Generar esperanza

Carmelo Donado Campos. HOAC – Motril

Muchos aún se empeñan en matar la esperanza. «Muy mal está la situación…», es la conclusión que solemos hacer en estos tiempos de desencanto y, hablemos con quien hablemos, siempre nos encontramos con un tono alto de pesimismo.

Con este panorama resulta difícil mantener la luz de la esperanza. Toda acción, compromiso o reflexión que intente impulsarla queda frenada por la actitud egoísta e individualista que se impone en este mundo.

Por eso es necesario avivar el fuego de la esperanza para que sintamos su calor y para que resplandezca a nuestro lado, de hecho, cuando desde aquí nos posicionamos, descubrimos que no todo «está tan mal» como parece.

Porque hay gente que, en su proyecto personal y su voluntad, reflejan ese perfil humano que siempre otea un horizonte; y, además, lo hacen con actitud realista, postura activa, lucidez responsable y algo de riesgo, que son los rasgos que definen a los profetas de la esperanza.

Las personas no pueden vivir sin esperanza. Necesitamos un aliento, una confianza básica que nos impulse a seguir caminando. Sin esperanza no se puede vivir. La esperanza es la fuerza de la vida, el motor, el impulso vital. Por eso, cuando en una persona se apaga la esperanza se apaga la vida. El individuo comienza un proceso de regresión y anulación. La persona se encoge, no busca, no crea nada nuevo, cae en la pasividad, se desespera. La vida se apaga: vivir sin esperanza es no vivir.

Comienza un año desesperanzado. Pasadas las navidades volvemos a la cruenta realidad de tantos vecinos, familiares y amigos con un futuro oscuro. Con personas desoladas, con profunda visión negativa de la vida, con falta de confianza, tristes, duras de corazón y cansadas de luchar contra la crisis que les hunde en el abismo.

Pero lejos de abandonar, apelamos a enfrentarnos a esta situación con otra dinámica más humana, que no solucionará el problema, pero sí puede cambiar la mirada, tanto de los que lo sufren de lleno en sus carnes, como los que por circunstancias diversas van saliendo de la crisis como pueden.

Ese factor humano está basado en tres pilares importantes: la solidaridad como acción de hacer nuestro el problema de los demás, el compartir como gesto de ofrecer parte de nosotros con los demás y la austeridad como signo de lucha contra el consumismo atroz que sigue imponiendo la economía.

No todo está perdido. Es tiempo de esperanza. La acogida despierta siempre esperanza. Escuchar es siempre recuperar la esperanza. Acompañar al que sufre es sembrar esperanza. Una persona que acoge, escucha y acompaña, ella misma se convierte en «signo de esperanza».

En el comienzo de este año nuevo nace un nuevo horizonte de esperanza. Se encuentra en nuestro propio ser y, sólo siendo consciente de ello, conseguiremos hacer la travesía feliz

Todo esto puede ser utópico pero en el desamparo en que se encuentra nuestra sociedad actual se hace urgente rescatar el sentido liberador de la utopía. Toda crisis ofrece oportunidades de transformación y riesgos de fracaso. En la crisis, se mezcla miedo y esperanza. Nosotros optamos por generar esperanza que como bien dijo el teólogo Leonardo Boff «se expresa en el lenguaje de las utopías».Para terminar y felicitaros en el año nuevo qué mejor que abrir la ventana y dejar entrar el aire fresco de la poesía:

 

«Si las cosas son inalcanzables…¡oye!

no es motivo para no quererlas.

Qué tristes los camino si no fuera

por la mágica presencia de las estrellas»

(Mário Quintana. Poeta brasileño)

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