Algo se muere en el alma cuando un amigo se va

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VICENTE FERNÁNDEZ GUERRERO

Llevaba mucho tiempo sin escribir, Gaspar. Hoy has hecho que lo necesite y me ponga a teclear. Has despertado en mí sentimientos y recuerdos que necesito plasmarlos, intentaré ahogar la angustia que siento por esta ausencia para siempre; bueno, tu recuerdo será siempre muy agradable. Pero te has ido muy pronto coño. No sé si haré partícipes a los lectores de EL FARO de lo que voy a decirte.

La llamada teléfónica anunciándome tu muerte ha bloqueado mi mente. No sabía qué decir a mi interlocutor.
Muchos son los recuerdos que a lo largo del día han venido a mi mente. Desde los días de verano que pasábamos con nuestros retoños en el farillo de Calahonda, hace ya muchos años; hasta los últimos intercambios gastronómicos que nos hacíamos en Marqués de Vistabella. Hemos compartido muchos momentos en los que tu vitalidad e inteligencia eran todo un referente. Nuestra amistad quedó sellada para siempre cuando un día compartíamos unas cervezas en mi casa y tú pegaste un salto del sofá al presenciar conjuntamente cómo Telemotril anunciaba que el equipo de gobierno del Ayuntamiento, presidido por López Barranco, del que tú eras su portavoz estudiaba querellarse contra EL FARO por la gresca que teníamos. Los dos demostramos en esa ocasión el valor de la democracia: la amistad y las relaciones humanas pueden convivir aún estando en distintas trincheras. El que tú por la mañana nos arrearas de lo lindo ante los medios informativos y por la noche compartíamos unas tapas en mi casa lo puede entender poca gente.
Tu vena poética y querencia literaria te vino de lejos, tal vez eso era una de las cosas que te ha hecho especial en tus relaciones con los demás, aportando ideas, mostrando buen talante y generosidad ante la mediocridad que te pudo rodear en algunos momentos de tu vida.
De tu trayectoria personal y profesional ya se ha encargado nuestro buen amigo Domingo López Fernández.
Yo quiero hablarte de amigo a amigo y ahí está mi dolor con tu pérdida. Ya no podremos compartir sutilezas ni aportar matices a nuestros temas de conversación. Tu «atices» como puntualizabas en alguna ocasión ante un comentario ajeno eran parte de tu esencia como personaje intelectual.
Me decía tu hermano Nacho esta tarde en el tanatorio que «la vida no para de darnos golpes». Tu dirías que «son cosas de la edad», cuando cerrábamos la discoteca Granada 10, allá por los ochenta, la vida nos sonreía de otra manera, ¿verdad?
Nuestra vidas han sido algo paralelas, hemos apostado por Motril desde nuestra juventud y no lo hemos conseguido. Al menos yo tengo esa sensación, desde tu optimismo, seguro que lo ves de otra manera. Pero aunque nunca nos lo hayamos dicho, podemos sentirnos orgullosos. Para qué ser modestos.
De tu sensibilidad para saber escuchar aprendí, de tu alegría me contagié y entendía que tenía que ser más jovial con nuestros semejantes, tu amistad me ha dado un plus para entender a los motrileños, que es tanto como poder comprender y aceptar que somos diferentes y sin embargo todos somos necesarios.
A veces pretendías ser despistado o desconocedor de algo, era uno de tus tic más preciados; porque no era verdad, así conseguías llegar más a tus semejantes para acabar siéndoles útil.
Gaspar, mientras yo viva, tú serás uno de mis amigos que te llevo en el alma.
Posdata: Como al final he decidido que esto vea la luz, perdona querido lector, pero he omitido recuerdos que forman parte de la estrecha amistad y sería darles una «paliza» sentimental.

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