La profesión veterinaria

VÍCTOR CORCOBA HERRERO

Los animales son la obra de arte de los veterinarios. El profesional que pone en práctica esta ciencia, debe llegar a tomar conciencia de lo que representan las especies como parte integral de las maravillas de la creación. Y aunque el hombre en multitud de ocasiones ha hecho del planeta más bien un infierno para los animales, confundiendo el uso con el abuso, pienso que ha llegado el momento de poner orden y hacer justicia. No podemos seguir por este camino destructor. Por eso, considero, aparte de una gozosa noticia también un cabal detalle, celebrar en todo el mundo, con todo el mundo, la profesión veterinaria, y por ende la defensa del mundo animal; una órbita de reinos que forma parte de nosotros, con los que convivimos y nos desarrollamos.

            A propósito, hagamos historia de cómo despuntó la ciencia y se tomó razón de prevenir, diagnosticar y curar las enfermedades. Sabemos que la primera escuela veterinaria del mundo fue fundada en la histórica capital de la seda, Lyón, en 1761, y fue seguida inmediatamente por la de Alfort, cerca de París, en 1764, ambas por iniciativa de Claude Bourgelat y el deseo del rey de Francia, Luis XV, preocupado por una enfermedad que afectaba al ganado. Evidentemente nace por una preocupación hacia nosotros mismos. Por consiguiente, este año en el que celebramos el 250 aniversario de la enseñanza veterinaria en el mundo, bien merece recuperar el amor a los animales, que es también recuperar el amor a la vida. Sin duda, estudiando la biología y la patología del animal, hoy se puede entender mejor la del ser humano.

            Saben bien los veterinarios que el reino animal nos devuelve con creces nuestro cariño vertido hacia ellos. Es verdad que todo en esta máquina del universo se mueve por afectos y las bestias, motivadas por ese instinto de servicio al hombre, no iban a ser menos. Sin embargo, el hombre que es un animal racional, no siempre ha sido un animal razonable para con los animales. Por ejemplo, olvidamos con bastante frecuencia que para mantener el equilibrio ecológico básico del planeta no sólo hay que cuidar el ganado y los cultivos en tierras agrícolas, sino también los muchos miles de plantas y animales de los bosques, mares y otros entornos. En esta tarea tienen que estar los profesionales de la veterinaria, porque se lo requiere su profesión; pero también debemos estar cada uno de nosotros, porque nos lo requiere el sentido estético del orbe.

            Este año marca también el 300 aniversario de la elaboración de medidas de lucha contra la peste bovina por parte de Bernardino y Ramazzini y Giovanni Maria Lancisi, cuyo acertadísimo eslogan es: «Veterinario para la salud, la alimentación y el planeta». Es público y notorio que la medicina veterinaria ha contribuido a un mejor bienestar de los humanos, erradicando enfermedades gestadas por las propias bestias. En consecuencia, es de agradecer que cada día sean más los veterinarios que trabajan, con gran profesionalidad y a destajo, en el tajo del mundo, por eliminar la multitud de enfermedades infecciosas y parasitarias que afectan a los animales domésticos y a la fauna silvestre, además de trabajar en otras cuestiones de sanidad pública veterinaria.

            Si queremos un mundo saludable es fundamental cuidar de los animales.  Todos los veterinarios lo dicen. El animal tiene que estar sano para producir un alimento sano. Consecuentemente, es una necesidad global y globalizadora custodiar el cosmos de los bichos. La ciencia veterinaria, a la que le avala una gran historia de logros en favor de las especies, a mi juicio tiene que tomar un mayor protagonismo en los tiempos actuales y liderar la gestión para el mejoramiento de la seguridad, higiene y calidad de los alimentos.  Esto debe considerarse prioritario y la medicina veterinaria debe propiciar los controles precisos y necesarios para asegurar la calidad de los productos alimenticios de origen animal. De lo contrario, estaremos actuando irresponsablemente.

            A mi manera de ver, resulta incuestionable la función sanitaria del profesional veterinario. Téngase en cuenta que es el principal profesional responsable del recurso animal, lo que exige a cada país una mayor implicación en el fomento y desarrollo de las  ciencias veterinarias, así como una mayor sensibilización por problemas relacionados con la salud animal y humana. Estos aniversarios, por tanto, deben servirnos para descubrir la necesaria actividad veterinaria como médico de los animales y defensor de su bienestar, y también como recurso humano clave en la salud pública mundial. Por desgracia, no es la primera vez que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), advierte a diversos países sobre la urgencia de restablecer unos servicios veterinarios eficaces para proteger de las epidemias tanto al ganado como a la población. En algunas naciones carecen hasta de normativas para la prevención y el control de enfermedades en animales, en otras de recursos y capacitación personal. La crisis no puede afectar a algo tan primordial como es la salud de los ciudadanos.

            Bravo, pues, por engrandecer la profesión veterinaria. El mundo precisa más que nunca de la mano especializada en sanidad animal. A veces es bueno recordar hechos para no bajar la guardia, me viene a la memoria el virus de la gripe aviar que se propagó rápidamente tras su primera aparición en 2003, pero una pronta respuesta internacional permitió frenar la enfermedad. Desde luego, el control de las enfermedades de los animales es un elemento indispensable para prevenir las infecciones humanas y reducir la probabilidad de una pandemia. Sirva, pues, este homenaje a los veterinarios para reconocer su labor, pero también para reflexionar todos nosotros. En cualquier caso, los gobiernos de los Estados tienen que prever y proveer que el mundo está preparado para combatir cualquier enfermedad que amenace la seguridad de la raza humana. Es lo mínimo que se puede pedir.

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