó montes y taló árboles, sin conciencia, ni piedad…

Creo que el contenido de este artículo no es el que en principio imaginé, pero al pensar en las vacaciones todo lo demás ha venido rodado y no se porqué me ha invadido cierta nostalgia, al comprobar que hace años que dejé de escuchar a los grillos ..será que el verano aprieta y hace demasiado calor.

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