Por DOMINGO LÓPEZ FERNÁNDEZ
Malos presagios se barruntaban en la noche del jueves santo, pues los dos desfiles procesionales de la tarde, Pasión y Nazareno, habían quedado suspendidos por causa de la lluvia. El tercero, organizado por la cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, tenía prevista su salida para la madrugada del viernes santo y en esos momentos la junta de gobierno debatía en su seno si podría cumplir con su estación de fe. Avanzada la noche los primeros penitentes comenzaban a llegar hasta la casa hermandad, sita en la rambla del Manjón, con la duda puesta en su alma. El riesgo era grande y por ello se realizaron consultas a la capital malagueña para ver la evolución del tiempo para las próximas horas. Los informes recibidos avanzaban pronósticos negativos ya que se anunciaban intensas precipitaciones para las 3 horas de la madrugada. Con los datos en la mano la junta de gobierno quiso ser valiente y optó por salir a la calle previendo que el agua llegaría cuando estuviesen encerrados. El desafío le salió bien y pudieron cumplir con su estación de penitencia.
A la hora anunciada, las 00 hrs. de la madrugada, la popular cofradía del “Silencio” comenzaba a organizar el desfile en la plaza de los Mártires. El cortejo procesional aparecía abierto por dos hermanos con capillo rebajado que portan tambores para guiar el paso de los penitentes. Le sigue un hermano con la cruz guía, símbolo que muestra en su cruceta las principales insignias de la pasión: corona de espinas y clavos de Cristo. Acompañan a éste un grupo de cofrades de corta edad que alzan sobre sus cabezas pequeños cirios de cera roja. Inmediatamente después se ubican los dos faroles guía que marcan el inicio de las filas penitenciales. Usan los hermanos de esta cofradía túnica y antifaz de color negro y cíngulo de esparto, fajín sobre el que se prende una cuerda que une a todos los penitentes para marcar las distancias entre ellos.
Pasado un tramo del cortejo aparece el estandarte de la cofradía con el escudo impreso y, tras el mismo, varios hermanos de penitencia ataviados con capillo desarmado y gruesas cadenas fijadas a los pies. Unos cuantos metros más atrás se dispone el incensario y tras él el paso del Cristo de la Buena Muerte, cuyo diseño es obra del conocido cofrade Rafael López Usero. Marcha éste con paso malagueño y todos sus portadores usan el hábito de la cofradía y el capillo rebajado. La imagen de Cristo crucificado es obra del imaginero granadino Domingo Sánchez Mesa, quien ha querido representar al Hijo de Dios instantes después de haber expirado. El calvario sobre el que está montado aparece espléndidamente exornado con flores y se encuentra iluminado de forma indirecta por cuatro grandes cirios dispuestos en sus vértices. Tras el paso marcha un cuerpo de costaleros de refresco, un pertiguero y la representación de la parroquia, a cuyo frente figura el consiliario y párroco de la Encarnación, D. Daniel García Miranda. Finalmente, una presidencia oficial formada por hermanos de la cofradía del Silencio y la delegación del cuerpo de la policía local. Cierra el desfile un considerable grupo de feligreses con “manda” que cumplir y que ofrendan su penitencia tras el paso de Cristo.
El itinerario fijado por la junta de gobierno de la cofradía para este año iniciaba su marcha en el pórtico norte de la iglesia de la Encarnación para desde allí continuar por Cardenal Belluga, Plaza Canalejas, Cruz de Conchas, Pozuelo, Plaza Garrido, Ciprés, Milanesa, Vistabella, Bustamante, Plaza Gaspar Esteva, Emilio Moré, Díaz Moreu, Romero Civantos, Paza de España y, desde aquí, efectuar el encierro en su iglesia. Merece la pena destacar en este recorrido la salida del paso del Cristo de la Buena Muerte, cuya cruz ha de ser tumbada para favorecer su tránsito por la puerta del templo. Además, el cortejo tiene como particularidad que sus hermanos marchan atados con una cuerda que delimita su distancia, al margen de que el paso del titular avanza por el interior de las filas cuando los nazarenos se encuentran detenidos. Pero sin duda el aspecto más significativo se encuentra en la costumbre de apagar la iluminación de las calles por donde transita, cualidad única e irrepetible que confiere a esta corporación nazarena un recogimiento fuera de lo normal. El respeto y la consideración se dan la mano igualmente en esa particular “madrugá” del viernes santo pues es costumbre mantener silencio al paso del cortejo, razón por la cual se le llama popularmente la “procesión del silencio”.
Es de mencionar que durante todo el trayecto la junta de gobierno se mantuvo a la expectativa ante la aparición de un más que probable aguacero. Particularmente la tensión se vivió en el ambiente cuando el cortejo transitaba por la calle Milanesa, momento en el que empezaron a caer las primeras gotas de lluvia. Afortunadamente la precipitación duró solo unos minutos y permitió que la comitiva llegase sin problemas hasta la tribuna oficial. Finalmente, a la hora señalada, la procesión ultimó su recorrido en la plaza de España, aunque tuvo que refugiarse precipitadamente en el templo ante la lluvia torrencial que comenzó a caer. En consecuencia, la junta de gobierno dispuso que la tradicional oración que se efectuaba en la plaza se realizase en el interior del templo, rezo que fue llevado a cabo por el párroco y conciliarlo de la cofradía, Daniel García Miranda.
La cofradía de la Buena Muerte cumplió su cometido en la madrugada del viernes santo. Verificó su estación de penitencia desafiando las inclemencias meteorológicas y por un año más vio transcurrir el cansino paso de su titular por las calles de Motril.