Poderes sin límites

Víctor Corcoba

El poder sin límites es una ruina. Hay que limitar el poder de los gobiernos. Algunos quieren gobernarnos demasiado. Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder, dijo Montesquieu. Conviene recordarlo. Porque se evade que el poder tiene deberes y que el poder debe usarse como ética de combate, no como sistema de opresión de unos contra otros. Debemos redistribuir el poder y distribuir mejor los mandatos. ¿Cómo? Barriendo privilegios, desechando abusos, participando y expandiendo los derechos ciudadanos. Uno tiene derecho a representarse asimismo y a ejercer su ciudadanía. Y también uno tiene el deber de servicio a la verdad.

Frente a tantos abusos de autoridad, es preciso que hoy el mundo reflexione y active el debate sobre el acceso al poder y a la creación de ese poder; de cómo se llega a los gobiernos y para qué se llega a los gobiernos. Es otra de las grandes crisis del planeta. El consenso es una actitud clave para que el poder democrático funcione y se puedan llevar a buen término los cambios necesarios, justo con más democracia, porque todos tenemos la obligación de darnos a respetar con nuestra propia voz, y de ser respetados como persona.

Difícilmente las personas pueden ser respetadas, cuando el respeto a la propia vida se pone en entredicho. Medio mundo se somete a otro medio mundo y esto es despreciable. Tampoco suele considerarse el pasado, que son nuestras raíces, con estima. Desde luego, un pueblo que pierde la consideración a la humanidad de la que forma parte, lo único que gana es salvajismo. De hecho, la concentración de la riqueza y del poder en manos de estas gentes sin escrúpulos favorece la avasallamiento, puesto que tienen mayor capacidad de movimiento para apoderarse de los débiles.

Pongamos, pues, cuanto antes límites a unos poderes sectarios, que buscan la ganancia individual y el dominio de las personas como mercancía de compraventa. Esto no se puede tolerar. Si el poder por si mismo ya tiende a corromper, cuando se pone en manos de ciudadanos que no entienden de humanidad, aún se acrecientan más las dominaciones, los muros anti-humanidad.

Con urgencia debemos de frenar los poderes excesivos, aglutinadores de injusticias, que no ven más allá de lo que les dictan el gremio de los poderosos. De no hacerlo, corremos el peligro de que el planeta se ahogue en las propias élites de un poder absoluto, prepotente y dominante, en lugar de reconocer que el mal reparto de las riquezas, la exclusión y la pobreza, es una consecuencia de los modelos de desarrollo impuesto por los acaudalados. Vamos en camino contrario al desarrollo de la especie. Por eso, no podemos perder ni un minuto, quizás mañana sea demasiado tarde para la subsistencia de un mundo atormentado por la división humana, que no de poderes.

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